𝑪𝒂𝒑𝒊́𝒕𝒖𝒍𝒐 19: 𝑬𝒍 𝒔𝒆𝒄𝒓𝒆𝒕𝒐 𝒅𝒆 𝑭𝒓𝒂𝒏𝒌

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Lo que iba a hacer estaba demasiado mal, Frank lo sabía en lo más profundo de su corazón pero no podía evitarlo. Esa imagen llevaba dando vueltas constantemente en su cabeza por muchos días y necesitaba volver a ser testigo de ello de alguna manera.

Gerard había ido de visita con su vecina en el piso de abajo y era el momento ideal que Frank había estado esperando para quedarse solo en casa. Antes de salir de la habitación tomó una caja de pañuelos y su laptop y se dirigió al estudio.

Frank se encerró ahí adentro y rápidamente se acomodó en su asiento. Abrió el link que habían compartido con ellos, Orlando y Henry, y encontró la carpeta con los videos que habían grabado,  a los cuales únicamente ellos tenían acceso. Se puso sus audífonos y reprodujo el video que le estaba haciendo perder la cabeza.

Jamás en su vida había imaginado conocer esa fase de Gerard, pero lo que menos imaginó fue lo mucho que le había gustado.

En la pantalla comenzó a reproducirse el corto que habían grabado momentos después del gagbang. Todo había iniciado como una propuesta divertida de parte de Orlando para Gerard pero Henry había intervenido, alegando que su chico era muy bueno en ello y que merecía toda la pena la oportunidad. Él pelinegro no se lo había pensado mucho más que un par de minutos, con una sonrisa creída y orgullosa había aceptado sin problemas.

Sobre una cama con sábanas púrpuras, un hombre desnudo y de cabello platinado hasta mitad de su espalda, se acomodó sobre sus rodillas y su pecho. Utilizó sus delgadas y finas manos para tomar sus glúteos redondos y abrirlos para la cámara, revelando un pequeño agujero húmedo que se contraía cada tantos segundos.

Gerard apareció de espaldas a la cámara y se paró a un lado de la cama. Tomó la base de su polla totalmente dura y se acarició un poco antes de romper el empaque de un condón y colocárselo. La cámara enfocó sus manos de manera perfecta en el instante en que deslizaba lentamente el preservativo por todo su falo.

—Qué buen chico tengo aquí —murmuró mientras se subía a la cama.

Frank, al igual que ese día mientras observaba todo desde un costado, trató de aguantar lo más que pudo pero al final su polla terminó dando duros tirones. En aquella ocasión no tuvo más remedio que aguantarse y respirar para calmarse, sin embargo, ahora estaba solo en casa y podía liberarse de ese calor.

Se apuró a quitarse sus shorts azul cielo y la ropa interior, la lanzó a algún lugar en el suelo y agarró la base de su polla dura como roca con la palma completa. Comenzó a bombear un poco hasta dejar su pulgar sobre la raja, lo movió sobre ella al mismo tiempo y con la misma intensidad que Gerard lo movía en forma de círculo sobre el agujero de Orlando. El pre semen se filtraba y el arrastre de su dedo era gentil.

—Sigue siendo bueno para mí y gime… —murmuró Gerard con una profunda voz de mando que caló los huesos de Frank y envió una dura pulsación a sus bolas—. Quiero escucharte.

Gerard se sostuvo de las delgadas caderas de Orlando y guió su polla hasta el agujero que le esperaba listo, restregó la cabeza un par de veces y finalmente comenzó a penetrarlo, suave hasta que toda su longitud estaba dentro de él.

Los ojos de Orlando estaban cerrados y tenía la boca muy abierta mientras gemía. Tan pronto como toda su polla fue absorbida, Gerard comenzó a moverse sin piedad. Se movía rápido y fuerte, no le costó mucho encontrar el punto dulce dentro de él y cuando lo hizo la desesperación emanó por toda la piel de Orlando. Se aferró a las sábanas y empujó el culo más hacia atrás.

Gerard le dio una bofetada y continuó embistiendo, impactando una y otra vez en el mismo lugar, arrancándole más gemidos llenos de placer.

Frank cerró sus ojos, perdido en los gruñidos que tanto le escuchaba escuchar. Disfrutaba tanto cuando era él el responsable de que Gerard se deshiciera así, gritando su nombre y pidiendo más, pero que fuese Gerard él que hiciera sentir así a alguien era simplemente mágico.

Escuchar y ver a Gerard tan dominante activó en Frank un interruptor que no sabía que tenía. Deseaba como nunca poder estar en el lugar de Orlando, ser él quien estuviese debajo de Gerard, retorciéndose gracias a sus fuertes embestidas. Quería agonizar escuchando el sonido de su piel contra la suya y de la rudeza de sus caricias.

Amaba follarse a Gerard, tanto como lo amaba a él mismo pero este nuevo deseo cachondo y codicioso era parte de su oscuro secreto.

Sin darse cuenta y mientras mantenía sus ojos cerrados, perdido en el éxtasis de la voz y el recuerdo de Gerard activo; Frank no se percató que su mano izquierda encontró un camino hacia la parte posterior de sus bolas.

—¡Oh! —jadeó al frotar sus dígitos sobre su perineo, peligrosamente cerca de su entrada.

El rubio apretó los dientes, moviendo su mano contra su falo más rápido al igual que el roce de sus dedos. No sabía si estaba gimiendo alto o solo lo hacía para su interior, únicamente le importaba el placer que sentía con la imagen de Gerard follándolo.

—¡Agh! Eso es… muy bueno… —dijo Gerard y el susurro contra los oídos de Frank, electrizante y adictivo, fue suficiente.

—G-geraard… —gimió mientras su polla se contraía en su mano. Sus dedos empujaron más ásperos y los hilos espesos de semen se esparcieron sobre su vientre.

Unos cuantos minutos después, Frank se incorporó. Se quitó los audífonos y observó el desastre que había hecho. Había un gran rastro de culpa en su pecho cuando volvió su vista a la pantalla; cerró todo con rapidez tratando de eliminar de esa forma la evidencia de lo que había hecho.

Sin embargo, muy difícilmente esos pensamientos iban a irse de su mente. No sabía cuánto tiempo iba a aguantar hasta confesar, tarde o temprano lo haría, solo esperaba que fuera bastante más tarde.

Se empujó hacia atrás con la silla y tomó un par de pañuelos para limpiarse, en el momento justo en que la puerta se abrió de un tirón.

—Frankie… a que no sab… —dijo Gerard y su rostro fue un poema ante la mirada de Frank. De la confusión con la que había entrado pasó al asombro al ver a Frank con la polla en la mano hasta finalizar en la picardía.

Cerró la puerta a sus espaldas y se aproximó al escritorio de Frank. Dejó sobre la superficie una pequeña tarjeta que llevaba en sus manos y rodeó el mueble.

—¿Qué es lo que no sé? —preguntó tratando de llamar la atención de su pelinegro.

—Eso puede esperar. Ahora llegó mi turno de jugar.

 Ahora llegó mi turno de jugar

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❍𝐧𝐥𝐲𝐟𝐚𝐧𝐬 ➛FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora