Capítulo catorce

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Capítulo catorce: Supervisar

El frío aire de la noche golpeó el rostro de Tōru haciéndole temblar por un momento. Sus ojos se movieron hacia Iwaizumi quién le miraba desde el asiento del piloto esperando a que entrara a su casa para poder irse él también. Desde el incidente ocurrido en el baño Oikawa parecía haber entrado en un estado de shock del que parecía no poder salir, sus ojos se quedaban observando un punto fijo, sus labios se entreabrían, pero nunca salía ningún sonido de su boca.

Hasta ese momento.

— Una vez más... — Susurró Tōru observando al moreno. — Te lo agradezco, Iwaizumi.

El moreno que le observaba desde el vehículo suspiró. Oikawa le miró con confusión cuando este abrió la puerta y bajó del vehículo para acercarse al castaño y acariciar una de sus mejillas con cuidado.

— Puede que suene raro, pero si debes meterte de nuevo a un lugar como ese dímelo y te acompañaré. — Iwaizumi bajó su mano hasta el hombro izquierdo de Tōru palmeando suavemente. — Eres fuerte, Oikawa, pero recuerda que sigues siendo un omega y esos imbéciles son alfas... Debes tener cuidado.

Tōru bajó la mirada al escuchar sus palabras, tenía razón, pero se sentía tan desagradable para él no ser capaz de enfrentarse a un alfa y salir victorioso. Si algún día lograba darle unos buenos golpes a un sujeto como esos debía ser porque era demasiado débil.

"Malditos estereotipos de mierda" Tōru rio sin alegría alguna, de verdad odiaba estar en aquella posición.

Una de sus manos apartó la mano de Iwaizumi de su cuerpo, retrocedió dos pasos y observó por última vez al moreno antes de despedirse y adentrarse a su hogar sin más.
Iwaizumi se quedó en su sitio algo confundido, sintió que algo no estaba bien.

Algo no estaba bien con Tōru.

Algo no estaba bien con Tōru

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— Oh, buenos días. — Iwaizumi sonrió al ser saludado respondiendo con un movimiento de su mano. — ¿Lo mismo de siempre?

— Por favor.

El moreno sacó de su billetera un billete para pagar por su pedido. Cuando se le fue entregada una pequeña caja junto a un envase desechable de café, pagó y se marchó despidiéndose cortésmente.
Iwaizumi observó al cielo, el día estaba soleado, pero aun así corría una brisa fresca que hacía el ambiente agradable.
Sin prisa se dirigió a su vehículo y subió dejando la caja y envase sobre el asiento del copiloto antes de empezar a conducir hacia su trabajo.

El conocimiento que tenía la gente sobre su vida personal era muy poco, probablemente lo único que sabían era que asistía al gimnasio y salía por las mañanas para ir a su trabajo.
Iwaizumi era un empleado de una empresa productora de dispositivos médicos, mano derecha del dueño de aquella fábrica. Cuando empezó a trabajar allí no era más que un simple operario que ayudaba con el empaque y producción de ciertos productos, pero con el paso del tiempo fue ascendido. De simple empleado a supervisor de área, de supervisor a jefe de planta y de esa manera subió y subió hasta volverse nada más que la mano derecha del dueño de aquella empresa.
Por supuesto, todo aquello lo logró por el simple hecho de ser amigo de tal dueño.

¿Un poco injusto? Quizá.

Su vehículo se adentró en el estacionamiento de un gran edificio, se detuvo en su usual sitio para estacionarse y, llevando consigo su desayuno, bajó del auto para adentrarse a la construcción e ir hasta la oficina de su jefe. Por el camino fue saludado por algunos de los empleados, amablemente les devolvió el saludo y al llegar a su destino, tocó un par de veces la puerta antes de adentrarse en el lugar y encontrarse con su jefe.

— Buenos días, jefe. — Un par de ojos marrones se posaron sobre él, pronto una sonrisa decoró el rostro contrario.

— Iwaizumi ¿Cómo estás?

— Estoy bien, ¿qué hay de ti, Kuroo? — El moreno se acercó hasta sentarse en un sofá esquinero que había en la oficina. — Me llamaste ayer para que viniera ¿Sucedió algo?

— Sí, verás... — Kuroo soltó un suspiro. — Tenga ciertas sospechas respecto a un par de personas y quisiera que te hicieras cargo de eso.

Iwaizumi arrugó el entrecejo, Kuroo giró la silla para quedar frente a frente y comenzar a platicarle respecto a la situación que estaba viviendo la empresa. Si bien el dueño de aquella fábrica solía tener un estricto control del dinero que se movía de un lado a otro había decidido contratar a un par de contadores para que llevaran un mejor orden de la situación, pero hacía un par de meses atrás se había dado cuenta de que parecía haber un vacío imperceptible a simple vista en los informes.

—... Es por eso que quería pedirte que fueras a supervisar la fábrica central, yo me encargaré de la fábrica en el norte y mi esposo se encargará de la fábrica al este.

Iwaizumi llevó una mano a su mentón, estaba consciente de que para cumplir con su trabajo debía modificar de cierta manera su rutina diaria. El horario de trabajo en la fábrica central iba de medio día hasta las diez de la noche, por lo que definitivamente no podría asistir al gimnasio.
Por supuesto, aquello no sería permanente, las tres personas que estarían supervisando con detalle las fábricas lo harían por uno o dos meses hasta asegurarse de que todo estuviera en orden y las sospechas del jefe fueran inciertas.

— Muy bien ¿Empezaremos mañana? — Preguntó Iwaizumi, Kuroo rascó su mejilla avergonzado. El moreno rio. — Ya veo... Me iré a preparar entonces.

— Pero antes de eso. — Kuroo señaló el desayuno en manos de Iwaizumi. — Te acompañaré a desayunar antes de que eso se enfríe.

El moreno asintió, ambos se pusieron de pie y salieron de la oficina dirigiéndose a la pequeña cafetería que había en la sede central de aquella empresa. Iwaizumi siguió a su jefe; sin embargo, no pudo evitar perderse en sus pensamientos al recordar a cierto personaje de cabellos castaños. Incluso sin ser nada, Iwaizumi se sentía algo inquieto por no poder avisarle a Oikawa que dejaría de asistir al gimnasio como habitualmente lo hacía por cierto tiempo.

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