Capítulo cuarenta y cuatro: Hambriento
Oikawa entró a su habitación observando el cuerpo de Iwaizumi acostado ocupando toda la cama, una sonrisa apareció en su rostro antes de acercarse a depositar un corto beso en la nuca del mayor quien de inmediato abrió los ojos.
Hacía horas atrás, cuando el mayor volvió de la farmacia, Oikawa había estado consciente de su situación debido al aroma que inundaba casi toda su sala de estar, pero ahora que el aroma había disminuido el castaño sabía que Iwaizumi se encontraba mejor. Al menos eso esperaba, pues después de llegar y hacer algo de almorzar Iwaizumi fue inmediatamente a dormir sin siquiera tocar la comida.
— Hola, cariño... ¿Comiste? — Preguntó el moreno apenas despierto.
— Eso debería preguntarte yo a ti, Iwa-chan. Viniste a dormir con el estómago vacío, levántate y come algo.
— No tengo hambre... — Iwaizumi volvió a cerrar los ojos, Tōru rio dejando su cuerpo reposar sobre la ancha espalda de Iwaizumi. — Bájate...
— No quiero. — Se negó Oikawa. Iwaizumi volvió a abrir sus ojos observando al menor reír.
El cuerpo del moreno se removió lentamente hasta hacer caer a Oikawa a su lado en la cama y poco después se estiró tensando todos los músculos de su cuerpo. Oikawa no quería admitir que cada que el mayor hacía eso se sentía como si su celo volviera más fuerte que la vez pasada.
— ¿Ya te sientes mejor, Iwa-chan?
¿Era egoísta de su parte desear que la respuesta fuera no? Por supuesto que lo era, si Iwaizumi no quería verse expuesto de aquella manera frente a él no podría obligarle a nada, pues él no querría recibir la misma moneda a cambio.
Oikawa estaba agradecido de tener al moreno a su lado, pues nadie jamás se preocupó de la misma manera por su celo, a excepción de sus dos amigos más cercanos: Suga y Yamaguchi. Sin embargo, a veces sentía que lo que daba no era suficiente para agradecer el buen trato de Iwaizumi.
"¿Debería quizá comprarle un nuevo reloj? ¿Tal vez una sortija de oro?", pensó Tōru sin ser consciente del mayor que hacía rato buscaba llamar su atención.
— ¡Tōru!
Oikawa parpadeó un par de veces saliendo de sus pensamientos para observar a Iwaizumi frente a él tomando de sus hombros con una expresión preocupada.
— ¿Estás bien, cariño?
— ¿Yo?... Sí, lo estoy. Solo estaba pensando en algo. — Tōru llevó una mano para acariciar la mejilla de Iwaizumi. — No escuché tu respuesta... ¿Estás mejor?
— Sí, cariño. La pastilla ayudó un poco, dormir también fue de ayuda. — Oikawa asintió con una pequeña sonrisa. — Creo que debería volver a casa.
— ¿Por qué lo dices? — Preguntó el castaño confundido, Iwaizumi sonrió con diversión señalando la obviedad de la situación. — Pero... No debes irte... Es decir, no hay nada de qué preocuparse ¿Cierto?... No te vayas...
El mayor rio al escuchar las palabras ajenas y su torso se inclinó hacia el frente para depositar un corto beso en la nariz de Oikawa quien abultó los labios como un niño berrinchudo.
— ¿Quieres que me quede, Tōru?
— ¿Qué clase de pregunta es esa? Por supuesto que quiero, Iwa-chan.
Iwaizumi asintió. Su mirada se perdió por unos segundos en el rostro de Oikawa, parecía pensar a profundidad por su decisión y aquello ponía nervioso a Tōru.
— Si no quieres quedarte, puedes ir a casa. — Mencionó el castaño. — No tienes por qué cumplir mis caprichos, Iwa-chan.
— No es eso, cariño. — Un largo suspiro escapó del pecho del mayor. — Lo que pasó ayer... Me afectó un poco y no quiero que la situación se me salga de las manos. No quiero lastimarte, Tōru.
Oikawa sintió sus mejillas arder de inmediato.
— Siento mucho que pasara eso. — Se disculpó Oikawa. — De haber sabido que sucedería habría tomado medidas, además... Fue mi culpa por no tomar la pastilla. Perdóname, Iwa-chan.
— No te eches la culpa, amor. — Iwaizumi tomó el mentón de Tōru para hacer que sus ojos le miraran. — Tú y yo sabemos perfectamente que ambos lo queríamos. No está mal querer estar juntos en estos momentos, es normal, somos una pareja ¿Lo recuerdas? — Oikawa asintió. — Bien, me quedaré y... Si las cosas se salen un poco de control no tienes por qué quedarte conmigo.
— Lo haré de cualquier forma.
Oikawa empujó a Iwaizumi haciéndole caer sobre el colchón de la cama de nuevo para recostarse sobre su pecho y descansar un poco juntos.
— Iwa-chan.
— ¿Qué pasa, Tōru?
— Tú sabes que te amo, ¿cierto? — Iwaizumi rio.
— Por supuesto que lo sé, Tōru. Yo también te amo, mucho más.
Los ojos de Oikawa comenzaron a cerrarse, la comodidad de su habitación sumado al agradable aroma que desprendía el mayor era el ambiente perfecto para tomar una siesta.
Una sensación recorriendo su espalda generó que Oikawa abriera los ojos buscando al dueño de aquellos agradables toques, su torso se elevó un poco para mirar hacia atrás. Se llevó una gran sorpresa al ver a Iwaizumi entre sus piernas, los dientes del mayor se encajaron en uno de sus glúteos, provocando que Oikawa se quejara intentando alejarse.
— Iwa-chan ¿Qué crees que estás haciendo? — Oikawa se encogió en su sitio tomando las sábanas para cubrir su cuerpo.
— Estaba algo hambriento y decidí comer lo que tenía más cerca. — Tōru arrugó el entrecejo sorprendido al observar la sonrisa coqueta que se estiró en el rostro de Iwaizumi. Jamás había visto esa expresión en el rostro de su pareja, de hecho, ni siquiera parecía ser el Iwaizumi que conocía. — Vamos, cariño... Sé que también quieres esto, prometo ser cuidadoso.
— No estoy tan seguro de eso...
Tōru retrocedió hasta chocar con el respaldar de la cama observando cómo Iwaizumi se acercaba mirándole con aquellos ojos que parecían destellar un tono rojizo lleno de deseo y maldad. Sin embargo, ¿no era eso lo que había pedido horas atrás? ¿Acaso no había deseado volver a estar enredándose con Iwaizumi igual que la noche anterior?
Su mente volvió a la realidad cuando las manos del mayor tomaron sus tobillos tirándole rápidamente hacia su cuerpo generando un choque repentino entre sus sexos. Oikawa cerró sus ojos soltando un largo suspiro deseando que la vida tuviera piedad con él y con su pobre trasero.
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El siguiente capítulo es smut. Advertidos están.
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𝑰'𝒎 𝑶𝑴𝑬𝑮𝑨 - 𝑰𝒘𝒂𝒐𝒊
FanfictionPara muchas personas la presentación era el mejor momento de sus vidas, con tan solo diez años los niños sabrían cómo deberían vivir por el resto de sus vidas. Aún así, unos años antes de presentarse habían muchas señales que determinaban la posible...