Capítulo veintiseis

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Capítulo veintiseis: Primero

El sonido de una alarma llamó la atención de ambos hombres que descansaban plácidamente sobre el colchón de aquella cama, Oikawa fue el primero en abrir sus ojos encontrándose inmediatamente con el rostro tranquilo de Sugawara descansando frente a él, una sonrisa se apareció en la cara del castaño.

— Despierta ya, dormilón. — Susurró Tōru cerca de la oreja del albino quien unos momentos después abrió sus ojos. — Buenos días.

— Buenos días, Tōru. — Sugawara sonrió mientras se estiraba en su sitio. — ¿Qué hora es?

— Las ocho. — Oikawa se puso en pie caminando hacia su armario para sacar un par de prendas de vestir. — Debo ir a trabajar, puedes quedarte aquí si lo deseas, volveré aproximadamente a las dos o tres y media.

— No es necesario, Tōru. — Kōshi se puso en pie y tomó las prendas de vestir que llevaba puestas el día anterior y había dejado dobladas sobre una cómoda que el castaño tenía frente a su cama. — Debo volver a mi departamento a encargarme de unos asuntos.

— Muy bien. Ve a ducharte, estaré preparando el desayuno.

Sugawara asintió tomando su ropa y dirigiéndose al baño que en la habitación del castaño había. Oikawa por su parte bajó a la cocina y empezó a preparar el desayuno tal como había indicado. En diez minutos la comida estaba lista y un par de minutos después el albino se encontraba bajando al comedor para tomar el desayuno antes de volver a su casa.

— Ten. — Tōru colocó un plato frente al más bajo quien agradeció.

Los dos tomaron el desayuno en pocos minutos, después de todo Oikawa tenía una responsabilidad, la cual era asistir al trabajo y aparentemente Sugawara tenía asuntos pendientes que resolver en su residencia. Cuando ambos terminaron, el castaño levantó y limpió todo, y al acabar con ello fue junto a Kōshi hasta la entrada principal para despedirse de su mejor amigo.

— Avísame cuando llegues a tu casa ¿Bien? — Pidió Oikawa, Sugawara asintió sonriente.

— Lo haré, nos vemos luego, Tōru.

Sin más, el albino se retiró de la residencia de Oikawa. El castaño no tardó en volver adentro y dirigirse a su habitación para terminar de alistarse. Tomó una ducha de cinco minutos y tras secar su cuerpo se colocó las prendas que había seleccionado con antelación. Justo en ese momento su teléfono sonó indicando que alguien le estaba llamando y al fijarse en el nombre del contacto no pudo evitar que una sonrisa se estirara en su rostro.

— Buenos días, Iwaizumi.

"Buenos días, Tōru ¿Cómo amaneciste?"

— Está todo bien, me preparo para ir al trabajo.

La conversación continuó entre ambos, el moreno preguntó por el mejor amigo de Oikawa, no podía negar que le preocupaba la situación que estaba viviendo el albino y no se abstendría de ayudar a ambos amigos con lo que pudiera. Cuando Oikawa terminó de prepararse se despidió de Iwaizumi para ir al trabajo, pero al salir de su residencia se llevó una sorpresa al ver al moreno fuera del portón apoyado sobre el capó de su automóvil.

Una sonrisa se estiró en el rostro de Oikawa, era tan molesto para él no poder admitir o negar que probablemente estaba vuelto loco por el azabache, pero era aún más molesto verse sonriendo como bobo al recorrer con su mirada todo de aquel alfa. Detalles, eso era lo esencial. Iwaizumi vestía una camisa azul de mangas largas y botones, de los cuales dos se encontraban desabrochados permitiendo ver ligeramente una parte del marcado pecho del moreno. A su vez, vestía unos pantalones negros pegados a su cuerpo que también dejaban ver aquellos músculos que resaltaban de sus piernas.

"Deja de parecer un mocoso en plena pubertad" pensó Oikawa para sí mismo terminando de salir de su casa.

— Hola. — Saludó Tōru. — ¿Por qué estás aquí?

— Iré a dejarte al trabajo. — Iwaizumi se acercó al castaño y, empezando a volverse costumbre, depositó un corto beso en la frente de Oikawa. — No sé si podré ir hoy al gimnasio, tengo unos asuntos que resolver en mi trabajo.

— No hay problema con eso. — Tōru sonrió. — Saluda a Kuroo y Kenma de mi parte.

— Lo haré.

El moreno tomó la mano de Oikawa y le ayudó a subir al vehículo haciendo él lo mismo momentos después. El motor fue encendido y pronto ambos se pusieron en marcha con dirección al trabajo del castaño. Durante el camino ambos hablaron un poco y Tōru aprovechó para comentar un par de cosas respecto a la situación de Sugawara. Iwaizumi no pudo evitar sentirse mal, pero lo entendía. Después de todo, detrás de esa cara seria suya habría un niño llorón si Oikawa lo hubiera rechazado miserablemente. Al finalizar con su charla, ambos se dieron cuenta de que habían llegado al destino del castaño, quien debía despedirse para cumplir con sus deberes.

— Nos vemos luego, Tōru. — Se despidió Iwaizumi con una sonrisa.

Oikawa le observó por unos segundos y antes de que las palabras "nos vemos" pudieran salir de su boca un fugaz pensamiento pasó por la mente del castaño descolocándolo. Iwaizumi ladeó su cabeza ligeramente notando la mirada fija de Tōru sobre él haciéndole sentir de cierta manera nervioso.

— ¿Sucede algo, Tōru? — Preguntó el moreno, Oikawa rio.

— No, nada.

Y antes de poder asentir con más tranquilidad Iwaizumi sintió una suave presión ejercida sobre sus labios. Sus ojos se abrieron con sorpresa y su mente quedó en blanco hasta que notó al castaño alejarse con el rostro totalmente rojo buscando abrir torpemente la puerta del vehículo. Su mano actuó por sí sola tomando la muñeca de Oikawa evitando completar su misión de escape.

— ¿Qué fue eso? — Preguntó el moreno, Oikawa ni siquiera le miró.

— No preguntes y déjame ir.

— Por supuesto que no.

Tōru sintió como su rostro fue tomado con un agarre cien veces más delicado que el suyo, sus ojos encontrándose con los verdosos de Iwaizumi que parecían brillar con ilusión. En definitiva, el moreno parecía más un adolescente que él.

Sin embargo, Iwaizumi se negaba a desaprovechar aquel momento.

El moreno se inclinó hacia el castaño uniendo sus labios una vez más, con la diferencia de que esta vez no fue un simple tierno toque. Sus labios comenzaron a danzar suavemente junto al otro mientras los pulgares del azabache acariciaban delicadamente las mejillas de Oikawa. Era un momento tan mágico que parecía imposible ser interrumpido.

— Si no me detienes olvídate de ir a trabajar. — Susurró el moreno entre besos. Tōru rio tomando las mejillas de Iwaizumi para alejarle, no sin antes depositar un último y corto beso en los labios ajenos.

— Si no trabajo moriré de hambre lo que resta del mes.

Y sin decir más, Oikawa descendió del vehículo dejando atrás a un moreno perdidamente enamorado.

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