Capítulo 20

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/UN SPRITE Y SE LE REINICIA LA VIDA A CUALQUIERA/

Poppy

"Un Sprite y se le reinicia la vida a cualquiera." Decía la nota que tenía entre mis manos, pero que antes había estado al lado de la lata de Sprite que Nicholas había dejado para mí.

¿Nicholas todavía recordaba aquello?

¿Realmente había logrado llamarle la atención?

Cuando me lo confesó no supe que otra más hacer que quedarme en silencio mientras procesaba sus palabras. Tal vez esa también fue una de las razones por las cuales hice una broma; porque no sabía qué contestarle realmente. Sabía que, de una manera extraña y sin yo darme cuenta, Nicholas también me llamaba la atención. Y fue ese gusto que sentía el que me llevó a que me entregara a él con total pasión. Pero ese miedo que sentía con constancia era el que siempre me hacía poner casi todo en duda.

Le había pedido que fuéramos con calma, tal vez porque yo necesitaba digerir todo con tranquilidad y porque no quería que se alejara de mí.

Comenzaba a sentir esa extraña necesidad de Nicholas.

A las siete de la mañana, cuando me desperté, no lo encontré por ningún lado, y seguramente si no hubiera sido por su exquisita fragancia impregnada en mi sabana habría llegado a creer que todo había sido un sueño, parte de mi imaginación.

Aunque lo desnuda que me encontraba también me confirmó que para nada había sido un sueño.

Había presentido que Nicholas ya estaría en la oficina. Y acerté cuando al llegar a mi escritorio miré las cortinas de su oficina abiertas y, de paso, hallé una lata de Sprite junto a una pequeña nota con una ortografía tan impecable como él.

Complacida y fascinada por su amable y cariñoso gesto, sonreí. Tal vez Nicholas no se hacía una idea de lo mucho que los pequeños gestos significaban para mí.

En muchas ocasiones había podido ver a ese hombre amable que se escondía tras esa fachada de jefe duro y estricto, la cual en muchas ocasiones me daba miedo. Pero jamás había creído que tendría el placer para ver a Nicholas Kuesel hacer gestos tan cariñosos, y menos tener el honor de ser la receptora.

Me gustaba.

—Buenos días —carraspeó alguien haciendo que volviera a la realidad con rapidez.

Centré la mirada en la persona que se encontraba frente a mí haciendo que me topara con esos ojos claros que, al igual que los de él, irradiaban imponencia, dualidad.

—Buenos días, señorita Rose —dije con amabilidad—. ¿Qué la trae por acá?

—¿Sabes sí está Nicholas?

—Sí, señorita. ¿Le aviso que ha llegado?

—No, gracias. No hace falta —respondió con amabilidad antes de bajar la voz y murmurar—: Seguramente si sabe que soy yo no me deja pasar.

Tal vez creyó que no le había escuchado, porque me miró con tranquilidad y asintió con la cabeza antes de darse la vuelta y encaminarse hacia la oficina de su primo.

«¿No sabes que fue su primer amor imposible?» se encargó de recordarme mi mente, con la intención de torturarme todo el rato que quisiera.

¿Habría sido él igual de atento con ella a como lo estaba siendo conmigo?

¿Habría tenido ella el privilegio de amarlo también?

«¡Ay, Dios, cállate!» me reprendí.

Mi jefe y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora