Capítulo cuarenta y uno

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Capítulo cuarenta y uno: Preparativos

Oikawa bostezó ruidosamente mientras caminaba hacia la cocina. Había despertado hacía poco y estaba agradecido en demasía por haber visto en su teléfono que por fin era fin de semana.
Estaba dispuesto a hacer algo de comer para esa mañana y después darse una ducha. No tenía planes para ese día, pero la idea de darle una visita a una pareja conocida no sonaba mal.

Antes de dar el primer paso para llegar a su destino, el sonido del timbre sonando llamó su atención. El entrecejo de Tōru se arrugó.

— ¿Quién será a esta hora...? — Se preguntó a sí mismo. Sus pies le llevaron a la puerta principal, abrió la puerta y entrecerró los ojos por unos segundos debido a la intensa luz solar, pero no fue hasta unos segundos después que logró divisar a unos metros a Daichi, observándole desde el gran portón que le mantenía protegido como si fuera una princesa encerrada en la torre. — ¿Daichi?... Hola.

— Hola, Tōru. — Saludó con la mano, sin embargo, la mueca en su rostro dejó entender a Oikawa que algo le preocupaba al pelinegro. — ¿Tienes tiempo? Quiero hablar contigo sobre algo importante.

— Oh... Claro. — El castaño se acercó hasta el portón, quitando el seguro para dejar entrar a Sawamura y pronto encaminarse juntos a la sala de estar.

— Siento mucho mi visita tan repentina. — Se disculpó Daichi. — Pero estoy realmente preocupado.

— ¿Qué te inquieta? — Preguntó Oikawa. — ¿Quieres algo de beber?

— No, gracias. — Negó ante la oferta. — Verás, Tōru... Sé que no he hecho las cosas de la mejor manera y probablemente es mi culpa por confundir mis sentimientos y ser incapaz de negarme, pero... He intentado comunicarme con Suga hace unos días, no he recibido ninguna respuesta y creo que... Es extraño.

Oikawa miró al pelinegro por unos segundos antes de soltar un largo suspiro y dejarse caer a su lado en el sofá.

— Daichi... A veces dejar ir también es amar. — Los ojos de Oikawa se movieron hacia el techo mirando a la nada. — Creo que todo este tiempo ustedes estuvieron jugando a quién fingía mejor y lamentablemente no pudieron soportar sus propias reglas.

— ¿Te refieres a...?

— Sí. — Oikawa volvió a posar su mirada sobre Daichi. — Es culpa de ambos, ustedes son adultos y no son tontos como para no darse cuenta ¿Me equivoco?

— No... No lo haces. — Sawamura llevó sus manos a su rostro con frustración. — De haber sabido que las cosas terminarían así, yo... Me habría negado desde un principio.

— Desde un principio ambos sabían que esto terminaría así, Daichi. — Oikawa arrugó el entrecejo. — Ustedes dos... — Suspiró frustrado. — De verdad que me sacarán canas verdes.

Oikawa se puso de pie para después colocarse frente a Daichi, el azabache le miró con confusión.

— Levántate, no encontrarás a Suga conmigo. — Sawamura elevó una ceja sin entender. — Suga tomó la decisión de marcharse, todo esto le afectó más de lo que pensó... De lo que pensamos.

— ¿Se fue? — Daichi se mostró preocupado. — ¿Sabes a dónde se fue? Por favor, Tōru... Dímelo.

— No lo sé, lo siento... Suga decidió desaparecer hasta que... Se recupere de esto. No esperes que él asista a tu boda, sería egoísta que quieras eso.

Sawamura bajó la mirada al suelo sintiendo su pecho punzar cada vez que su corazón bombeaba sangre. No podía creerlo, su mente no era capaz de procesar todo aquello que Tōru había dicho, pero sabía que debía hacer algo al respecto o su corazón también terminaría destrozado igual o peor que el del albino.

 No podía creerlo, su mente no era capaz de procesar todo aquello que Tōru había dicho, pero sabía que debía hacer algo al respecto o su corazón también terminaría destrozado igual o peor que el del albino

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Oikawa terminó de servir el café en las tazas, el aroma inundaba toda la cocina y se escapaba hacia varios sitios de la casa.
Con cuidado, tomó la bandeja y salió del lugar con dirección a la sala de estar, en dónde un par de rostros conocidos le esperaban con grandes sonrisas.

— Aquí tienen.

— Por fin, estaba ansioso por probar tu café de nuevo. — Un suave codazo llamó la atención de Bokuto. Oikawa rio.

— Bokuto, no seas maleducado.

Después de la inesperada visita de Daichi por la mañana, Oikawa estaba planeando ir a la residencia de Bokuto y Akaashi, sin embargo y para su sorpresa, la pareja pareció leer su mente apareciendo después de medio día frente al portón de su casa.

Por supuesto que los recibió sin dudarlo, ambos parecían emocionados y estaba seguro de que Akaashi estaría ansioso de sentarse a conversar sobre sus últimos días, especialmente para conocer qué había sido de la vida romántica del castaño.

— Pensaba darles una visita hoy. — Comentó Tōru mientras tomaba asiento frente a la pareja. — ¿Acaso me leyeron la mente?

— Bueno, puede ser... — Bokuto sonrió. — En realidad, queríamos decirte algo importante.

— Bokuto y yo hemos continuado con los preparativos para nuestra boda. — Siguió Akaashi, Oikawa asintió sonriente. — Aún no terminamos de decidir la fecha, en realidad, nos gustaría que sea lo más pronto posible.

— ¿Qué los detiene? — Preguntó Oikawa, Akaashi rio.

— Nada, pero tampoco queremos apresurar de más las cosas. — El pelinegro tomó la mano de su pareja para darle un suave apretón. — Tenemos a unos cien invitados en mente.

— Wow, ¿cien personas no es demasiado?

— Para nada. — Negó Bokuto. — Nos gustaría invitar a otras cien más.

— Bokuto. — Akaashi le llamó la atención entre risas. — Todavía falta enviar varias invitaciones, pero como ya sabes, Tōru, tú tienes un espacio desde el primer momento en primera fila.

— Chicos, me harán llorar. — Bromeó Oikawa. — Cuando la fecha esté decidida, háganmelo saber para hacer un espacio en mi agenda.

— Por supuesto, serás el primero en saberlo.

Los tres guardaron silencio cuando el ruido del portón siendo abierto y cerrado se escuchó por la sala de estar. Akaashi fijó su mirada en Oikawa con curiosidad, pero pronto sus dudas fueron aclaradas.

La puerta principal fue abierta y por ella entró un hombre moreno y pelinegro cargando en uno de sus brazos un pequeño ramo de flores.
Oikawa sintió que la sangre subía a su rostro con rapidez y su corazón no ayudó en lo absoluto cuando empezó a bombear sangre más rápido de lo normal.

— Oh, ¿vine en mal momento?

Iwaizumi se acercó a ellos. Con cuidado entregó las flores a Tōru y depositó un corto beso en su mejilla antes de observar a la pareja y saludarles con amabilidad.

— Iwa-chan ¿Qué haces aquí tan temprano? ¿No deberías estar trabajando?

— Terminé el trabajo hace unos minutos, pensaba venir a hacerte la cena.

Akaashi miró a Bokuto con una enorme sonrisa en su rostro sintiendo sus mejillas picar ligeramente por la emoción, Bokuto por su parte le observó también inclinándose a dejar un beso en la frente de su pareja.

Definitivamente Tōru había cambiado de manera repentina desde que conoció a Iwaizumi y eso hacía sentir feliz a sus amigos más cercanos.

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