Capítulo uno: Decepción
No era de extrañar que Tōru prefiriera estar fuera de su hogar a tener que convivir con su familia, de hecho, era común verle en cualquier otro sitio diferente a su casa. Desde muy pequeño había entendido que sus familiares nunca se sentirían satisfechos con su verdadera naturaleza, mucho menos aceptarían estar orgullosos de él por los muchos logros que el castaño había obtenido durante su adolescencia. Tampoco perdió el tiempo para hablar con sus familiares, es decir, de una familia en la que los varones nacían como fuertes alfas y las féminas como dulces omegas qué se podía esperar de ellos al darse cuenta de que el menor de sus hijos había sido la única excepción.
Definitivamente era decepcionante.
Por esa misma razón el castaño había tomado la decisión de ahorrar por un par de años con el único objetivo de independizarse de su familia e irse a vivir a otro sitio. Tenía un trabajo cómodo con un horario y salario decentes, era lo único por lo que Tōru podía agradecerle a la vida, pues gracias a aquel empleo podía darse la oportunidad de huir de ese lugar al que llamaban hogar donde lo único que encontraba era desprecio, decepción y vergüenza hacia su persona.
— Buenos días, Oikawa. — Los ojos marrones de Tōru se posaron sobre el hombre frente a él quien movía su mano de un lado a otro con entusiasmo por verle de nuevo... Como todos los días de la semana.
— Buenos días, Yamaguchi. — Tiró su bolso a un lado. — ¿Qué tal el fin de semana?
— Todo genial ¿Qué hay de ti?
El suspiro del castaño fue una clara respuesta para aquel muchacho quien se encontraba sentado subiendo y bajando una de las muchas pesas.
Oikawa se dejó caer sentado sobre una de las cómodas colchas en el suelo, una mueca decorando su delicado rostro.— Lo mismo de siempre, Yams. Decidí no volver a sentarme a comer en la misma mesa que ellos, mi madre se molestó por eso, pero no voy a retractarme.
— Entiendo... Es una lástima, creo que deberían valorar un poco más al hijo que tienen. — Tōru rio, una leve pizca de ironía oculta en él.
— No creo que les importe cómo me sienta, después de todo tienen otros hijos de los cuales se enorgullecen, yo soy la terrible excepción que les impidió volverse una familia perfecta.
El ambiente comenzaba a volverse tenso, Yamaguchi no sabía qué decir, Oikawa recordaba la diaria pesadilla que era pertenecer a aquella familia.
Incómodo, hasta que la risa de Tōru alivió la situación.— De todas formas, no es importante, pronto me iré de casa y podré vivir mejor.
Yamaguchi observó al más alto alejarse para comenzar con su rutina del día. No podía decir que se sentía feliz por su compañero, porque la realidad era que se preocupaba por el castaño y su difícil situación familiar. Tampoco podía decir que él fuera una persona muy social, en realidad tenía uno que otro amigo y conocido que no sobrepasaban los veinte en número, pero de todas las personas que conocía, Oikawa era el único que parecía tener una vida tan caótica.
Tōru era una buena persona, entonces ¿Qué había hecho para estar pagando eso? La vida que el destino le había otorgado era un castigo para alguien tan bueno como él, siendo su único pecado no poder aceptarse a sí mismo debido a la ilusión de ser un alfa que durante su niñez tuvo y aún no había logrado sanar.
Con un suspiro, el chico de pecas dejó sus pensamientos de lado para terminar con aquella serie y dar inicio a otra.El hacer ejercicio a veces podía ser mejor que asistir a un profesional de la salud mental, al menos así lo sentía Tōru cada día que iba a desahogarse y olvidar los problemas diarios con los que lidiaba.
Sin embargo, la vida le tenía tanto aprecio que siempre se veía envuelto en algún conflicto o problema.— Hey, Tōru~.
Oikawa cerró sus ojos con fuerza, suspirando pesadamente al escuchar aquella voz detrás suya. No era necesario que se girara para reconocer al dueño de ella, pues cómo podría olvidar a su fan y acosador número uno.
— Suguru. — Tōru colocó la barra en su sitio, sentándose y tomando su toalla para secar el sudor de su cuello y rostro.
El nombrado se desplazó lentamente hasta quedar frente a frente con el castaño, sentándose en el mismo asiento acolchado que Tōru. La invasión de espacio personal le incomodaba demasiado, así que no fue sorpresa que el más alto se levantara del sitio con la excusa de tomar agua antes de continuar con la serie.
— Ayer no llegaste. — Una sonrisa se estiró en el rostro contrario. — ¿Qué pudo ser tan importante para que no vinieras como siempre lo haces?
Suguru se mantuvo en silencio esperando una respuesta, sin embargo, solo se ganó una mirada molesta por parte del castaño.
Suguru Daishō era una persona importante y conocida en aquel gimnasio, un alfa. Era de conocimiento común que un omega jamás podría enfrentarse a un alfa, antes de que eso sucediera el alfa terminaría sometiéndolo a su antojo, su gravedad dependiendo de su naturaleza dominante o recesiva.
No obstante, esa no era razón suficiente para evitar que Oikawa se defendiera.¿Buscas problemas? Los tendrás.
Tōru posó uno de sus pies sobre el asiento, inclinándose hacia el frente para encarar al hombre de ojos rasgados que buscaba aprovecharse de su posición como omega. Era un descarado.
— Escúchame bien, Suguru. — Los ojos oliva del contrario observaron atentamente al castaño, con una ligera y burlesca sonrisa decorando su rostro. — No me importa si eres un alfa, un beta o un omega como yo, no me interesas, es por esa razón que te pido amablemente que te alejes de mí, no vas a lograr lo que quieres; ni hoy, ni nunca.
La sonrisa en el rostro de Daishō desapareció ante tales palabras siendo reemplazada por una ligera expresión de disgusto. No, no era el alfa más atractivo o deseado por los demás, sin embargo, nunca había sido rechazado de manera tan directa por un simple omega.
— ¿Te crees tan importante, Oikawa? — Suguru le observó con clara molestia. Tōru soltó un suspiro cansado prediciendo qué era lo que venía. — Siempre es lo mismo contigo, no importa cuantos alfas se acerquen a ti ni cuánto dinero tengan en sus bolsillos, siempre los rechazas como si fueras inalcanzable. Eres jodidamente molesto.
Tōru no respondió, tampoco planeaba hacerlo. Había pasado muchas veces por aquella situación tan incómoda y, desde el punto de vista de Tōru, no creía que fuera su culpa, simplemente no correspondía a los sentimientos –verdaderos o falsos– que aquellos alfas sentían por él.
Tōru no estaba preparado, no quería tener una relación, se negaba rotundamente a aceptar estar con un alfa que le recordara de nuevo aquel sentimiento de inferioridad que sus cercanos habían grabado en su cabeza durante toda su infancia y juventud.Tōru no quería volver a sentirse como una desagradable decepción.
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𝑰'𝒎 𝑶𝑴𝑬𝑮𝑨 - 𝑰𝒘𝒂𝒐𝒊
FanfictionPara muchas personas la presentación era el mejor momento de sus vidas, con tan solo diez años los niños sabrían cómo deberían vivir por el resto de sus vidas. Aún así, unos años antes de presentarse habían muchas señales que determinaban la posible...