Capítulo dieciséis

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Capítulo dieciséis: Encuentro

Sugawara observó todo a su alrededor con gran sorpresa, sus ojos brillaban como los de un niño emocionado.

— Dios mío, vives como un rey, Tōru. — El albino rio. — Desearía vivir en un lugar como este.

— Bueno, puedes venir a vivir conmigo cuando quieras. — Respondió Oikawa tomando asiento en el sofá de la sala de estar.

— No quiero molestar, además debes disfrutar mucho de tu soledad. — Tōru hizo una mueca, Suga se aproximó para tomar asiento a su lado. — Me refiero a que no quiero perturbar tu paz.

Kōshi apoyó su cabeza en el hombro contrario, Oikawa sonrió acariciando los cabellos albinos de su amigo. No había necesidad de hablar o hacer algo en específico para sentirse bien, la compañía del otro era más que suficiente.
Sin embargo, Tōru sabía que pronto sería hora de ir a entrenar, por lo que debía prepararse pronto.

— Suga. — Oikawa llamó.

— ¿Qué pasa, Tōru?

— Debo ir a entrenar. — Sugawara levantó su cabeza para mirar al castaño. — En una hora, para ser exactos... Si gustas acompañarme no tengo problema, creo que no se molestarán si solo vas a ver.

— ¿Puedo hacer eso? — Tōru asintió. — Bien, entonces ve a alistarte, te esperaré aquí.

Oikawa sonrió y revolvió los cabellos ajenos antes de ponerse en pie y dirigirse a su habitación. Estaba entusiasmado por presentar a Sugawara con sus conocidos, especialmente a Yamaguchi.

Kōshi se puso en pie y empezó a recorrer la enorme casa en silencio, aún le parecía increíble que todo aquello fuera parte de un error, aunque de cierta manera estaba agradecido por la confusión del padre de Tōru, pues ahora su amigo tenía un lugar como ese para vivir el resto de sus días si así lo deseaba.
Sus pies lo llevaron a la entrada principal, salió y observó el jardín del sitio notando como todo parecía estar bien cuidado. Desconocía si Tōru contrataba algún servicio para cuidar de la vegetación que allí había, pero debía admitir que todo se veía maravilloso. Más tarde podría proponerle al castaño la idea de colocar una mesa o pequeño quiosco allí afuera para tomar el té o café en la tarde.

Estuvo allí por unos minutos, Tōru continuaba preparándose y él no tenía nada más que hacer así que continuó observando a su alrededor hasta llegar al enorme portón de entrada. Sus ojos marrones se movieron al frente encontrándose repentinamente con unos ojos verdes que le parecían observar con curiosidad.
Sugawara observó con rapidez a la otra persona frente a él, vestía ropa deportiva y detrás suyo había un vehículo lujoso.

— Disculpa... ¿Quién eres? — Preguntó Kōshi al notar a la otra persona parecer estar esperando a algo o a alguien.

— Lamento mi mala educación. Soy Iwaizumi, Iwaizumi Hajime. — El moreno estiró el brazo para estrechar la mano con la del albino a través del portón, Suga aceptó el saludo algo dudoso.

— Mucho gusto Iwaizumi, soy Sugawara Kōshi. — Se presentó. — ¿De casualidad buscabas a Tōru?

— Sí, esperaba por él.

Un silencio abrumador se instaló entre ambos, Sugawara empezó a sentirse intimidado por la otra persona. Era un poco más bajo que ese hombre y estaba totalmente seguro de que era un alfa por su fuerte aroma, se preguntaba qué haría alguien como él buscando a Tōru.

— ¡Suga~! ¿En dónde estás?

La voz de Oikawa hizo que ambos miraran hacia la puerta principal desde donde salió un hombre alto y castaño buscando con la mirada a alguien.
Los ojos de Tōru fueron hacia ellos y Sugawara se dio cuenta de inmediato que no era a él a quien estaba mirando.

— Iwaizumi.

— Oikawa.

Ambos se observaron por unos segundos antes de que Tōru soltara un suspiro y se acercara a Sugawara tomándole de los hombros.

— Al parecer no te tragó la tierra. — Comentó el castaño con un tono burlesco, el moreno arrugó el entrecejo.

— Sí... Sobre eso, tuve algunos asuntos del trabajo que tratar.

— No tienes por qué darme explicaciones, Iwaizumi. — Oikawa dio una enorme sonrisa. — Te presento a Suga, nos conocemos desde que éramos unos niños.

— Nos hemos presentado ya, es un gusto. — El moreno se cruzó en brazos girándose para observar su vehículo. — Pensaba pasar por ti para ir juntos al gimnasio.

— Bueno, como puedes ver no soy solo yo ahora, puedes irte primero si así lo deseas.

Sugawara miró a su amigo antes de reír nervioso y girarse para mirar al castaño a los ojos. Oikawa le miró también levantando una ceja en señal de curiosidad.

— Sabes que no tienes que llevarme, Tōru ¿Por qué no vas con él? Así no caminarás.

— No. — Iwaizumi interrumpió. — Puedo llevarlos a ambos, no es problema.

Iwaizumi y Tōru se observaron por unos segundos antes de que el más alto asintiera.

— Iré por mis cosas, espera aquí, Suga.

El albino asintió observando a su amigo volver a adentrarse en su casa. Sus dedos jugaron entre sí por unos segundos mientras intentaba ignorar la intensa mirada que se encontraba sobre él haciéndole sentir aún más pequeño de lo que era.
Iwaizumi no podía evitar hacerlo, tenía muchas preguntas sin responder en su cabeza. Oikawa nunca le había hablado de esa persona a la que tenía ahora frente a él y sabía que no era su obligación, pues Iwaizumi tampoco había comentado con el castaño muchos detalles de su vida personal.

"¿Será un amigo? ¿Realmente se conocen desde tan pequeños? ¿Podrá ser su nueva pareja?"

La penetrante mirada de Iwaizumi no hacía más que cumplir con su rol de dominancia sobre aquel albino quien no podía esperar un momento más por el regreso de Tōru.
Era un hombre hermoso, Iwaizumi no podía negar eso, por lo que no le sorprendería si Oikawa confesara que estaba saliendo con ese precioso omega; sin embargo, algo dentro suyo sentía preocupación de que aquello fuera real.

— ¡Estoy listo!

Oikawa volvió rompiendo aquel ambiente tenso. Presionó un par de botones y abrió el portón frente a él tomando a Sugawara de los hombros para guiarle a la salida y dirigirse juntos al vehículo.
Iwaizumi los observó por un par de segundos antes de suspirar y dirigirse a abrir la puerta para Oikawa quién agradeció, después hizo lo mismo en los asientos traseros invitando al albino a subir.
Una vez estuvieron todos en el automóvil, se pusieron en marcha hacia el gimnasio.

— ¿Cómo has estado, Tōru? — Preguntó Iwaizumi, Oikawa le miró.

— He estado bien, nada fuera de lo normal... ¿Qué hay de ti?

— Todo bien, estuve algo ocupado con el trabajo, por eso no pude ir al gimnasio estos días... Discúlpame si te molestó.

Sugawara se inclinó ligeramente hacia el frente mientras una pequeña sonrisa se estiraba en su rostro.

¿Qué significaban exactamente esas palabras?

— No tengo por qué molestarme, Iwaizumi, es tu vida.

Kōshi volvió a acomodarse en su sitio suspirando, al parecer su amigo era un poco ingenuo y difícil de conquistar.
No llevaba ni cinco minutos en ese vehículo y ya se había enterado de muchas cosas interesantes.

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