Capítulo dos

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Capítulo dos: perjudicado

Oikawa sintió humedad y frío en su cabeza que se fue extendiendo poco a poco por todos sus brazos y espalda hasta caer al suelo a través de las yemas de sus dedos.
Yamaguchi, quién observaba desde unos metros atrás se levantó repentinamente al observar lo que frente a él sucedía.

— Solo eres una basura inútil, con esa actitud tuya nadie te querrá nunca.

La ausencia de una respuesta por parte del castaño comenzaba a molestar a Suguru quién estaba dispuesto a darle una lección ante su falta de respeto. Yamaguchi se acercó con rapidez, no sabía qué hacer, no quería enfrentar a aquel sujeto porque era consciente de su posición como un simple beta, pero tampoco quería permitir que su compañero fuese insultado de tal manera.

— Creo que la basura aquí es otra persona.

Tres pares de ojos se desviaron hacia un hombre que se había acercado sin que nadie se diera cuenta. De brazos cruzados y con una toalla alrededor de su cuello, las tres personas restantes se tensaron ante la imponente mirada que aquel sujeto poseía.

— ¿Y tú quién eres? — Daishō retrocedió un par de pasos. — No te metas en asuntos que no te corresponden.

— Si bien es cierto que esto no me corresponde, no voy a permitir que un tipo carente de pelotas como tú esté aprovechándose de su posición.

Oikawa comenzó a secar su cabello con la toalla que llevaba consigo, restando importancia a la conversación que los dos alfas frente a él tenían. Su mirada se había oscurecido y ni siquiera escuchaba a Yamaguchi quien se encontraba a su lado preguntando si se encontraba bien.

— Entiende que no me voy porque tú lo dices, simplemente me aburrí de ese estúpido omega. — Daishō se alejó lentamente bajo la mirada de otras varias personas que habían estado observando la situación que se había tornado tensa con la llegada de aquella cuarta persona.

Yamaguchi palmeó un par de veces la espalda de Oikawa, devolviendo al castaño a la realidad.
Tōru dejó la toalla a un lado, subiendo su mirada para observar al hombre frente a él.

— No era necesario intervenir. — Oikawa suspiró. — Aun así, gracias.

Sin decir nada más, el castaño se giró. Tōru tomó sus cosas y se retiró del gimnasio, dejando inconclusa su rutina para aquel día, pues los ánimos para continuar en ese sitio se habían esfumado de manera repentina.
El muchacho de las pecas suspiró con notable preocupación, pero decidió no ir tras Oikawa para respetar su espacio.

El muchacho de las pecas suspiró con notable preocupación, pero decidió no ir tras Oikawa para respetar su espacio

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Toc Toc Toc

Oikawa abrió sus ojos tras aquella siesta que había decido tomar luego de la desastrosa situación que había vivido en el gimnasio horas atrás gracias a la obsesión que cierto alfa de ojos oliva tenía hacia su persona.
Retiró la sábana que le cubría y se puso en pie caminando hasta la puerta de su habitación, abriéndola.

Los ojos de Tōru observaron frente a él a una mujer a la que le llevaba fácilmente más de veinte centímetros, sus cabellos castaños se mezclaban con una que otra cana y un par de arrugas decoraban discretamente su rostro. Era su madre.

— Es hora de la reunión, baja a la sala de estar. — Sin nada más que aportar, la mujer se giró devolviéndose por dónde había venido.

Tōru suspiró pesadamente, sacudió sus cabellos con frustración deseando ignorar las palabras de su madre y no asistir a aquella reunión entre sus familiares la cual estaba seguro que no saldría bien. Aquellas reuniones eran comunes, pero no frecuentes; es decir, solo se daban cuando la familia quería aclarar alguna situación de particular importancia. No obstante, Tōru sabía que aquellas situaciones siempre terminaban con un centro de atención perjudicado: él.

Sin voltear a ver atrás simplemente salió de su habitación dirigiéndose a la sala de estar en donde el resto de su familia esperaba porque él se presentase. Al llegar, se encontró con sus dos padres y todos sus hermanos. Para mala suerte de Oikawa, sus hermanos tanto mayores como menores aún vivían en la misma residencia que él, por lo que constantemente observaba la perfección que sus padres tanto deseaban y él nunca pudo conceder.

Tomó asiento en uno de los sofás individuales evitando sentarse junto al mayor de los hermanos o al lado de su padre, así evitaría agrandar los problemas.

— Supongo que todos saben por qué los llamamos aquí. — Comentó la cabeza de la familia.

"Vaya, qué sorpresa ser el único que no está informado" pensó Tōru en sus adentros.

— Su madre y yo hemos decidido que es hora de darles una parte de su herencia. — Continúo el padre del castaño. — Intentamos dividir nuestras riquezas de la manera más equitativa posible, por lo que no quiero quejas.

La mano del hombre se estiró hacia una mesa frente a él tomando un fólder con varios papeles dentro de él. Oikawa elevó una ceja con curiosidad evitando emocionarse mucho por aquello, estaba seguro de que, como siempre, él recibiría los restos indeseados por sus perfectos hermanos. Su padre sacó los papeles, cada uno de ellos llevaba una pequeña fotografía adjunta con un clip a una hoja llena de texto.

— Los llamaré de mayor a menor.

De esa manera, Tōru se mantuvo observando cómo su padre llamaba a cada uno de sus hermanos esperando su turno para ver si debía emocionarse o mantenerse sin sorpresa alguna por la actitud de su familia hacia él.

— Kaoru.

— Zentaro.

— Kazuma.

— Mirai.

— Haruka.

— Ayane.

Todos recogieron sus respectivas hojas sin siquiera dar un gracias por la herencia que sus padres les estaban dando incluso sin estar cerca de su lecho de muerte. Sin embargo, después de pronunciar el nombre de la segunda menor de la familia hubo un gran silencio. Oikawa aún observaba a su padre esperando a que continuase con él, pero el hombre ya se encontraba acomodándose en el sofá.

— Padre... — Ayane, la menor de las mujeres señaló con su índice a Tōru. — Creo que te olvidaste de Tōru.

Los ojos de todos los integrantes de la familia fueron hacia Oikawa quien se encontraba cómodamente sentado limando sus uñas sin prestar gran atención a lo que sucedía a su alrededor con la esperanza de que aquella reunión finalizara pronto.

No, no se hacía el desinteresado a propósito, la realidad era que ya estaba lo suficientemente acostumbrado a aquel tipo de situaciones, por lo que "no ser digno de la herencia familiar" no le era de mucha sorpresa. Oikawa era consciente de que, a ojos de su familia e incluso ante sus propios ojos, no era suficiente para poder presumir de su apellido como uno más de los Oikawa; sin embargo, no podía renunciar a aquel apellido a menos de que encontrara a un alfa con quien casarse y de esa manera tomar el apellido de su esposo y formar una nueva e independiente familia.

— Veamos... — El hombre revisó nuevamente el fólder buscando una hoja más. — ¡Ah! ¡Aquí está!

El resto de hermanos asomó la cabeza para observar el papel cuando notaron el rostro de horror y sorpresa que tenía su padre.

— Diablos, creo que me equivoqué a la hora de firmar.

Fue entonces que una enorme sonrisa se estiró en el rostro de Oikawa al ver a su padre molesto maldiciendo al aire. Al parecer, el destino había jugado a su favor en aquella ocasión.

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