Capítulo 21

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/UNA INVITACIÓN INESPERADA/

Poppy

Lentamente me removí en la cama antes de abrir los ojos y toparme con la figura de Nicholas descansando a mi lado, respirando de manera pausada y tranquila. Se le veía tan relajado y a la vez tan frágil que sentí que algo se removió en mi interior. No comprendía cómo podía verse tan encantador realizando, inconscientemente, una acción tan mínima como lo era dormir.

Nicholas Kuesel era ese tipo de hombre que convertía una pequeña tontería en algo fascinante a la hora de admirar.

Después de que tuviéramos una charla acerca de lo que queríamos el uno del otro y de que nuestros impulsos nos permitieran explorar nuestros labios, Nicholas me miró a los ojos y me preguntó si prefería que subiéramos a mi apartamento.

Cuando llegamos a este y abrí la puerta escuché el gruñir de mi estómago, lo que me indicó que debía comer o me daría una pronta gastritis que no me dejaría en paz durante un buen rato.

Como no quería comer sola, le pregunté a Nicholas si le apetecía comer. Extrañamente, aceptó. Al haber escuchado a mi estómago gruñir había pensado en preparar una rápida maruchan, pero recordé que Nicholas las odiaba. Así que me decanté por preparar un ligero caldo.

Sin previo aviso, Nicholas se acercó a la cocina segundos después con una intención en específico.

—¿Puedo ayudarte en algo? —preguntó al acercarse.

Me fije en que ya no tenía puesta la chaqueta y que se había remangado las mangas de la camisa blanca que tenía puesta. Lo que me indicó que venía preparado, con la intención de no permitirme un "no" por respuesta.

Además, su manera tan amable de preguntarme si podía ayudarme me pareció demasiado tierna, por lo que no pude negarme.

—Sí, claro —respondí antes de hacerme un moño desenfadado y después lavarme las manos.

—¿En qué te ayudo? Bueno, ¿qué piensas cocinar realmente?

Miré a mi alrededor y escaneé lentamente, después me dirigí al refrigerador y miré una pechuga de pollo. Bien, sería caldo de pollo.

—¿Te parece bien si hacemos un caldo de pollo? —le pregunté aún desde el refrigerador.

—Sí, porqué no.

—Bien —respondí escogiendo las verduras que usaríamos. Agradecía haber hecho las compras el fin de semana pasada. Volví al lado de Nicholas con las verduras en la mano—. Utilizáremos cebolla, zanahoria, apio y ajo.

—¿Apio? —inquirió con gesto de desagrado.

Asentí levemente con la cabeza.

—¿No te gusta?

Negó levemente con la cabeza.

Como efectivamente no le gustaba el apio, no se usó. Una hora después estábamos sentados frente al televisor de la sala disfrutando del caldo que habíamos hecho. Los gestos que hacía indicaban que le había gustado, lo cual me dejó satisfecha.

Cuando terminamos y lavamos los platos, algo en mí creyó, por más que me haga parecer una pervertida, que Nicholas se quedaría para hacer el amor conmigo, pues sus apasionados besos eran constantes. Pero descubrí que mi idea era errónea cuando Nicholas se detuvo y me observó.

—¿Te apetece ver un canal o algo?

Me le quedé mirando.

—Si quieres podemos ver ese programa de discusiones dramáticas de los famosos que tanto amas —propuso. Y supe que Nicholas también anhelaba poder pasar tiempo conmigo, como yo con él.

Mi jefe y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora