Capítulo 22

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/LA FIESTA/

Nicholas

Poppy había aceptado mi propuesta de acompañarme a la fiesta que se celebraría en honor al cumpleaños del abuelo, lo cual me tenía feliz, pero esa felicidad era opacada por la duda de cómo tratarían a Poppy los integrantes de mi familia.

Desde el comienzo había duda en sí debía o no, invitarla, pero Rose fue persistente cuando y me convenció para que llevara a Poppy conmigo. Pues así los abuelos podrían conocerla y eso relajaría el ambiente entre mi abuelo y yo. Pues el abuelo y la abuela en varias ocasiones habían comentado que les gustaría verme una pareja.

Hacía dos horas habíamos salido del trabajo y ya era la hora de salir a recoger a Poppy y que nos fuéramos al lugar donde se llevaría a cabo la celebración.

Cuando estuve frente a la puerta de su apartamento, toqué. En pocos segundos la puerta se abrió, mostrándome una sonriente Poppy.

Nos quedamos mirándonos por un momento, permitiéndole a nuestras miradas navegar y explorarse sin pudor alguno. Ese acto se había convertido en algo que nos gustaba más que cualquier cosa.

Lentamente, la recorrí de manera detallada. Aquel vestido negro hasta el suelo decorado en hojuelas se ceñía con fascinación a su esbelta figura. Y la abertura que este tenía en una de sus piernas le daba ese aura coqueto y elegante. Su cabello negro recogido en una coleta alta era el mejor marco para aquella mujer de sonrisa radiante.

Sonreí.

—Te ves hermosa, Halper —dije.

Poppy sonrió y se encogió de hombros, tímida.

—Gracias. —Levantó su mirada y me recorrió con atención—. Tú también te ves muy guapo, Kuesel.

La manera en la que pronunció mi apellido hizo que ambos soltáramos una sonora carcajada. Escuchar su risa fue música para mis oídos. Era una risa tan delicada, real y bonita, que me gustó el hecho de que la estuviera compartiendo conmigo.

Nunca me cansaría de escuchar a Poppy Halper reír.

—¿Nos vamos? —le pregunté después de unos segundos.

—Por supuesto —asintió levemente con la cabeza.

Poppy cerró la puerta tras de sí y nos encaminamos al ascensor. Quise tomarla de la mano y sentir su cálido tacto, pero opté por no hacerlo, no quería que se sintiera incómoda con mi actuar. Sin previo aviso, sus dedos se entrelazaron con los míos, tomándome por sorpresa.

Una pequeña sonrisa se dibujó en mi rostro en el momento en que las puertas del ascensor se abrían. Entramos y minutos después llegamos a la primera planta. Cuando salimos del edificio fuimos al parqueadero en busca de mi auto. Le abrí la puerta del copiloto antes de hacerme al volante.

A medida que avanzábamos comenzaba a notar que, poco a poco, los nervios se iban instalando en mí.

No iba a negar que desde hacía rato me sentía así, pues no sabía la reacción de los Kuesel ante Poppy. Y mucho menos la del abuelo.

Si me llegaran a preguntar qué tenía exactamente con Poppy Halper, no sabría qué responder. Nos habíamos entregado, habíamos confesado nuestros sentimientos, nos besábamos con constancia y nos mirábamos con deseo y cariño. Pero no, no teníamos nada formal. No era como decir, Poppy Halper es mi novia, no. Pero... por el momento nos sentíamos bien así. No es que no quisiéramos ataduras, pues una relación nunca es eso, solamente que queríamos conocernos mejor, por el momento.

Queríamos conocernos más allá de lo laboral. Y, vaya, me gustaba.

—¿Estás nerviosa? —quise saber tras ojearla y encontrarla estrujándose los dedos.

Mi jefe y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora