Capítulo 15

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Nota: Ola de mar, jajaja como que disfrute mucho esta parte. 

Los te quiero mucho. 

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Fervientes y latentes celos.

Se resuelve a no bloquear los siguientes embates y dejar mitigar su furor al otro. Tan pronto como el desertor advierte la sumisión del áureo, la sensatez y el juicio retornan.

—¿Por qué no te defiendes, idiota? —le coge por el cuello de la playera y demanda con rabia.

Vira el rostro y escupe la sangre acumulada en su boca, para luego sonreír con satisfacción y replicar con dificultad—¿Has terminado?

Le impele contra el suelo sin consideraciones y se derrumba en su propio lugar. Azota su puño contra la madera del tatami, una y otra vez hasta rasgar su nevada dermis. Los hilillos de sangre escurren hórridos, creando una escena dantesca.

—¡Detente, bastardo! —sagaz se desplaza hasta alcanzarle y le toma por la muñeca deteniendo la autoflagelación—¿Sasuke? — las hebras nocturnas cubren el rostro macilento. Con la pose jorobada y de cuclillas, hace patente que Sasuke Uchiha ha llegado a su límite y de su libre albedrío, ya no queda nada.

Es aquí donde la ambivalencia de sus sentires, arremete de nueva cuenta en su nociva consciencia. Es aquí donde dos sentimientos de naturalezas disímiles, le hacen cargar el peso de sus enfermizas manipulaciones. Ama verle vulnerable y odia regocijarse de ello, dos contradicciones que coexisten en su psiquis, porque él también se ha ido desmoronando a la par de sus acciones obsesivas.

Con los dedos tremulantes, levanta el mentón del deshumanizado hombre, y lo que contempla remueve su malsano y ardoroso interior. La humedad desciende por los ojos negros con fuerza, acumulándose en el labio superior. Hay una mistura de vergüenza y resignación reflejadas en las pupilas de luna. Y los carrillos se pigmentan de un erótico bermellón en virtud del bochorno, por ser expuesto de esa manera, ergo, eso ya no le importa más ....

La aguosa mirada vencida busca la luz celeste de la contraria y con los labios temblorosos verbaliza algo que el héroe de Konoha no se esperaría tan pronto. —Naruto, estoy solo...

Suspira con el alborozo bailando en su corazón y sonríe con una serenidad perturbadora previo a responder en una entonación suave—Es verdad, teme—los dedos abandonan el mentón y toman una oscura hebra para pasarla tras la oreja del ex vengador con sedosidad—Estás completamente solo.

Afiladas, cuáles dagas, las crudas palabras atraviesan su resquebrajada alma y el llanto se hace pletórico.

—Pero...—desliza las yemas tibias desde la oreja hasta las mejillas, limpiando las lágrimas saladas en el proceso—Me tienes a mí, Sasuke dattebayo—y la confesión detiene el copioso llanto haciéndole levantar la mirada con sorpresa—Solo me tienes a mí.

La calidez de lo dicho por el chico zorro le ilumina cuál rayo en la obscuridad y a esa esperanza se aferra con furor, no solo de manera literal, sino que verdaderamente se echa sobre Naruto haciéndole caer de espaldas. Le ciñe contra si con fuerza, con el temor de perder lo único que le queda en su vana existencia.

Las apacibles respiraciones farfullan en el sosegado mutismo de la estancia. La mano se aferra a las ropas del rubio y esconde la faz en el cuello contrario. Nadie ha dicho nada en el largo tiempo que han permanecido en ese estado.

—Sasuke—le llama susurrante.

—¿Qué?

—Tu mano.

—Está bien. —está abatido, pero también abochornado, por lo que no quiere ver al rubio.

—No lo está.

Le coge por los hombros y le saca de su escondite haciéndole quedar a horcajadas sobre su regazo. La faz usualmente déspota y estoica, esta roja y los ojos están hinchados. Es una postal poco común y muy bonita en la opinión de Naruto.

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Ambos hombres permanecen sentados en el largo sillón, a la vez que la mano lastimada es curada por el ninja áureo. No hablan y no se miran, solo se acompañan. Si bien la actitud de Sasuke ya no es esquiva, aún se mantiene receloso. Sus emocionas permanecen turbadas y un mar de confusiones afecta su ya de por sí trastornada mente.

—Me voy mañana—rompe el silencio con firmeza, pues aun con el sentimiento de triunfo bullendo en su interior, sabe que no pude darse por completo a alguien como Sasuke, con él siempre tendrá que ser un eterno tira y afloja—La misión, tal vez duré un par de semanas'ttbeayo.

—Ya veo—lo enuncia parco, pero para alguien que le lee tan bien, encuentra el rostro dominado por una mescolanza de aflicción y dependencia. Esto le produce, tanto placer como tanto pesar.

—Sasuke—mira la mano que está vendando, para evitar los ojos negros—Mientras no me encuentre aquí...—asevera la entonación de su habla—Es mejor que no hables con nadie, ¿bien?

—¿Por qué? —la respuesta es más ágil de lo que el otro esperaba.

—Bueno...—debió imaginarlo, con el Uchiha nada es fácil—Tú no debes confiar en nadie, Sasuke....—esta vez conecta su mirada para darle más peso a su falso argumento—Konoha no te quiere.

Y Sasuke nunca podría tener reticencia de esos transparentes orbes añiles. Desvía su rostro en un santiamén, pues si bien Konoha no tiene su aprecio, escuchar la verdad aún sigue siendo doloroso. Asiente raudo ante las indicaciones del héroe ninja.

Se traga la rabia al verle partir y saber que a esa misión le acompañara la mujer de los Hyuga. No menciona nada, pues suficiente dignidad ha perdido. Después de todo Naruto le ha dicho que lo tiene a él... ¿No?

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No ha dormido la noche anterior, pues la emoción por saber que en sus manos tiene la oportunidad para conseguir su más grande anhelo, le hace morir de la dicha.

Ha decidido llegar a las puertas de la aldea un poco más temprano de lo acordado y se regocija ante la expectativa sobre esta misión con el rubio. La sonrisa dibujada en el hermoso rostro femenino, no se puede borrar con nada, o eso piensa hasta que llega a su destino.

—Buenos días Hinata—le saluda con la astucia teñida en la faz bonita—Llegas temprano.

—T...tú—titubea e inevitablemente no logra esconder el visaje desagradable—¿Qué haces aquí? —a pesar de que su voz es de naturaleza suave, al tono le invade la confrontación.

—Oh lo lamento tanto, tuve que avisarles ayer—tapa su boca con delicadeza en un ademán de disculpa alevosa— Pero yo también me uniré a la misión—los orbes de esmeralda le escrutan con burla—Al igual que tú, yo también hable con el sexto.

Continuará.... 

AMBIVALENCIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora