Capítulo cuarenta y cinco

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Capítulo cuarenta y cinco: Bestia

Tōru cerró sus ojos al sentir su mejilla ser pegada a la pared con firmeza por la fuerte diestra de Iwaizumi quien tomaba sus caderas con la mano libre a la vez que brindaba fuertes embestidas que generaban en el menor la sensación de su interior siendo reacomodado por el moreno. De sus ojos salieron un par de lágrimas, mas no eran lágrimas de dolor.
No era consciente de cuantos minutos habían pasado desde que fue acorralado por el azabache, pero cada minuto había valido la pena para Oikawa.

Iwaizumi lo tomaba de maravilla y al terminar vaciaba largos chorros de su semilla dentro suyo antes de volver a iniciar una nueva ronda. Tōru se sentía como un sátiro deseoso por más, cada vez que terminaba rogaba por que fuera la última vez, pero cuando volvía a sentir las manos de Iwaizumi sobre él sonreía como un demente preparando de nuevo su cuerpo para recibir a su hombre.

Su cuerpo tembló al sentir la diestra de Iwaizumi descender de su cabeza hasta su pecho pellizcando uno de sus pezones con rudeza, un quejido escapó de su boca seguido de un gemido placentero que avisó al moreno sobre el pronto clímax que venía en camino para el castaño. Oikawa se quejó al sentir el falo ajeno retirarse de su cuerpo y luego ser alejado de la pared siendo reacomodado sobre la cama apoyado sobre sus antebrazos y rodillas.

Un fuerte manotazo en su trasero le hizo quejarse y pronto Iwaizumi se encontró nuevamente adentrando su virilidad dentro del castaño separando sus paredes con poca delicadeza. Tōru cerró sus ojos con fuerza de nuevo cuando su falo fue tomado para ser bombeado por la mano del mayor quien a su vez deslizaba sus dientes sobre la piel de su nuca, Oikawa con algo de dificultad llevó su mano a aquella zona, impidiendo al moreno lo que seguramente estaba planeando hacer.

— Iwa-chan... Creo que ahora sí es suficiente... — Susurró Oikawa entre quejidos.

— No es suficiente. — La voz del mayor sonó más como un rugido que como la voz de una persona normal. Tōru sintió sus brazos temblar antes de que su torso se desplomara sobre el colchón siendo sostenido tan solo de sus caderas por parte del moreno.

Su rostro se hundió entre las sábanas que pronto se humedecieron por sus lágrimas y saliva, Oikawa se retorció e intentó alejarse cuando su cuerpo volvió a recordar su cercano orgasmo, pero fue inmovilizado cuando el cuerpo de Iwaizumi se inclinó sobre él, impidiendo sus movimientos irregulares.

Oikawa volvió a hundir su rostro en el colchón buscando ahogar el grito amenazante por salir cuando el moreno golpeó el cuello de su útero con certeza, dejando salir el inminente orgasmo que manchó sus sábanas y torso con su semen. Poco después comenzó a sentir como algo en su interior se hinchaba con rapidez.

La lengua de Iwaizumi aprovechó la situación vulnerable del menor para deslizarse por su nuca, sintiendo sus glándulas hacerle salivar como un cachorro deseoso por lo que tenía frente a él.

— Iwa-chan, espera... No quiero que lo hagas — Iwaizumi se alejó del cuello ajeno mirando al menor con algo de decepción, no había mayor anhelo para un hombre enamorado como él que demostrarle al mundo entero que había sido elegido como ganador entre la gran bola de imbéciles que cortejaban a su pareja hacia tiempo atrás. Quería demostrarle a todos lo afortunado que era por poder estar con Tōru de esa manera.

Lamentablemente, su consciencia no le permitía violentar la voluntad del castaño por querer permanecer sin ninguna marca evidente en su cuello, incluso en aquella situación donde su mente se veía nublada por el deseo.
Oikawa intentó girarse, pero un punzón en su vientre le obligó a mantenerse en su sitio. No era la posición más cómoda del mundo, por lo que arrugó el entrecejo al darse cuenta de lo que el moreno hacía sobre su cuerpo.

— Te juro que te obligaré a ir a la farmacia por anticonceptivos a primera hora de la mañana... — Murmuró Oikawa sintiendo a Iwaizumi repartiendo besos por todo su rostro sin prestarle gran atención.

Unos pocos minutos pasaron antes de que el menor sintiera la presión en su vientre desaparecer, su cuerpo se removió logrando quedar boca arriba encarando al mayor quien solo sonrió como un maniático sexual.

Una sonrisa se estiró también en el rostro de Oikawa sin poder evitarlo, mentiría si dijera que no le encantaba ver a Iwaizumi de esa manera sobre su cuerpo mirándole con esos ojos de cazador innato que estaba dispuesto a hacer lo que fuera por conseguir devorar a su presa.
Sin embargo, Oikawa no quería que las cosas fueran tan fáciles para el moreno.

Iwaizumi se sorprendió cuando sintió su cuerpo ser girado hasta hacerle quedar de espaldas a la cama cargando con un castaño sobre su regazo. Tōru se inclinó para depositar un corto beso en los labios ajenos y pronto se encontró a sí mismo cabalgando sin dificultad al moreno que no hacía más que mirarle con esa misma mirada anonada de antes.

Ambos se dejaron llevar por el momento olvidando al mundo por completo, el reloj continuó corriendo al igual que ronda tras ronda de los dos envueltos entre quejidos y caricias hasta que no pudieron o más. O, mejor dicho, cuando Tōru no pudo más.

Los supresores en su cuerpo eran más efectivos que los que Iwaizumi había consumido, era evidente, por lo que su deseo sexual no se disparó al nivel del deseo sexual de Iwaizumi y se vio en la obligación de detenerse antes de que el reloj marcara la media noche.
Su cuerpo aún se encontraba tembloroso, su trasero estaba rojizo e hinchado y podía sentir cada uno de los lugares por los que habían pasado la boca y dientes de su pareja.

Estaba totalmente exhausto.

Iwaizumi por su parte se encontraba en el baño después de haber sido obligado por Oikawa a beber el supresor restante que el moreno traía en uno de los bolsillos de su pantalón y a darse una ducha para poder irse a dormir tranquilamente.

Oikawa no pudo mantener sus ojos abiertos ni un segundo más, un último suspiro cansado escapó de su boca antes de caer totalmente dormido.

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