Capítulo diez

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Capítulo diez: Bromista

Sus pedidos fueron entregados unos minutos más tarde, Tōru agradeció antes de empezar a comer en silencio. Iwaizumi imitó su acción degustando del dulce presente en el pequeño pastel de fresas que había pedido.

— Está delicioso. — Oikawa sonrió. — No había visitado este sitio antes.

— ¿En serio? — Iwaizumi negó. — Suelo venir aquí a menudo, los meseros seguramente memorizaron mi rostro.

Ambos rieron.

— Vienes de hacer ejercicio y te estás comiendo eso. — Oikawa sonrió. — Deberías ejercitarte el doble.

— Esto no es nada, podría comerme una pizza grande yo solo.

— No exageres. — Iwaizumi sonrió con diversión. — ¿Hablas en serio?

— Por supuesto. — El moreno tomó un bocado más de su pastel sin apartar la mirada del rostro delicado de Oikawa.

La intensidad con la que los ojos verdes de Iwaizumi le miraban obligaron a Tōru a desviar su mirada a otro lado, el hombre en definitiva tenía una mirada penetrante, como si no tuviera que esforzarse en lo absoluto para ver en sus pensamientos.

— Disculpa mi intromisión, Oikawa. — Pronunció Iwaizumi, Tōru volvió a observarle con atención. — ¿Tienes pareja?

La pregunta tomó por sorpresa a Oikawa, sus ojos se abrían con sorpresa intentando procesar lo que escuchó. Una mueca apareció momentos después en su rostro buscando una respuesta correcta para la pregunta.

— Mmm. No, no tengo pareja.

Fue todo lo que respondió. Oikawa creyó que tal vez era innecesario decir su típico discurso de por qué no quería tener pareja en ese momento... O bueno, por qué no quería tener pareja por el resto de su vida.

— Ya veo. — Iwaizumi dejó la cuchara que sostenía sobre el plato. — Para ser sincero, me sorprende que no tengas pareja.

La risa sarcástica del castaño sorprendió al moreno quien le observó confundido.

— Todos suelen decir eso. — Comentó Oikawa. — No encuentro sorprendente que alguien como yo no tenga pareja, solo soy un simple e insignificante omega más del montón, con la única diferencia de que soy alto y fuerte.

Iwaizumi arrugó el entrecejo, al parecer le había desagradado escuchar la opinión que Tōru tenía sobre sí mismo.

— ¿Quién te hizo creer eso? — Oikawa le miró confundido. — ¿Quién te hizo creer que eres simple e insignificante?

— Nadie tiene que decirlo para ser consciente de ello, Iwaizumi. — Tōru se cruzó de brazos. — Además, no hay mentira en todo eso.

— La hay.

Oikawa se sorprendió al notar la expresión molesta en el rostro del moreno, ¿acaso alguna de las cosas que dijo le habían molestado?
Quizás el decir que era alto y fuerte lo ofendió o lo hizo ver como un presumido de su físico.

Tōru estaba realmente confundido.

— Creo que eres único, es decir... — Iwaizumi pareció pensar por un segundo en sus siguientes palabras. — Nunca había visto a un omega como tú, eres diferente.

— Por supuesto que soy diferente, no encajo en los estereotipos del omega delicado y débil que tiene esta sociedad.

Tōru decidió que era buen momento para cerrar su bocota cuando observó el entrecejo del moreno arrugarse aún más.

— Oikawa. — Iwaizumi se inclinó hacia el frente, Tōru sintió como si la intensidad de su mirada aumentara. — Cuando te ofrecí venir aquí tenía un objetivo en mente ¿Puedes adivinar cuál es?

Tōru miró a otro lado intentando pensar en las razones por las que pudo haber sido citado por el moreno a comerse un delicioso postre, pero no había muchas opciones.

— No tengo idea. — Respondió Oikawa encogiéndose de hombros.

— Bien. — Iwaizumi se acomodó en su sitio. — Quería hacerte saber que... Estoy realmente interesado en ti, Oikawa.

Tōru le miró con sorpresa, momentos después rio. El moreno le miró con confusión.

— Basta de bromas, Iwaizumi.

El más bajo suspiró con cansancio. Oikawa definitivamente era alguien... Único. Si bien se conocían desde hacía poco más de un mes, era conocedor de la existencia del castaño desde hacía un tiempo más atrás, pues tenían amigos en común. Iwaizumi conocía a un chico del gimnasio de apellido Hinata con el cuál se llevaba bien; a su vez, ese chico era amigo de Yamaguchi. Este último era la persona más cercana a Tōru en el gimnasio, por lo que Iwaizumi aprovechó sus contactos para llegar al castaño y finalmente hacer posible su relación amistosa. Quizá sonaba un poco extremo de su parte, pero al menos había decidido moverse por voluntad propia y no esperar a que por arte de magia el universo hiciera que ambos se conocieran y se hicieran pareja de un día para otro.

— Te pido que por favor me tomes en serio. — El rostro sonriente de Oikawa cambió a uno un poco más serio y confundido.

— Siempre te he tomado en serio, Iwaizumi. — Tōru se acomodó en su sitio. Su cabeza empezó a procesar las cosas cuando notó que realmente el rostro de Iwaizumi continuaba con esa misma mirada, como si nada de lo dicho con anterioridad fuera una simple broma para sacarle una sonrisa.

Tōru carraspeó, si el pelinegro estaba hablando en serio las cosas se pondrían un poco complicadas. Es decir, por supuesto que en condiciones normales no podría rechazar a un hombre atractivo como Iwaizumi, pero Tōru simplemente no podía decirle sí a alguien como él.

A un alfa.

Toda su vida creció creyendo que si aceptaba salir con un alfa o un beta masculino se vería en la obligación de admitir que era un simple omega y ese sentimiento de inferioridad y decepción por sí mismo aumentaría a grados extremos. Tōru quería sentirse mejor consigo mismo, no empeorar las cosas.

"Aunque tampoco es como que hagas mucho por mejorar, estúpido Tōru".

— Uhm, Iwaizumi... Yo... La verdad es que no sé qué decirte. — Oikawa rascó su nuca evitando mirar al pelinegro a los ojos.

— Dame la oportunidad de conocernos. — El moreno estiró sus brazos para tomar la mano de Oikawa entre las suyas. — Cuando hayan pasado uno o dos meses podrás decidir si quieres estar conmigo o no.

— No es eso, es que... — Oikawa hizo una mueca, un sabor desagradable se instaló en su boca cuando su mente empezó a traicionarlo. No quería decirle que no, pero tampoco quería decirle que sí y generarle una ilusión. — Yo no me siento listo, yo... Tengo miedo.

Una expresión de sorpresa apareció en el rostro de Iwaizumi, Oikawa apartó su mano de las ajenas y maldijo por lo bajo. Detestaba cuando hablaba de más y se hacía ver vulnerable.

Daba vergüenza.

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