4. CANCELADO

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CIUDAD DE MÉXICO

- ¡Profeeee! - sonriente, Diego caminó hacia él y lo abrazó con fuerza.

- ¡Albertoooo! - reiteró, negando con la cabeza en tanto le devolvía la sonrisa y el abrazo.

En el segundo que se separó, Diego notó cómo la expresión del que fue su profesor cambiaba por completo.

- ¿Todo bien?

- ¿Sinceramente? No. Es que... unos días atrás, recibí una noticia que...- miró hacia un costado, buscando cómo terminar la oración sin necesidad de ahondar mucho en el tema - que, pues, no me tiene nada bien.

- ¿Pero... es MUY mala esa noticia? ¿Hay alguna forma en que te pueda ayudar? - preocupado, le colocó una mano en el hombro.

- No, no, muchacho, ¿cómo crees? Recién llegaste y tú tienes tu propio TEMOTE del que ocuparte. Además, nadie me puede ayudar con esto de ninguna forma, créemelo. Así que mejor cambiemos de tema. Dime cómo se siente el futuro esposo.

Ahí, Diego hizo una mueca y respiró profundamente.

- Para serte sincero... bueno, tú disculparás mi francés, pero... el futuro esposo se siente CAGADO de nervios. - respondió, recibiendo una sutil risa y un par de golpecitos en el cachete de parte de Alberto.

- No te preocupes, que es lógico. Raro sería que no te sintieras así.

- ¿En verdad? - dudoso.

- Sí, te lo digo yo, y es por algo.

- Bueno, espero qu... ¡Ah! No sé dónde traigo la cabeza, caray, me parece que la dejé botada en San Miguel. Casi se me olvidaba otro algo importantísimo: Te presento a Don Gustavo San Román. - se hizo a un lado, para dejar que el papá de Mathilda se acercara. - Don Gustavo, él es el Ingeniero Alberto Gallardo Rivas.

- Qué gusto poder conocerte en persona por fin. - Don Alberto extendió la mano.

- No, no, por favor, el gusto es todo mío. - Gustavo la tomó.

- Entonces... me retiro y dejo que platiquen lo que tienen que platicar mientras voy a solucionar unos detalles por ahí con mi futura esposa. Alberto... un honor verte, como siempre. - chocó los puños y después el codo con su antiguo profesor. Acto seguido, se dieron un abrazo que incluyó un par de palmadas en la espalda del otro.

- Bueno, Gustavo, adelante. - con una seña, le indicó que pasara primero, pero él devolvió el gesto.

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SAN MIGUEL DE ALLENDE

- Buenas tardes. - saludó Arya al estar frente a un counter libre.

- Buenas tardes, señorita.

- Necesito abrir una cuenta con ustedes.

- Por supuesto. Siéntese. - señaló la silla que estaba al otro lado del escritorio.

- Gracias. - aferrada a su mochila.

- ¿Tiene cuentas en otros bancos?

- Acá no, porque viví en España desde niña y recién volví. Entonces voy a cerrar la que abrí allá y voy a transferir mis fondos, que... bueno, no es una millonada, pero me sirve para abrir mi nueva cuenta en este banco. - sonrió con timidez.

- No hay problema. ¿Me permite su INE o su pasaporte?

- Eh... sí, mi pasaporte. Aquí tiene. - apretando las piernas y aferrándose más a su mochila, lo entregó.

- Muy bien. - empezó a revisarlo. - Eh... ¿tiene ya celular mexicano?

- Mhm, ya me compré uno. Voy a eliminar e... el que saqué en España. - su voz temblaba mientras bajaba la mirada hacia su mochila, pues ahí tenía su celular español y el de Mathilda.

Impropia PielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora