/EPÍLOGO/
Poppy
Mamá, Lily y Camila me observaron con detenimiento y una sonrisa en sus labios, mientras yo lucía frente a ellas el bonito vestido blanco que minutos antes me había entregado la dependienta.
Los minúsculos detalles y el diseñado floreado que lo decoraba lo hacían ver hermoso. Sin embargo, no era el que buscaba en realidad, quería algo más casual, tranquilo y delicado, como era el amor de Nicholas y yo.
—¡Vaya, Poppy, te ves genial! —La primera en hablar fue Lily con los ojos abiertos como platos.
—Se te ve encantador, hija —agregó mamá, sonriente.
Miré a Camila, quien sabía cómo era la idea de vestido que deseaba. No dijo nada, pues decidió mantenerse al margen para no ganarse un reproche de mamá, ya que había sido ella quien había insistido en que me probara ese.
—Deberías llevarte ese, Poppy —dijo mamá juntando las manos—. ¡Pareces toda una princesa!
—Oh, mamá, vamos, sabes que Poppy no tiene cara de princesa sino de caballero —la contradijo Lily, pícara.
—Calla, niña insolente —mamá la señaló con un dedo, ganándose una sonrisa por parte de su hija menor.
Solté un hondo suspiro. Dentro de dos semanas sería la boda y todo tenía que salir bien, no podía permitirme un fallo como ese, un vestido. Deseaba que Nicholas no se arrepintiera de nada.
Busqué a Camila con la mirada, esperando su comentario o aprobación, sin embrago, no la encontré por ningún lado.
—¿Y qué tal este? —La escuché hablar detrás de mí, alejada.
Mientras que mamá y Lily solo tuvieron que llevar la mirada hasta ella, yo tuve que girarme para prestarle atención. Se hallaba junto a los vestidos de novia y a la dependienta, que buscaba un vestido. En la mano derecha sostenía un vestido blanco escotado que no rayaba lo vulgar.
Le dediqué una sonrisa, desde mi posición, supe que era lo que buscaba; casual, relajado y tranquilo.
No dudé en acercarme a ella y pedírselo. Minutos después salí del probador luciendo el vestido de seda. Las tiras eran delicadas, la manera en la que se ceñía a mi cuerpo era satisfactoria y el largor de la parte baja era fácil de llevar. Me gustaba.
—¿Estás segura de que ese es el que quieres? —Mamá no tardó en demostrar que la idea no le parecía tan llamativa.
—¡Guau, te sigues viendo igual de fabulosa! —exclamó Lily, demostrándome que a ella sí le había gustado.
—¡Vas a robarte todas las miradas de esa boda, baby! —Camila sonrió, satisfecha por su elección. Le devolví la sonrisa.
—¿Cómo no se va a robar las miradas si es su boda, Camila? —Inquirió Lily.
—Por eso lo digo, tontita.
Las dos se miraron y comenzaron a reírse. Mamá las observó sin comprender el chiste. Segundos después me uní a su risa, siendo seguida por mamá, a quien habíamos contagiado.
—¿Ese es el que piensa llevarse, señorita? —La dependienta se nos acercó segundos después.
—Sí, este es el que quiero —respondí, imaginándome a Nicholas observarme con deleite, de esa manera en la que tanto me gustaba que me mirará.
[...]
Nicholas
—Deberías reconsiderarlo, Nicholas —la abuela me miró con preocupación.
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Mi jefe y yo
AléatoirePoppy Halper y su odioso jefe, Nicholas Kuesel, no son el prototipo de jefe y secretaria perfectos. Es más, sus diferentes formas de pensar, de socializar, hasta de hablar, se chocan. Ella dice odiarlo y él suele tener constantes jaquecas por ella. ...