Capítulo veinticinco

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Capítulo veinticinco: Sufrimiento

Los cubiertos fueron dejados sobre el plato, Kōshi limpió sus comisuras con una servilleta. Sawamura se levantó para ir a pagar la cuenta y los únicos presentes en aquella mesa eran el albino y la castaña.

— ¿Sabes, Suga? No podía esperar por darte la invitación, eres la persona que más quiero ver ahí. — Comentó Michimiya estirando sus brazos para tomar las manos del albino y acariciar su dorso con los pulgares.

Sugawara observó los ojos de la mujer, estos no hacían más que brillar con intensidad e ilusión debido a su compromiso y el gran deseo que sentía por ver a su mejor amigo estar ahí, en primera fila viéndole en el día más feliz de su vida. Ni un segundo en el que había estado ahí lo había disfrutado y se sentía terrible por ello.

¿Quizá la mejor opción sería alejarse de ellos?

Pero sabía perfectamente que destruiría el corazón de su mejor amiga y el de aquel azabache que la desposaría dentro de unos meses.

— Me hace muy feliz, Yui... — Susurró Suga. — Te ves muy feliz con él.

— Lo soy, Sawamura es... Perfecto. Desde el primer día me trató como una reina, todo es tan mágico que a veces me parece irreal.

Un suspiro escapó de entre los labios femeninos, un suspiro enamorado. Sugawara sonrió con algo de esfuerzo, hasta que el sonido del motor de un vehículo estacionándose frente al local llamó la atención del albino.

Sawamura llegó en ese momento también y cuando el azabache se sentó, Kōshi se puso en pie.

— Chicos, vinieron por mí. — Las miradas curiosas de la pareja se posaron sobre él. — Tengo un compromiso con Tōru.

— Oh, entiendo. Qué te vaya bien, entonces. — Respondió Michimiya sonriente.

— Gracias por todo, nos vemos luego. — Se despidió Sugawara tomando sus cosas y yendo hacia la salida.

Al salir del local notó a Oikawa apoyado sobre el capó de un vehículo, sus miradas se conectaron y de inmediato Suga pudo notar la preocupación y tristeza que había en los ojos de su castaño amigo.

— Gracias por venir, Tōru. — Agradeció Kōshi al encontrarse frente a frente.

Oikawa no respondió con palabras, sino con un fuerte y cálido abrazo el cual provocó que las lágrimas inundaran los ojos del albino rápidamente.

— Estoy aquí, Suga... Llora todo lo que necesites.

Fue entonces que Sugawara se rompió finalmente.

Tōru bostezó mientras su mano se movía sobre los cabellos albinos de su mejor amigo, ambos se encontraban acostados en su cama descansando

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Tōru bostezó mientras su mano se movía sobre los cabellos albinos de su mejor amigo, ambos se encontraban acostados en su cama descansando.
Después de recoger a Kōshi en aquel restaurante, Iwaizumi les llevó hasta la casa del castaño, Tōru le agradeció y le prometió que le iría a buscar una vez las cosas con Sugawara se solucionaran, el moreno no se quejó ni insistió y le pidió al castaño que le informara si llegaban a necesitar algo.
Entonces, al estar los dos solos, Kōshi se dejó caer en los brazos de Oikawa dejando salir todo aquel dolor que había acumulado en su corazón.

"Duele mucho, Tōru" fueron las palabras del más bajo antes de caer inconsciente sobre el colchón de su cama.

Habían pasado dos horas desde que llegaron y Oikawa estaba seguro de que su amigo pasaría la noche ahí, así que se tomó la molestia de levantarse e ir a buscar un pijama.

— Suga. — Oikawa meneó suavemente al albino. — Suga, despierta y cambia tu ropa.

Los ojos de Kōshi se abrieron encontrándose con Oikawa quien sonrió y se inclinó a depositar un corto beso en su frente.

— ¿Qué hora es?

— Las siete... ¿Quieres cenar antes de dormir? — El albino asintió.

Con la ayuda del más alto Sugawara cambió sus prendas por aquel pijama, Tōru hizo lo mismo después y juntos bajaron a la cocina en donde el castaño puso manos a la obra para preparar la cena.

Kōshi decidió ir a la sala de estar, sentándose en posición fetal en la esquina de uno de los sofás mientras esperaba por la comida. Se sentía mal por no ayudar a su amigo, pero también estaba completamente de seguro de que al castaño no le importaba en lo absoluto.

— Suga, ven. — Llamó Tōru. El albino no tardó en ponerse en pie –con un poco de esfuerzo– y se dirigió al comedor en dónde su mejor amigo terminaba de preparar la mesa. — Sírvete.

— Muchas gracias, Tōru. — Agradeció el albino.

Ambos tomaron asiento y dieron inicio a una cena en la que el silencio fue el que reinó durante todo el tiempo. Cada uno se encontraba en sus respectivos pensamientos, intentando lidiar con aquellos tormentos que los acompañaban día a día.

— ¿Cómo te fue con Iwaizumi? — Preguntó Kōshi de repente. La mirada de Oikawa se posó sobre él con sorpresa.

— ¿Quieres hablar de eso, Suga? — El albino asintió. — Estuvo muy bien... Conocí a sus jefes.

— ¿Son personas agradables?

— Lo son, Kuroo es bastante carismático, aunque puede ser algo tonto y Kenma es más reservado, pero es bueno para escuchar a los demás. — Comentó el castaño, Sugawara sonrió, al menos podía sentirse feliz por la relación de su mejor amigo y su progreso en el amor.

— ¿No ibas a verte con Iwaizumi? — Recordó Suga, Oikawa sonrió.

— Él puede esperar, mi prioridad ahora eres tú.

Kōshi sonrió asintiendo. La cena culminó minutos después y esta vez ambos recogieron todo juntos. El ánimo de Sugawara subió un poco y entre unas cuantas risas limpiaron el lugar y volvieron a la habitación del castaño en donde ambos dormirían.

Si bien había otras habitaciones de invitados en donde el albino podía dormir cómodamente, ambos estaban de acuerdo en pasar la noche juntos, eran como dos hermanos inseparables que necesitaban del otro para poder descansar en paz.

— ¿Necesitas dormir con la luz encendida? — Bromeó Tōru, Sugawara le miró con una sonrisa burlona.

— Te recuerdo que eras tú el que lloraba cuando apagaban la luz de niño.

Oikawa rio revolviendo los cabellos albinos y después apagó el interruptor. La oscuridad invadió la habitación completa y Tōru no dudó en dejarse caer al lado del más bajo rodeando su delgado cuerpo con sus brazos.

— Buenas noches, Suga.

— Buenas noches, Tōru.

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