𝑪𝒂𝒑𝒊́𝒕𝒖𝒍𝒐 25: 𝑩𝒆𝒔𝒐 𝒄𝒐𝒏 𝒂𝒎𝒐𝒓

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Gerard suspiró al ver su casa. Los pequeños muros hechos de ladrillos continuaban iguales a como la última vez que los había visto y las rosas que adornaban los jardines delanteros brillaban con su belleza bajo los tenues rayos de luz que se negaban a extinguirse para darle paso a la noche.

Había sido un largo viaje pero al fin habían llegado, y los nervios no habían dudado en aparecer apenas el pelinegro puso un pie en el primer escalón. Frank notó su temor y colocó una mano en su cintura para darle valor. Luego de un pequeño asentimiento, juntos comenzaron a avanzar hasta estar frente a la puerta.

Después de platicar aquella mañana en la azotea, Gerard y Frank habían decidido que sería un viaje sorpresa, por eso, después de un par de toques, cuando la puerta se abrió, una mujer de cabello rubio gritó de emoción y sin mediar palabras se abalanzó encima de Gerard. Lo abrazó y lo besó como nunca en la vida, y la calidez de sus brazos y su incondicional amor de madre le dio a Gee, de momento, un alivio único.

—Qué sorpresa tan preciosa, mi Gee. Mikey estará tan feliz de verte —dijo con ternura y le apretó las mejillas—. Y tú, Frank, que alegría que estés aquí. Mucho más guapo que aquella vez que te vi, te sienta el cabello rubio.

—Mamá…

—Gracias, Donna —dijo Frank. Saludó a la mujer con un corto abrazo y entró por completo a la casa detrás de Gerard.

—Llegaron en el momento perfecto, estoy a punto de servir la cena. Vamos.

Gerard miró a Frank en busca de consuelo pero él solo asintió y le indicó que avanzara, ya pronto iba a terminar su suplicio. Donna estaba tan tranquila que no parecía saber nada aún y eso inquietaba más a Gerard, hubiese preferido que lo recibiera con una reprimenda o algo, a la zozobra de no saber cómo iba a reaccionar ante lo que le dijera, si es que encontraba el coraje de decirlo.

Antes que pudiese entrar a la cocina, Gerard se encontró con su hermano al pie de las escaleras. Se dieron un largo abrazo y Mikey aprovechó unos minutos para comentarle a Gee que gracias a su ayuda había podido sacar buenas notas en la materia que más le había costado ese semestre. Gerard estaba muy orgulloso de su hermano y se lo hizo saber; siguieron conversando al dirigirse al comedor dentro de la cocina, Donna les había llamado.

Para Gerard, ver aquella imagen tan casera de Frank ayudando a su mamá a colocar los platos y cubiertos sobre la mesa, le calentó el corazón. No era por el acto en sí, Frank ayudaba todo el tiempo, era lo que ahora él significaba en su vida. Aunque no fuese oficial, Frank Iero ya no era sólo su amigo, era mucho más. Su amante, su amor, su familia.

—¿Todo bien, cariño? —preguntó Frank muy cerca de su oído. Mikey se había apartado para ayudar a Donna y Gerard se había quedado simplemente de pie pensando y con las mejillas enrojecidas.

—Si, bebé —respondió en voz baja.

Frank se acercó la más que le permitió el tazón de vidrio entre sus manos y susurró solo para que Gerard lo escuchara:

—¿Puedo darte un beso?

El pelinegro se mordió los labios y se giró un poco para recibir la suavidad de sus iguales en un beso rápido y tímido, como un par de adolescentes besándose en la oscuridad. Frank se alejó rápidamente y colocó la ensalada al mismo tiempo que Mikey llevó el estofado y Donna colocó las verduras al vapor. Tomaron asiento en el comedor, Frank al lado de Gerard, Mikey frente a Frank y Donna al centro.

—No es que me moleste pero me da un poco de curiosidad, ¿a qué se debe esta sorpresa tan bonita? —preguntó Donna.

Ya casi acababan de comer y la charla cotidiana que habían mantenido ayudaron a Gerard a calmar sus nervios, sin embargo, apenas aquellas palabras salieron de la boca de su madre, se tensó y dejó sus cubiertos de lado. Bajó sus manos y las escondió sobre su regazo. Frank lo notó y no pude evitar sentir tanta tristeza por él, porque sabía que no era un momento fácil. Para expresar su apoyo, le tomó la mano y la apretó.

❍𝐧𝐥𝐲𝐟𝐚𝐧𝐬 ➛FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora