Capítulo treinta y dos

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Capítulo treinta y dos: Iwa-chan

Oikawa abrió los ojos con confusión tras sentir como era movido de un lado a otro, seguido de eso sintió su cuerpo ser depositado sobre una superficie suave.

— ¿Has despertado, Tōru? — La voz de Iwaizumi le tranquilizó, finalmente observó al moreno quien apareció frente a él sonriente dando una caricia en su mejilla. — ¿Todavía no tienes hambre?

Oikawa negó, sus brazos se estiraron hacia el pelinegro buscando su calor de nuevo. Iwaizumi no se lo negó, su cuerpo se acercó al del castaño rodeando su cintura con sus fuertes brazos.
No dijeron nada, Iwaizumi entendió que el castaño no quería hablar por el momento y a pesar de que quería saber qué había sucedido momentos atrás en aquel restaurante, contuvo su curiosidad con tal de respetar a su pareja.

No quería empeorar su daño emocional, quería que Tōru se sintiera mejor pronto.

Pronto ambos se recostaron en la cama, manteniéndose entre los brazos del otro, en silencio y compartiendo su calor y compañía. Oikawa se sentía mejor, se lamentaba ser tan tonto por haber aceptado verse con su familia sabiendo que estos jamás cambiarían, que incluso su propia madre lo detestaba por no ser perfecto, pero, aun así, ahí estaba Iwaizumi a su lado, le abrazaba y daba caricias en sus cabellos que le hacían sentir mejor, que le hacían sentir amado.

— Iwaizumi... — La voz del castaño salió rasposa, pero audible para el moreno quien de inmediato le miró. — ¿Tú me quieres?

— ¿Por qué preguntas eso, Tōru? — La voz de Iwaizumi tenía una pizca de desconcierto. — Por supuesto que te quiero... Quererte es incluso poco.

— No... — Oikawa negó. — Me refiero a... Quererme... A pesar de lo que soy.

El moreno se sentó en la cama repentinamente mirando a Oikawa con el entrecejo arrugado, el castaño sintió su corazón palpitar con temor.

— Y ¿Qué eres, Tōru? — Preguntó el azabache. — ¿Qué te hace diferente a los demás?... ¿Ser alto? ¿Ser fuerte? ¿No cumplir con los estereotipos de omega que impuso esta sociedad? — Iwaizumi soltó un largo suspiro antes de negar y relajar su entrecejo, cambiando su expresión molesta por una más serena. — Tōru, cuando te vi por primera vez no me importó lo que eras... Si hay un raro entre nosotros dos, ese seré yo.

Oikawa arrugó el entrecejo con confusión, Iwaizumi acarició su mejilla.

— Si hubieras sido un alfa, un beta o un omega, me habría enamorado de ti sin importar nada... Qué importa si la gente me miraba raro por andar con otro alfa o un beta macho... Es mi vida, yo decido a quien quiero amar ¿Entiendes? — Un corto beso fue depositado en la frente de Oikawa. — Debes aprender a mirar a tu alrededor, amor... Te darás cuenta entonces que la sociedad está cambiando, que no eres el único omega guapo, fuerte e independiente que camina por las calles, que no eres extraño ni mucho menos despreciable... Hay muchas personas que te aman por cómo eres y que tu familia no lo haya hecho no significa que nadie más lo hará.

Los ojos de Tōru comenzaron a humedecerse, en realidad, no supo en qué momento había comenzado a llorar mientras Iwaizumi hablaba, su corazón ya no se encontraba temeroso o inquieto, sino que ardía fuertemente por el amor que sentía. Lo amó, amó la sinceridad de Iwaizumi y también agradeció por tenerle a su lado, pues qué habría sido de él si hubiese tenido que enfrentar aquello solo y sin nadie más a su lado. Terminaría devastado llorando al lado de Sugawara por semanas hasta que decidiera fingir olvidar aquello y volver a hundirse en esa faceta falsa suya fingiendo ser el omega más feliz e inquebrantable que alguien vería.

Tōru limpió sus lágrimas y nariz antes de mirar al moreno a su lado y dedicarle una pequeña, pero real sonrisa, Iwaizumi también sonrió, era el hombre más adorable y hermoso que había conocido jamás, para Iwaizumi si la perfección existiera sería personificada por el omega en sus brazos, nada ni nadie más podría hacerle sentir lo que el castaño le hacía sentir cada momento que le tenía junto a él e incluso cuando no estaban cerca su corazón bombeaba con fuerza por el simple hecho de pensarle.

— Deja de mirarme así, Iwaizumi, me pones nervioso. — Susurró Oikawa en queja haciendo reír al contrario.

— ¿No dejarás de llamarme por mi apellido incluso cuando ya eres mi novio? — Preguntó el moreno inclinándose a dejar un delicado beso en la frente del castaño.

— ¿Cómo quieres que te llame? — Tōru miró al azabache por unos segundos antes de sonreír, Iwaizumi elevó una ceja al notar la diversión presente en aquella sonrisa traviesa. — ¡Iwa-chan! — Propuso Oikawa, Iwaizumi arrugó el entrecejo.

— ¿Iwa-chan? ¿Qué clase de apodo es ese? — Respondió negando con su cabeza. — No... Puedes hacerlo mejor.

— Iwa-chan suena interesante y divertido. — Oikawa rio pellizcando suavemente las mejillas ajenas. — Así no te llamaré más por tu apellido... Al menos no del todo.

— Podrías llamarme... No sé... ¿Hajime? ¿Amor de mi vida? ¿Cariño?

— Oh, eres tan cursi, Iwa-chan. — Tōru se acercó a plantar un corto beso en los labios de su pareja, este lo aceptó de mala gana. — Te llamaré así hasta que consiga algo mejor ¿Te parece?

— Tengo la oportunidad de negarme ¿Acaso? — Oikawa sonrió, Iwaizumi lo entendió como un no, por lo que solo se dignó a suspirar y asentir. — Te amo, Tōru...

El castaño sonrió abrazándose al cuerpo contrario por unos segundos, después suspiró y respondió.

— También te amo, Iwa-chan... Más de lo que crees.

— Lo sé.

Lo sabía, Iwaizumi era consciente del amor que el más alto tenía, pero si de algo estaba seguro era de que él lo amaba mucho más... Tanto que podría dar su propia vida con tal de proteger y hacer feliz a su amado Tōru. No podía volver a permitir que alguien lo hiriera de aquella manera, incluso si debía enfrentar a la familia de su novio con tal de lograr su objetivo. 

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