Capítulo 8

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Los te quiero muchoooo muchisimo

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Han pasado algunos días y el trato de Sasuke hacia el rubio, se ha hecho impersonal. Ha tratado de ignorarle la mayor parte del tiempo, aunque le resulta sumamente difícil, pues el idiota le sigue colmando de atenciones como si nada hubiese pasado. 

No sabe exactamente, qué parte de todo le tiene realmente alterado; si es el hecho de que se ha masturbado frente a su mejor amigo, o si es la indiferencia de esté respecto al asunto que le tiene crispado los nervios.

Lleva noches enteras sin poder dormir, pues para empeorar las cosas, ha destapado nuevos sentires que a la fecha habían permanecido sellados en su interior. A su mente llega la misma película de manera reiterada. Él masturbándose frente a Naruto y esa bendita sensación del clímax... Tiene la percepción de esperar algo ¿Pero qué espera?, Odia ese descontrol, ese desbarajuste... Ese desgobierno en su propia persona.

¿Por qué le fastidia tanto no tener la atención del otro? ¿Será por la costumbre de tener a Naruto tras de él siempre?, ¿Por qué el haber sido rechazado le hace mirar a Naruto de otra manera?, los últimos días se ha sorprendido a sí mismo detallando cosas que antes había ignorado. El cabello rubio de Naruto posee mechones levemente más claros en algunas zonas, las pestañas doradas que abanican los ojos índigo son bastante largas y abundantes, el labio inferior es muy carnoso y su tonalidad es como el color de los duraznos.

Da un gran bote en la silla de la habitación, cuando el culpable de sus cavilaciones le habla—Te traje la comida, teme—sonríe con la charola en las manos.

—Toca antes de entrar—asevera rencoroso—No tengo hambre—miente.

—Oe bastardo—replica chillón—Tienes que comer'ttebayo.

No le mira y le da la espalda, en tanto que lee sus pergaminos tratando de permanecer con la actitud inalterable. De reojo mira al áureo, quien acomoda la charola en la mesita donde está estudiando. Naruto esboza una sonrisa guasona que muestra todos los blancos dientes, el otro no ha notado este gesto.

—Bueno, podrás preparar tu cena como te gusta—indica "inocente" —Me iré más temprano.

La información le hace virar el rostro rápidamente.

—¿Por qué? —se arrepiente al instante por mostrar tal interés—No es que me importe—se corrige.

—Hinata me invitó a salir—se encoge de hombros despreocupado.

Oh no.

La bilis se derrama en su hígado y asciende por su esófago para terminar en su boca, inevitablemente hace una mueca de asco, pues el sabor amargo le inunda las papilas gustativas. Rabia, enojo, ira, odio, indignación y algo que no quería reconocer, pero que se alojaba en su pecho, tristeza y desolación.

No logra contener el tono venenoso que tiñe la afligida voz—Confías mucho en mí, idiota—ríe dolido, aunque quiere aparentar sarcasmo—Podría aprovechar tu ausencia para escapar, burlar a los anbus sería muy fácil.

Naruto coloca un dedo en su barbilla y analiza la situación como si fuese algo de suma importancia—Tienes razón teme—pone ambos manos en su cadera y hace un gesto pícaro—Tal vez debería traer aquí a Hinata dattebayo.

—¡¿Qué?! —es tanta la pasión de sus confusos sentimientos que se pone de pie violento—¡No puedes hacer eso! — ya no se sabe moderar, su fuerza emocional va menguando poco a poco.

—¿Por qué no? —interroga alzando una ceja en una mueca de confusión ficticia.

—Pues... porque—balbucea titubeante, ni el mismo sabe cuál es el problema—¿No temes por la seguridad de esa mujer?

—No eres capaz—declara desafiante y satisfecho por los estragos mentales del otro.

—Ya no tengo nada que perder...—la risa falta de cordura, descoloca un poco al zorro.

—No te lo permitiría—replica burlón, probándole.

El sentimiento de humillación se adueña de su ya colapsada psique, por lo que vomita lo que está experimentando.

—Así que ya apareció la futura señora Uzumaki—el desdichado ninja, ni siquiera percibe su entonación de mujer celosa.

—Mmmmm—pucherea pensante—No lo sé aún...

—Haz lo que quieras—el pergamino se ha rasgado por la presión de la pálida mano sobre el papel—Solo no traigas a nadie aquí.

—Bien—acepta con la faz despreocupada, y el Uchiha desea, con todas sus fuerzas, borrarle el gesto de un puñetazo, o consumir al idiota con el fuego de un amaterasu.

Sentimientos ambivalentes penetran cada parte de su quebrado espíritu, le abruma lo que le causa Naruto, un innegable cariño acompañado de un rencor reciente, alegría y al mismo tiempo tristeza, le ha despertado deseos sexuales que a la vez le asquean sentir por otro hombre.

Finge continuar con su lectura y toma otro pergamino mientras el rubio sale de la habitación, complacido por el cambio que el Uchiha ha dado en poco tiempo.

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La timidez es su estado natural, pero no se compara a los nervios que siente cuando está cerca de Naruto. El amor que profesa por el ninja rubio, es incondicional y se fue acrecentando al paso de los años, encandilada por esa valentía, determinación y osadía, que le fueron convirtiendo en el hombre atractivo que es ahora. Decir lo afortunada que se siente por tener una cita con el héroe de Konoha, sería poco. Pero al mismo tiempo vive en el hilo de la angustia cada día, pues sabe lo solicitado que es el otro en la actualidad.

Le ha puesto mucho empeño a su arreglo personal, un lindo vestido blanco para resaltar su pureza, le parece buena opción. Se ha guardado con tanto esmero, para el día en que Naruto la acepte. Le alegra el corazón saber que, en el corazón del rubio, aún no habita nadie... O eso piensa ella. Aprieta su vestimenta con las delicadas manos blancas, mientras espera al dueño de sus cavilaciones.

—Hinata—la sonrisa deslúmbrate hace su corazón palpitar—¿Te he hecho esperar dattebayo?

—Naruto-kun—enuncia emocionada—No... No te preocupes, yo también acabo de llegar.

Continuará...

AMBIVALENCIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora