Oikawa le dio un sorbo a su taza de té antes de suspirar y mirar a su acompañante quien hacía lo mismo que él. Lo último que había pensado recibir era una carta de parte de aquel amigo suyo dueño de una empresa invitándolo a asistir a su boda, pero lo que más le sorprendió fue saber con quién contraería matrimonio aquel azabache.
Michimiya Yui.
Tōru conocía un poco de la historia de aquellos dos, sin embargo no lo suficiente para entender cómo habían terminado comprometidos. Daichi le mencionó en un par de ocasiones que la ojimarrón era una buena amiga suya la cual conocía desde hacía muchos años atrás, cada vez que la castaña era la protagonista de alguna de sus conversaciones Daichi nunca le había dado a entender que deseara tener algo más que una amistad con la fémina. Y ahí estaban ahora, Oikawa observando al azabache frente a él quien parecía tener su mente en otro lado. Una parte de Tōru deseaba ser un poco entrometido y preguntar el porqué Daichi había decidido contraer matrimonio con aquella mujer, pero otro lado suyo le insistía en no ser maleducado. Si Sawamura no deseaba contarle por decisión propia quizás era porque no se sentía listo para hablar de ello o no quería compartir sus razones con el mundo.
— Creo que... Lo último que esperaba era que tú te casaras, Daichi. — Comentó sonriente el castaño, su acompañante le observó antes de reír y asentir.
— Aunque no lo creas, yo tampoco lo esperaba. — Un suspiro abandonó su cuerpo. — A veces siento que mi vida está bajo el control de una fuerza mayor, pero no me quejo de ello, esto me hace... Feliz.
Tōru arrugó ligeramente el entrecejo, pareciera como si toda aquella oración formulada por el azabache tuviera un significado oculto el cual él no podía descifrar del todo bien.
Por esa misma razón, Oikawa creyó que lo mejor era dejar ese tema a un lado para evitar crear alguna futura situación incomoda que pudiera perjudicar el tranquilo momento; sin embargo, la idea que pasó por la mente de Tōru pareció no ser la mejor.
— Oh, es cierto. — Una enorme sonrisa apareció en el rostro del más alto al encontrar un nuevo tema de conversación para ellos dos. — No estoy seguro de si lo recuerdas, pero Suga ha vuelto al país después de varios años en el extranjero.
La mirada de Daichi fue rápidamente hacia Oikawa quien se mantenía sonriente, su expresión llena de felicidad pasó a una de leve confusión cuando se dio cuenta de que el azabache frente a él parecía algo conmocionado, pues las palabras no salían de su boca mientras se veía intentando procesar la información brindada por el castaño.
— ¿Pasa algo, Daichi? — Cuestionó Tōru con algo de preocupación, el contrario parpadeó un par de veces reaccionando y una forzada sonrisa decoró su rostro.
— Eh... No, no es nada. — Sawamura rascó su nuca con evidente nerviosismo. — Es solo que no esperaba que él volviera, se fue del país hace muchos años y apenas lo recordaba.
— ¿En serio? Creí que eran muy unidos, Suga me contó que sus padres eran buenos amigos y sus casas se encontraban prácticamente al lado de la otra.
El sonido de un teléfono sonando interrumpió al azabache quien parecía a punto de responder. Tōru sacó su móvil del bolsillo y observó quien podría estarle llamando.
— Hey, hablando del rey de Roma... — Pronunció antes de atender la llamada con una enorme sonrisa decorando su rostro. — ¡Suga, hola!
El cuerpo entero de Daichi se tensó. Oikawa hizo una seña hacia su acompañante indicando que volvería en unos momentos cuando finalizara la llamada que había recibido. Toda aquella situación comenzaba a generarle una gran intriga a Tōru y aunque decidiera no ser entrometido sabía perfectamente que llegaría el momento en que toda la verdad saliera a la luz.
El portón de la residencia del castaño se abrió permitiendo entrar a dos personas que se encontraban afuera esperando a ser invitadas. Sugawara no dudó en abalanzarse sobre Tōru cuando lo encontró con la mirada, por otro lado, Iwaizumi mantuvo su distancia a los dos restantes para evitar incomodarles.
— Me encontré a Iwaizumi en la entrada ¿Irán al gimnasio como siempre? — Pronunció el albino, Oikawa asintió como respuesta.
— Sí ¿Nos acompañas?
— Lo siento, esta vez venía de pasada, quedé con un viejo amigo de vernos para tomar algo y charlar. — Respondió Suga caminando hacia la salida. — Y tú... Deberías aprovechar. — Susurró lo último para que el moreno que los esperaba a unos metros no escuchara.
— Sí, sí. — Tōru tomó de los hombros al más bajo guiándolo a la salida. — ¿No prefieres que te acompañe hasta el sitio al que vas?
— No es necesario, es cerca, además tienes un compromiso con Iwaizumi, ve.
Oikawa asintió observando al albino alejarse y despedirse con la mano antes de desaparecer de sus vistas. Sus pies le llevaron hasta la puerta del copiloto en donde Iwaizumi se encontraba para abrirle y ayudarle a subir.
— ¿Llevas todo? — Preguntó el azabache.
— Todo listo.
Iwaizumi cerró la puerta del acompañante y subió al asiento piloto para seguidamente dar comienzo a su corto viaje hacia el gimnasio. Durante el camino el silencio fue roto y ambos entablaron una corta conversación sobre lo que habían hecho esa mañana y al llegar a su destino ambos bajaron del vehículo.
Tōru se detuvo antes de entrar a la construcción, Iwaizumi se percató de ello y se detuvo también observando al castaño quien parecía estar pensando en algo.
— ¿Qué pasa? — Preguntó Hajime, Oikawa elevó la mirada y rascó su nuca antes de hablar.
— Tú... ¿Quieres ir por un café después de hacer ejercicio? ¡Yo invito!
Iwaizumi pareció procesar la información por unos segundos antes de que una pequeña sonrisa apareciera en su rostro. Sus pies le acercaron a Tōru ganando la mirada del castaño quien continuaba en la espera de una respuesta.
— Por supuesto, pero... No es necesario que me invites, yo pago. — Respondió Iwaizumi.
— No, no. Yo invitaré esta vez. — Oikawa apartó al moreno de su camino entrando finalmente al establecimiento.
Iwaizumi rio siguiéndole el paso. Sabía lo cabeza dura que podía ser el castaño, pero él también podía ser algo necio si se lo proponía. Él definitivamente pagaría.
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𝑰'𝒎 𝑶𝑴𝑬𝑮𝑨 - 𝑰𝒘𝒂𝒐𝒊
FanfictionPara muchas personas la presentación era el mejor momento de sus vidas, con tan solo diez años los niños sabrían cómo deberían vivir por el resto de sus vidas. Aún así, unos años antes de presentarse habían muchas señales que determinaban la posible...