Capítulo 14

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Nota: Ola de mar.  No tengo mucho que decir jejejeje, gracias por leerme y esperarme. Hoy llegue bien estresada del trabajo  y aquí lo vine a descargar.

Los te quiero mucho.

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—Yo... Yo quisiera ver a Naruto-kun.

Y la dulce mujer no ha notado que la manija de la tradicional puerta corrediza, ha sido tan estrujada, que se ha destrozado.

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Ambos jóvenes permanecen en el recibidor. Le ha sido tan dispendioso enfocar su ya de por sí dispersa mente en lo que Hinata le está informando. No sabe cómo tildar lo que ha pasado. No puede contar la cantidad de veces que se ha fantaseado con tocar al otro y no refuta lo extasiaste que ha sido la experiencia, pero inevitablemente le ha dejado un sentimiento de vacío. Logra escuchar lo último que ha dicho la primorosa chica y la información le causa desconcierto.

—Ya veo—lo verbaliza alegre, aunque le extraña en tal grado la decisión del sexto—Gracias por avisarme'ttebayo.

—No, no me agradezcas Naruto-kun—niega con la mano y sonríe candorosa—Yo... Yo le he pedido al Rokudaime Hokage que me permitiese acompañarte—ipso facto rehúye a la mirada azul, pues tal confesión le hace sentir apocada y el adorable carmín le delata.

Entiende, entonces, que la muchacha solo quiere estar cerca de él, e inevitablemente le ha hecho pesar la conciencia. Hinata es límpida, honesta y no tiene dubitaciones respecto a su sentido de lealtad. Por consiguiente, se pregunta ¿Qué cara pondría la princesa Hyuga si supiese de sus malsanos y retorcidos sentimientos por el último Uchiha? ¿Seguiría gustando de él?, una risilla irónica se quiere escapar, pero lo logra reprimir. Mirar la femenina faz enamorada le hace pensar en otra cuestión, ¿El amor que Hinata siente por él, será tan grande como el que siente por Sasuke?

—La pasaremos bien dattebayo—anima y eleva el pulgar en un ademán humorístico.

—S... Sí—tímida se incorpora y hace una delicada reverencia al dueño de su corazón—Te veré mañana Naruto-kun, a...adiós.

—Adiós Hina-chan—se anticipa y abre caballeroso la puerta a la encantadora muchacha, nota la manija destrozada y una risa satisfecha se dibuja en el rostro infantil.

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Los nocturnos orbes vagan en la pared blanca de la estancia. Su visaje es adusto, no hay expresión alguna, ni para bien, ni para mal. Su interior lleva años roto y por largo tiempo pensó que posterior a la extinción de su clan, estaba curtido en el arte del dolor, que su coraza era tan firme y tan fuerte, que sentires triviales jamás fracturarían su dolosa alma más de lo que ya estaba. Se equivocó, una vez más volvía sentir la desazón de quedarse solo, tal y como ese niño de siete años, indefenso e inseguro.

Naruto es lo más cercano que tiene y a la par un abismo los separa, o de esa manera lo percibe él, puesto que una línea divisoria lo hunde más en el mar profundo, mientras que el otro se eleva cada día más al cielo. ¿Qué más le queda por perder?

¿Cómo pudo pensar que el otro le acompañaría por siempre? Naruto aspira a cosas que él ya ni siquiera puede soñar. No duda ni un poco que el otro llegara a ser Hokage, formara una familia y pasara a la historia como el mejor ninja que ha existido. Un resquicio de calor atraviesa su frío corazón y le acompaña una sonrisa genuina... No puede creer que, aun hundiéndose en la miseria, siente alegría por el otro.

Se ha incorporado dispuesto a abandonar la estancia, no quiere ver a Naruto cuando este termine de hablar con la mujer de los Hyuga. Respecto a lo acontecido, ni siquiera lo quiere ni pensar, todo se resume a que ha definido su orientación sexual.

Ha puesto un pie en los escalones, empero, la curiosidad le carcome. Con sigilo se ubica en un punto ciego y escucha lo que Hinata le informa al héroe de Konoha.

Las uñas hacen presión en la dermis de sus palmas hasta dejar marcas sangrantes. La respiración hace resuello en su pecho y su cuerpo ha comenzado a temblar por la creciente ira.

Todas las cavilaciones, que hasta el momento se habían mantenido en cierto rango de pasividad, se comienzan a transformar en un desmedido odio, tras escuchar lo que la tímida muchacha le ha ido a informar al ninja rubio.

Naruto cierra la puerta corrediza y da unos cuantos pasos antes de recibir un puñetazo que le tumba unos buenos metros dentro de la estancia. No alcanza a reaccionar cuando los simultáneos golpes se estrellan en su rostro. Alcanza a dilucidar la cólera pintada en ese puño y dentro de la maraña de pensamiento no reconoce esa forma de atacar, pues lejos de ser estratégica como habitualmente lo es Sasuke, los embates son torpes y los lanza a diestra y siniestra de manera desorganizada. No quiere pensar que sería si el vengador tuviese el otro brazo.

Con un buen golpe en el rostro lo ha lanzado lejos y se incorpora presto, listo para detenerle.

—¿Qué demonios te sucede, Sasuke? —interpela y pasa el dorso por el hilillo de sangre que escurre de su labio partido.

Y tal parece que escuchar la voz de Naruto, lo único que causa es agrandar e intensificar la vesania y la psicosis en la que ha caído el otro. Por ello el áureo no es capaz de detener su lastimada espalada, cuando esta es azotada contra la pared, con tanta rabia que el muro se fractura.

Le toma por el cuello con saña y Naruto se ha congelado, pues advierte la seriedad en el ataque del otro...Sasuke le quiere lastimar...le quiere lastimar de verdad.

—¡Detente bastardo! —está aterrorizado y no por lo que le pueda pasar, sino por las consecuencias que le traería a Sasuke que alguien se diese cuenta de su repentina demencia. Odiaría verle tras las rejas o condenado a muerte, ya que de ser así tendría que enfrentar a Konoha y no quiere llegar tan lejos.

Los oídos del pelinegro parecen estar sellados, pues no se cansa de atacar de manera errática y furibunda. Naruto es naturalmente despistado y desatento, pero a pesar de no tener conocimiento sobre sentimientos, en consecuencia de haber carecido de amor desde su infancia, logra identificar lo que aqueja al otro.

Fervientes y latentes celos.

 Continuará...

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