Capítulo treinta y ocho

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Capítulo treinta y ocho: Lamentar

Oikawa cerró sus ojos mientras disfrutaba de las suaves caricias que su pareja daba a su cabeza, los músculos de su cuerpo se habían relajado y sus párpados se volvían cada vez más difíciles de mantener abiertos. El sueño llegaría pronto, pero Tōru no podía dormir aún.

Sus ojos volvieron a abrirse y, tomando su celular, abrió la app de mensajes con la esperanza de haber recibido una respuesta por parte de su mejor amigo, pero no había nada.

Observó los mensajes que otras personas le habían enviado, pero no eran relevantes al lado de la preocupación que sentía Tōru por el albino.

— Iwa-chan. — Llamó Oikawa, los movimientos sobre su cabeza se detuvieron y la mirada del moreno se clavó sobre él. — Iré al departamento de Suga... No me ha respondido desde hace un buen rato y... Me preocupa un poco.

— ¿Quieres que te lleve? Es tarde, no me gusta que andes por ahí a estas horas.

Oikawa sonrió antes de asentir.

Ambos se pusieron de pie y buscaron un abrigo antes de salir de la casa del moreno y seguido subieron al vehículo de Iwaizumi quien no tardó en empezar a conducir con dirección al departamento de Sugawara.

Oikawa observó las estrellas que decoraban la noche, le parecían tan hermosas que se distrajo en ellas durante todo el camino y de no ser por la mano ajena que se posó sobre su muslo no habría salido de aquel trance en un buen rato.

Cuando Tōru observó la puerta familiar frente a él no tardó en bajar del vehículo acercándose al departamento para tocar un par de veces la puerta.

— ¿Suga...? Soy yo, Tōru ¿Estás ahí? ¿A qué hora piensas responder a mis mensajes?

Hubo un pesado silencio, Oikawa frunció el entrecejo y llevó la mano a la manija de la puerta notando que esta estaba sin seguro. Abrió con rapidez y encendió las luces observando a su alrededor.

Todo estaba igual que siempre, no había ni un solo mueble desordenado, aquello extrañó al castaño aún más.
Sus pies le llevaron a recorrer todo el departamento buscando encontrarse con su mejor amigo, a su vez, Iwaizumi bajó del vehículo para acercarse a la entrada observando a su pareja caminar de un lado a otro con la misma expresión preocupada que había observado desde que el reloj marcó las ocho de la noche y el albino no había respondido.

Los minutos pasaban y Oikawa parecía haberse detenido en algún lugar de aquella casa, Iwaizumi se adentró al lugar cerrando la puerta detrás suyo, su mirada buscó a Tōru, hasta que lo encontró en la habitación del albino.

Oikawa se encontraba sentado en la cama sosteniendo una hoja con una mano, sin embargo, su mirada parecía perdida en algún punto del suelo.

— ¿Tōru? ¿Está todo bien, cariño? — Los ojos de Oikawa se elevaron hacia su pareja mientras sus labios se apretaban entre sí, Iwaizumi se acercó a él con rapidez acunando las mejillas del castaño entre sus manos.

— Suga se ha ido... — Susurró Oikawa en un hilo de voz. — Se ha derrumbado y yo no me di cuenta...

Iwaizumi sentía que su corazón se partiría en dos si las cosas seguían así

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Iwaizumi sentía que su corazón se partiría en dos si las cosas seguían así. Con pasos silenciosos se acercó a la cama matrimonial que compartía con Oikawa y se inclinó a depositar un corto beso en la frente del castaño. Sus ojos observaron como el menor tenía aún rastros de lágrimas y mocos por su cara, sus párpados y nariz también se encontraban enrojecidos de tanto limpiar los líquidos que su cuerpo liberaba debido a la tristeza.

Con delicadeza, Iwaizumi quitó de las manos de Tōru la hoja de papel que habían encontrado un par de días atrás en el que era el departamento de Sugawara y ahora se encontraba vacío después de que Tōru decidiera llevarse las cosas de su mejor amigo de manera temporal a su casa. Los anteriores dos días el castaño no había tenido descanso alguno, su alarma sonaba a primera hora y se iba inmediatamente al trabajo, luego de eso se tomaba una hora en el gimnasio para liberarse del estrés que sentía, aunque aquello parecía ser en vano, pues al regresar a casa se sentaba frente a su laptop esperando una respuesta de su mejor amigo hasta las nueve de la noche que decidía irse a dormir, aunque terminaba llorando de nuevo por no conocer el paradero o estado del albino.

Iwaizumi sentía que se volvería loco, pero por la frustración de no poder hacer algo por su pareja. Había hablado con Kuroo, sabía que el pelinegro tenía una diversidad de contactos y podrían ayudarle a encontrar a Sugawara, pero era una situación complicada, pues este prácticamente se había esfumado del país, si no es que del planeta en general.
Para el moreno, acompañar a Oikawa en aquel momento de manera física y emocional no era suficiente.

Con sumo cuidado, Iwaizumi se recostó sobre la cama después de asegurarse de que todas las luces de la casa del castaño se habían apagado y cubrió sus cuerpos con las ligeras sábanas que les acompañaban, sus brazos envolvieron el cuerpo de su pareja, acercándole al calor de su pecho para intentar trasmitir algo de tranquilidad en aquella noche.
Sus ojos observaron una última vez el rostro de Tōru antes de suspirar y dejar caer sus párpados para descansar y poder tener la suficiente energía al día siguiente e ir a trabajar.

Sin embargo, un suave lamento lo hizo abrir sus ojos con rapidez, llevando la mirada a Oikawa, quién arrugaba el entrecejo mientras se aferraba a su cuerpo.

— No te vayas...

El moreno volvió a sentir el mismo punzón en su pecho, con su diestra acarició delicadamente los cabellos de Oikawa, susurrando suaves palabras a su oído esperando que fuera suficiente para calmarle y permitirle dormir mejor el resto de la noche.

— Todo estará bien, amor... Te lo prometo. — Iwaizumi depositó otro corto beso en la frente de Tōru, sus párpados pesaban, pero no estaba seguro de poder dormir en paz si Oikawa no podía hacerlo también.

Esperaba que esa no fuera una noche larga y agotadora.

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🧸 Un voto y un comentario se agradecen.

Acabo de darme cuenta que ya casi son cuarenta capítulos, no creí que el libro se iba a extender tanto... Debería empezar a pensar en un final ¿No creen?


𝑰'𝒎 𝑶𝑴𝑬𝑮𝑨 - 𝑰𝒘𝒂𝒐𝒊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora