Capítulo treinta y nueve

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Capítulo treinta y nueve: Cansado

Los ojos de Oikawa se abrieron con rapidez al escuchar el ruido de su alarma de fondo. Su cabeza dolió por unos segundos, al parecer lo que durmió no fue suficiente para su cuerpo.

Sus ojos marrones se movieron a su lado, notando al moreno que descansaba tranquilamente. Una pequeña sonrisa se estiró en su rostro y no pudo evitar llevar una mano a la mejilla de Iwaizumi para acariciar con delicadeza, por supuesto que no esperó que la mano del moreno se posara sobre la suya indicando que había despertado o que estuvo despierto todo ese tiempo.

— ¿Cómo amaneciste, cariño? — La voz de Iwaizumi sonó más rasposa de lo normal, Oikawa sonrió.

— Con un poco de dolor de cabeza, pero soportable... ¿Tú dormiste bien, Iwa-chan?

Iwaizumi rio asintiendo. Dejó una caricia en la mejilla de Tōru antes de levantarse y dar un estirón a su cuerpo.

— Haré algo de comer para que puedas tomarte una píldora, cariño. — Iwaizumi se giró para ver al castaño. — Dúchate, te iré a dejar al trabajo.

— No es necesario, Iwa-chan.

— Lo haré de todas formas. — Oikawa suspiró asintiendo. Iwaizumi salió de la habitación dejando a Oikawa solo.

Los ojos de Tōru fueron a la hoja que se encontraba sobre la mesa de noche al lado de la cama, de inmediato sintió un nudo en su garganta, pero sacudió su cabeza intentando no prestar atención a aquello que le hacía sentir tan mal.

Tenía que dejar de llorar y actuar más, debía encontrar a Suga o al menos comunicarse con él para estar tranquilo.

Con tranquilidad se puso de pie caminando hacia el baño y una vez allí comenzó a deshacerse de sus prendas de vestir hasta quedar desnudo.

Iba a adentrarse a la ducha, pero sus pies se detuvieron frente a un pequeño calendario que colgaba de un pequeño clavo al lado del espejo. Oikawa lo observó antes de suspirar y abrir uno de los cajones observando los varios tipos de píldoras que allí habían, muchas de ellas que había dejado de consumir hacia un tiempo.

— Parece que será una semana complicada... — Susurró para sí mismo mientras volvía a observar el calendario y mentalmente anotaba una fecha importante que llegaría en quince días. — Ánimo, Tōru, eres fuerte ahora.

Una pequeña sonrisa se estiró en su rostro mientras volvía a retomar su camino hacia la ducha, donde lavó su cuerpo con tranquilidad por los próximos diez minutos.

Cuando salió del baño, buscó inmediatamente las prendas que utilizaría ese día y guardó en su bolsa el uniforme del trabajo. Oikawa se aseguró de dejar todo listo para no tener ningún inconveniente.
Estando todo listo, el castaño salió de su habitación bajando las escaleras dirigiéndose de inmediato al comedor de dónde provenía un aroma agradable.

— ¿Necesitas ayuda, Iwa-chan?

El moreno se giró antes de sonreír y negar con la cabeza, pronto se acercó a la mesa con un plato y un vaso que formarían parte de su desayuno.

— Siéntate y come, Tōru, vendré en un segundo.

Oikawa asintió al pedido de Iwaizumi y tomó asiento en una de las sillas del comedor, agradeciendo por la comida antes de empezar a desayunar.
La casa se sumió en un profundo silencio que extrañó a Oikawa, pero tal como Iwaizumi mencionó, volvió con rapidez trayendo consigo su desayuno para unirse al castaño.

— Está delicioso, Iwa-chan... ¿Algún día me dirás el secreto? — Bromeó Tōru, Iwaizumi elevó la mirada antes de reír.

— El secreto es... — El moreno pareció pensarlo por unos segundos, luego una sonrisa apareció en su rostro a la vez que negaba. — No importa, lo que importa es que lo disfrutas ¿No?

— Qué malo eres, algún día lo descubriré. — Oikawa estiró su brazo para tomar la mano de Iwaizumi y acercarla a sus labios depositando un corto beso en los nudillos ajenos. — Gracias, Iwa-chan.

Un leve picor se apoderó del rostro del mayor quien sintió su estómago cosquillear.

— No es nada, Tōru.

El ruido de la puerta principal abriéndose llamó la atención de Tōru quien se giró dejando de lado lo que estuvo haciendo

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El ruido de la puerta principal abriéndose llamó la atención de Tōru quien se giró dejando de lado lo que estuvo haciendo.

— Oh, Tsukishima, hola.

Oikawa sonrió al ver la cabellera rubia familiar, este asintió como saludo mientras se acercaba al mostrador con una expresión relajada.

— ¿Qué puedo ofrecerte? ¿Está bien tu gato?

— Él está bien. — Asintió el rubio. — Venía a comprar algo de alimento, pronto se acabará el que compramos antes.

— Claro ¿El mismo de siempre? — Tsukishima asintió. Oikawa se agachó frente al mostrador desapareciendo por unos segundos de la vista del más alto, luego volvió a aparecer con una bolsa de tamaño considerable en sus brazos. — Aquí tienes.

— Gracias. — Una tarjeta fue extendida hacía Oikawa, este la tomó cobrando por el alimento con rapidez. — Oikawa.

— ¿Uhm? — Los ojos marrones de Tōru subieron a Tsukishima quien suspiró con una pequeña sonrisa.

— Yamaguchi no deja de molestar con que no te ve hace unos días... Deberías darte una vuelta por el gimnasio ¿No crees? Todos hablan de tu desaparición.

Una expresión de sorpresa apareció en el rostro de Oikawa. Era cierto, no supo en qué momento dejó de continuar con su rutina diaria en el gimnasio, aunque era cierto que el trabajo había reducido en gran parte su tiempo para hacer aquello.
Tōru pareció pensar por unos segundos, luego miró a Tsukishima asintiendo con la cabeza.

— Volveré pronto, dile que no se preocupe.

— Lo haré. — Oikawa entregó el alimento y la tarjeta que se le fue dada, el rubio agradeció y se despidió antes de salir del local dejando al castaño solo una vez más.

Podía escuchar el ruido que generaba su jefe a unos metros, pues se ocupaba de un tratamiento importante con un animal un tanto peculiar. No tardó en terminar su trabajo anterior para ir a echarle una mano a su jefe.

Faltaba una hora para que su jornada acabara, por lo que sentía un gran alivio con la idea de ir a descansar un rato entre los brazos de su novio. Sin embargo, esperaba también llegar a casa y encontrar alguna respuesta en la bandeja de entrada de su correo.

No importa lo que hiciera, Oikawa no podía dejar de pensar fácilmente en el albino que había desaparecido repentinamente.

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