Capítulo veinticuatro

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Capítulo veinticuatro: Amargo

— Tōru, ellos son Kuroo y Kenma; Kuroo es el jefe de la empresa en la que trabajo.

— Es un gusto, me llamó Oikawa Tōru. — Se presentó Oikawa para luego estirar su brazo y saludar a ambas personas.

— También es un placer conocerte, Oikawa. — Comentó Kuroo sonriente mientras la pareja tomaba asiento frente a los otros dos que ya se encontraban ahí. — Iwaizumi nos ha hablado mucho de ti, no podía esperar más por ver al hombre que se adueñó de los pensamientos de este fortachón.

— No exageres. — Pronunció Iwaizumi provocando las risas de los demás presentes.

Una mujer se acercó a los cuatro en la mesa dejando a cada uno una carta con el menú. Iwaizumi y Oikawa fueron los primeros en escoger, segundos después los cuatro estaban listos para ordenar lo que deseaban comer esa tarde.
Kuroo levantó la mano llamando la atención una vez más de la mesera quien se acercó y tomó sus pedidos informando que estos estarían listos alrededor de unos quince minutos.

— Dime, Oikawa... ¿Cómo conociste a Iwaizumi? — Preguntó el castaño al lado de Kuroo mientras le daba vueltas a su tarjeta sobre la mesa como una forma de matar el tiempo.

— Bueno... Podría decirse que lo conocí por una situación un tanto embarazosa. — Respondió Tōru. — Iwaizumi y yo solemos frecuentar un gimnasio, ahí había un hombre que tenía una especie de obsesión por mí y un día traspasó los límites; Iwaizumi me salvó, tiempo después me mudé y descubrí que vivíamos en la misma calle.

— El destino, tan perfecto. — Pronunció Kuroo con un tono burlón. — No me sorprende en lo absoluto, Iwaizumi es un hombre con una moral enorme.

— Por favor, paren con eso. — Susurró Iwaizumi, Oikawa rio.

— Vamos, deberías estar feliz de que las personas te vean de buena manera, Iwaizumi. — Comentó Tōru sonriente, el moreno solo suspiró rendido.

Por supuesto que le avergonzaba que él fuera el protagonista de aquella conversación.

Sugawara descendió del vehículo siguiendo a la pareja que caminaba frente suyo, una pequeña sonrisa se estiró en su rostro al observarles

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Sugawara descendió del vehículo siguiendo a la pareja que caminaba frente suyo, una pequeña sonrisa se estiró en su rostro al observarles. Se veían tan enamorados que no podía evitar sentir envidia.

— ¡Hey, Suga! ¿Tienes hambre? Nosotros invitamos esta vez. — Ofreció Michimiya con una enorme sonrisa.

— No tengo mucha hambre, pero gracias por la oferta, Yui. — Respondió el albino rascando su nuca con algo de pena.

— Anda, debes comer, aunque sea algo pequeño. — Habló esta vez Sawamura, Kōshi suspiró asintiendo. — Ven.

Sugawara se sobresaltó al observar al azabache tomarle de los hombros y guiarle hacia dentro del restaurante. Esta vez quien los seguía era la castaña de ojos grandes. Sugawara observó el suelo, se sentía tan terriblemente mal estando allí que la sensación de náuseas inundaba su cuerpo y la tentación por salir corriendo y huir se hacía cada vez más grande.

"Prometiste ser fuerte, Suga" pensó para sí mismo.

Los tres se adentraron y tomaron una mesa en la espera de ser atendidos, Sugawara se encontraba en un asiento, mientras que la pareja de comprometidos se encontraba sentados juntos frente a él conversando con entusiasmo.

La carta del menú llegó y Kōshi pidió lo que quería con rapidez deseando que el tiempo pasara rápido y pudiera irse de allí lo más pronto posible.
La pregunta que daba vueltas por su cabeza era una y simple: ¿Por qué había aceptado salir con ellos si desde un comienzo no quería estar ahí?

Sus manos temblorosas deslizaban la sección de noticias principales que se mostraban frente a él, hasta que su atención fue a una notificación recién llegada.

"Hey, Suga ¿Qué tal todo? ¿Fueron por ti?"

Una sonrisa se estiró en el rostro del albino al observar el mensaje de su mejor amigo, no dudó en responder, era la única persona que le podía levantar el ánimo o incluso salvar de esa incómoda situación.

"Sí, pero no me siento bien aquí".

La respuesta de Tōru no tardó en llegar ofreciéndole ir por él, pues de aquel lado ya estaban terminando de comer y planeaban irse. Sugawara levantó la mirada para observar a la pareja.
Michimiya limpiaba con delicadeza la mejilla de Sawamura quien se había ensuciado, parecían realmente metidos en su burbuja de amor.

"Ven por mí, Tōru".

Kōshi guardó su móvil y en ese mismo instante se acercó una mujer con una bandeja. Depositó sobre la mesa sus pedidos, marchándose no sin antes pronunciar un "provecho" para todos los presentes.

— Se ve delicioso. — Comentó la única mujer del sitio preparándose para comer. — Espero que podamos salir de esta manera en otra ocasión, chicos.

La mirada de Sawamura se posó sobre el albino quien casualmente le miraba logrando que sus ojos se conectaran por unos segundos.

— Sí... Eso estaría bien. — Respondió Kōshi con una forzada sonrisa.

— ¡Oh, es cierto!

La mirada de ambos hombres fue hacia la castaña quien sacó un sobre de su bolso de mano, Sugawara sintió un escalofrío recorrer su espalda al serle el sobre estirado hacia él. Lo tomó, no podía rechazarlo y ser tan obvio, pero se sintió como estar en el infierno cuando debió abrirlo y observar en su interior una tarjeta de invitación.

"Sawamura Daichi y Michimiya Yui le invitan cordialmente a la celebración de su matrimonio..."

No pudo leer más, Sugawara elevó la mirada hacia la pareja y observó a aquella mujer sonreírle con tanta felicidad. El corazón de Kōshi se partió en miles de trozos diferentes al darse cuenta de que él más que nadie deseaba con fuerzas al prometido de su mejor amiga.

— Muchas felicidades, chicos... Estoy tan feliz por ustedes. — Pronunció Sugawara antes de ponerse en pie. — ¿Pueden cuidar mi comida? Iré rápido al baño.

Michimiya asintió sonriente, mientras Sawamura observaba al albino retirarse con rapidez en dirección a los baños.
Kōshi cerró la puerta tras de sí una vez en aquel cubículo y al encontrarse totalmente solo no pudo evitar dejarse caer de rodillas y soltar su llanto en silencio. Sus manos cubrían su rostro húmedo y la reacción inmediata de su cuerpo era el temblor ante la ansiedad y tristeza que llenaba todo su ser.

Para él, para Kōshi, no era más que el peor ser humano sobre la faz de la tierra.

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