Capítulo trece

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Capítulo trece: presa

Tōru dejó caer las pesas soltando un largo suspiro al dar por concluido su día de entrenamiento. Ahora solo debía volver a su hogar, podría ver alguna película antes de irse a dormir o directamente no hacer nada y sentarse a usar su móvil lo que le restaba de tiempo libre.
Sin embargo, no tenía demasiadas fuerzas para hacer algo, ni siquiera para darse una ducha al llegar a su hogar.

Oikawa no se podía permitir a sí mismo irse a dormir con el cuerpo sucio y lleno de sudor, seguro al siguiente día tendría comezón y sentiría la necesidad de tomar un baño largo y relajante para remojarse como un objeto sucio y de esa manera sacarse la mugre del cuerpo.
Los ojos de Tōru se desviaron a la sección de baños que había en el gimnasio, no mentía cuando decía que no le agradaba meterse ahí, pero nada le aseguraba que al llegar a su hogar no caería rendido a su cama sin hacer nada de lo anteriormente planeado.

Un largo suspiro escapó de su boca antes de revisar su bolsa, siempre llevaba consigo una toalla y ropa limpia por si debía tomar esta clase de decisiones, aunque la mayor parte del tiempo la toalla y ropa regresaban limpios a su hogar.

— Tōru ¿Ya te vas? — Yamaguchi se acercó a su lado, Oikawa negó.

— Iré a darme una ducha rápida a los baños, dudo mucho poder hacerlo en mi casa antes de caer dormido como la bella durmiente. — Tōru se puso en pie tomando su bolsa. — Puedes irte primero, Iwaizumi se ha ofrecido a llevarme a casa estos días.

— Bien, pero... — Yamaguchi hizo una pausa observando hacia los baños. — Solo ten cuidado.

— Lo tendré, no te preocupes.

Oikawa se despidió de su compañero con la mano antes de dirigirse a los baños y adentrar su cabeza al sitio para asegurarse de que ya no hubiese tantos hombres allí metidos.
En silencio se adentró al lugar yendo directo a una de las duchas al final del sitio.

La sensación que sentía en su nuca de estar siendo observado por las personas que había ahí dentro no le agradó en lo absoluto, pero decidió ignorarlo por el bienestar de su agotado cuerpo. Al estar dentro de una de las duchas se aseguró de cerrar la puerta con seguro antes de desnudarse y colgar su ropa y bolsa en un pequeño gancho adherido a la misma puerta, después sacó un pequeño jabón líquido de su bolsa y permitió que el agua fluyera cayendo sobre su cuerpo.
No se dio el lujo de tener una ducha de diez minutos, en cambio, redujo el tiempo a cinco minutos para poder irse de allí lo más pronto posible.

El olor que inundaba los baños era desagradable, una enorme mezcla de sudor, feromonas y cuerpos mal lavados hacía a Tōru tener ganas de salir huyendo. Además, Tōru aún no comprendía por qué los baños masculinos no tenían una sección dividida para las razas más fuertes por un lado y las más débiles por otro lado.

Su mano giró de la llave cortando el paso del agua, con sus dedos tiró de sus cabellos mojados hacia atrás dejando libre su rostro. Tomó la toalla y secó su cuerpo completo para después ponerse si ropa y salir de la ducha para terminar de colocarse el calzado. Tōru se apoyó en el lavamanos ignorando a todos allí como si los baños estuvieran vacíos, pero debía recordar que la vida no era fan de jugar a su favor.

— Vaya, vaya, miren a quién tenemos aquí. — Oikawa elevó la mirada, sus ojos se encontraron con unos ojos rasgados que le miraban con diversión. — Oikawa Tōru. No es frecuente verte en los baños, estaba a punto de creer que detestas bañarte.

— Al contrario, adoro ducharme, pero prefiero evitar a las sabandijas como tú.

Oikawa terminó de colocarse sus zapatos, una falsa sonrisa apareció en su rostro al volver a ver a Daishō quien parecía estar ardiendo en llamas.

— ¿No será que más bien tienes miedo? — Tōru fingió confusión.

— ¿Miedo? ¿De qué? — Sus dotes de actuación le permitieron hacer como si lo estuviera pensando de más. — Oh... Tienes razón, podría asustarme si vengo muy tarde a las duchas y me encuentro contigo, tu rostro es aterrador.

Moviendo sus dedos como gusanos Oikawa imitó a un fantasma agregando un "Boo~" a su show. Suguru parecía estar acumulando cada vez más ira, pero Tōru no se detenía.

— Tú, ser miserable.

Tōru retrocedió un par de pasos cuando observó al sujeto comenzar a caminar hacia él con sus manos hechas puños.
¿Acaso nadie iba a detenerlo?

— Te enseñaré lo que es saber respetar a alguien con mucho más valor que tú. — Aseguró Daishō con una enorme sonrisa. Oikawa se preocupó.

Quizá sí se había excedido con sus palabras y lo había provocado de más, pero no iba a permitirse ser humillado por aquel alfa abusivo. Lamentablemente, si Daishō decidía realmente ir a golpearlo, podría enviarlo al hospital por unas vacaciones de dos semanas.

— De ser así, déjame hacerlo primero. — Una espalda ancha apareció frente a Oikawa, su rostro mostró sorpresa al reconocer casi al instante quién era.

Iwaizumi se cruzó de brazos notando como Daishō se detenía de golpe y le observaba con molestia mezclada con algo muy similar al miedo.
No se necesitaba ser muy inteligente para notar que la fuerza bruta entre aquellos dos tenía una gran diferencia.
Suguru podía ganar en una discusión verbal, pues parecía escupir veneno con aquella lengua suya; sin embargo, si Iwaizumi decidía ponerse muy serio no necesitaría más que un par de golpes para dejar al de ojos rasgados viendo estrellas por un par de días.

— Parece que no puedes vivir sin molestar a los demás ¿No, Hajime? — Suguru bufó con molestia.

— Escúchame bien. — Iwaizumi golpeó el pecho de Daishō con su dedo índice un par de veces. — Esta es mi última advertencia, deja en paz a Tōru o te golpearé hasta obligarte a reconstruir esa horrible cara tuya.

Daishō chasqueó la lengua apartando de golpe la mano de Iwaizumi. Con una última mirada hacia Oikawa el de ojos rasgados se dio la vuelta para retirarse.

— Tuviste suerte esta vez, Oikawa. Tu perro fiel llegó a salvarte.

Tōru lo vio irse, un extraño sentimiento apareció en su ser obligándole a llevar una mano a su pecho. Sus ojos fueron a Iwaizumi quien ahora se giraba para verle, sus manos se estiraron hacia Tōru tomando su rostro y buscando si tenía alguna herida en su cuerpo.
Oikawa tembló en su sitio tomando las manos ajenas que se encontraban en su rostro.

Ya no sentía un cosquilleo en su vientre, ahora parecía como si sus entrañas se estuvieran retorciendo, como si su cuerpo pidiera a gritos algo que Tōru no lograba entender.

— Iwaizumi... Gracias.

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