Capitulo 19

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(Nota a final)

Un mal padre

Laila Black

Nueva York

—¿Qué haces negra?— pregunta el joven Alex al verme sentada en el sofa escribiendo en una libreta

—Preparo la clase de piano para Alexa— respondo sin voltear a verlo

—¿También eres su maestra de piano? Genial, toda una multitareas— Solo lo ignoro y sigo escribiendo algunas ideas que tenía en mente— ¿Y es buena?

—¿Quien?

No lo veo pero apuesto a que rueda los ojos antes de contestar— La madre Teresa de Calcuta, obviamente me refiero a mi sobrina

Suspiro tratando de no decir un comentario grosero— Si, ha mejorado mucho últimamente

—Honestamente no sé por qué mi hermano te paga para enseñarle de piano cuando el mismo puede hacerlo, recuerdo cuando pasaba horas ensayando canciones de Disney en el piano

Volteo a verlo interesada— ¿Puedo preguntarle algo?

—Eres muy curiosa ¿No es así?

—¿Puedo o no?

Sonríe burlón ante mi tono irritado—Adelante, dispara tu pregunta

—¿Por qué el Joven Abraham dejó de tocar el piano?

—Por la misma razón que dejo de ver películas

—¿Por madurar?—Me hago la desentendida

Suelta una leve risita— Por Lucia, Abraham le tocaba canciones en el piano, en la guitarra, incluso con el saxofón si mal no recuerdo, al igual que siempre veía películas de Disney y DreamWorks con ella, o bueno, prácticamente la obligaba ya que a ella nunca le gustaron. Así que cuando pasó lo de su separación, él decidió olvidar todo lo relacionado con ella que fue la música, y lo de las películas, simplemente decía que creaban expectativas, o una tontería así me dijo Azael— Bueno, al menos tengo la certeza de que no mentía respecto a esto

Me llama la atención lo último que dice—¿Usted nunca lo escuchó decir eso?

—Cuando pasó lo de Lucia, él se cerró con todos, sobre todo con mi madre y conmigo a tal punto de que no nos quería ver, así que mi hermanito menor me contaba de lo que pensaba mi amargado hermano 

—¿Por qué solo con ustedes?

—Es una historia bastante larga Negra, no te quiero aburrir con esas cosas tristes

—Bueno, Alexa está en la escuela y el joven Abraham salió a su trabajo desde en la mañana, así que tenemos tiempo— Me maldigo a mí misma cuando noto el doble sentido que se escuchaban mis palabras

—Me halagas Negra, bueno, lo que pasa es que...— ¿Enserio? ¡¿Enserio?! Justo en este preciso momento, había sonado el timbre la casa

De mal humor, me levanto y camino hacia la puerta, que al abrirla, me deja ver a Azael y a la señora Adriana

—Hola Laila— Saluda Azael con su típica sonrisa de oreja a oreja

—Buenas tardes Joven Azael, buenas tardes señora Adriana

—Buenas tardes Laila— Saluda la señora Adriana con una sonrisa igual de grande que la de su hijo

—Vamos Laila, ya sabes que puedes llamarme solo Azael, te lo he dicho como tres veces

La Decisión CorrectaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora