Capítulo ocho

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Capítulo ocho: Empujón

El vehículo se detuvo frente a la casa de Tōru, Iwaizumi se quitó el cinturón de seguridad y descendió del auto para ir y abrir la puerta del copiloto. Oikawa observó sus movimientos hasta el momento en que observó la mano del moreno extenderse hacia él ofreciéndose para ayudarle a bajar del automóvil. Sus mejillas picaron por un momento.

"Debe ser el frío" pensó Tōru, aunque qué tenía aquello que ver con el picor en su rostro.

— Muchas gracias, Iwaizumi. — El castaño tomó la mano ajena bajando del vehículo. Su mirada subió hasta encontrarse con los ojos verdosos de Iwaizumi quien se mantenía observándole.

— Espérame mañana cuando termines, te traeré de vuelta.

Oikawa solamente pudo asentir, el moreno le dio una pequeña sonrisa antes de soltar su mano yendo a apoyarse sobre el capó de su vehículo. Tōru retrocedió un par de pasos sintiendo como si la capacidad para formular oraciones hubiese desaparecido de su ser.

"¡Despierta, idiota!".

Tras una bofetada mental, Oikawa se dirigió a la entrada de su casa girándose por un momento para despedirse con la mano del moreno. Iwaizumi imitó su gesto volviendo a subir al automóvil, terminando de esa manera el recorrido hasta su casa que se encontraba a tan solo unos metros.

Tōru pensó que no había necesidad de haber hecho dos paradas, después de todo, Iwaizumi pudo haber ido directo a su casa y él solo haber camino unos pocos metros para llegar a la suya; sin embargo, el pelinegro de todas formas se tomó el tiempo de detenerse frente a su hogar, ayudarle a bajar y esperar hasta que el castaño entrara asegurándose de que "llegara bien a casa". Se sentía raro, Tōru mantenía una mano sobre su vientre sintiendo un ligero cosquilleo.

— ¿Qué diablos me pasa? — Oikawa arrugó el entrecejo con molestia, no le agradaba para nada esa sensación.

Una vez dentro de su hogar, se dirigió a su habitación y dejó su mochila a un lado dirigiéndose a la ducha, pues se daría el baño que no se dio en el gimnasio tan solo para evitar adentrarse en esas duchas que tanto le desagradaban. Su cabeza parecía estar en otro mundo y lo único que Tōru deseaba en ese momento era relajarse y después acostarse a dormir para que su cerebro dejara de estar gastando energía en pensamientos que no eran para nada útiles.

Yamaguchi terminaba de beber su batido, una de sus manos sostenía el envase mientras la otra se encontraba cargando con su cabeza de manera perezosa

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Yamaguchi terminaba de beber su batido, una de sus manos sostenía el envase mientras la otra se encontraba cargando con su cabeza de manera perezosa. Sus ojos marrones se encontraban mirando fijamente al hombre frente a él quien no hacía nada más que mirar hacia otro sitio fingiendo no darse cuenta de la atención que el pecoso tenía sobre él. Yamaguchi sacó la pajilla con la que tomaba el refresco de su boca.

— Quiero que me ayudes con algo. — Los ojos del rubio frente a él finalmente le observaron.

— ¿Con qué necesitas ayuda esta vez? — Yamaguchi sonrió, el más alto solo suspiró sospechando lo que pasaba por la mente de su chico. — No haré de cupido si eso es lo que quieres.

— Anda, Tsukki~.

— Me niego. — Tsukishima sacó su billetera del bolsillo de su pantalón, seguido sacó un par de billetes que dejó sobre la mesa. — Si ya terminaste, regresemos.

Yamaguchi abultó los labios como un niño pequeño, el rubio no hizo más que rodar los ojos y ponerse en pie caminando hacia la salida. Sabía perfectamente que el pecoso no se quedaría atrás como un niño berrinchudo. El más bajo le alcanzó a los pocos segundos estirando su brazo para poder tomar la mano ajena y entrelazar sus dedos.

— ¿Recuerdas a Oikawa? — Tsukishima emitió un sonido afirmativo. — Hay alguien que está interesado en él.

— Qué mala suerte. — Respondió el rubio. — Ve y dile que se olvide de él, no va a conseguir nada más que ilusionarse.

— Déjame terminar. — Interrumpió Yamaguchi. — Creo que con un pequeño empujoncito podríamos lograr que Oikawa acepte-

— Yamaguchi, creo que si Oikawa no ha hecho nada por su cuenta hasta ahora es porque no lo quiere. — Los ojos de Tsukishima se posaron sobre el más bajo. — No interfieras entre ellos, si Oikawa llega a interesarse en ese pobre idiota buscarán entre ellos la manera de conseguir algo más que una simple amistad.

Yamaguchi guardó silencio. Las palabras de su pareja podían tener algo de razón, pero él estaba seguro de que por más que Oikawa quisiese estar con alguien aquello que le atormentaba todas las noches a la hora de ir a dormir no le permitiría ser feliz por más que amara a esa otra persona. Una mueca apareció en su rostro, no sabía si debía hacer algo por su cuenta o dejar que las cosas fluyeran según lo quisiera el destino.

Sus pies se detuvieron al llegar al vehículo de su pareja, Tsukishima abrió la puerta para él. Yamaguchi se adentró y colocó el cinturón esperando hasta que el rubio hizo lo mismo y comenzaran a desplazarse de regreso a la casa del pecoso.

— Aún tengo una duda... — Comentó Tsukishima sin apartar la mirada de la carretera. — La persona que dices está interesada en Oikawa, ¿es ese sujeto que parece su acosador?

Yamaguchi no pudo evitar reír al escuchar al contrario.

— Su nombre es Iwaizumi, es moreno de ojos verdes y tiene mi altura.

— Parece que alguien no creció mucho para ser un alfa. — Bromeó el rubio, Yamaguchi golpeó su muslo como regaño. — También me parece increíble que Oikawa tenga tal físico para ser un omega.

— Oh; vamos, Tsukki. Ya no estamos en el siglo XX. — Yamaguchi suspiró. — Por supuesto que de haber podido escogerlo, Oikawa no sería lo que es ahora.

Tsukishima hizo una mueca al observar la expresión triste en el rostro de su chico, en definitiva, Yamaguchi tenía un gran aprecio por aquel castaño que aparentaba ser lo contrario a su verdadera naturaleza.

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