6. AGRADECIMIENTO

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—Sí, Alberto, sí me enteré. Y no me gusta tener que estar hablándote para esto porque no soy nadie y no tendría nada que decirte; pero, lamentablemente, no eres el único con poder de decisión sobre este proyecto y, como a Natalia ahora le vale madres lo que pase con Roca Milagrosa, no me parece que esté bien que Don Gustavo te ande metiendo presión para que lo hagas tú. Más encima, por su lado. ¿Qué es esa mamada? —al percatarse del vocabulario que acababa de utilizar, cerró los ojos. —Perdona.

Alberto se rio.

—No te preocupes, muchacho, que yo ya estoy crecidito y a mí nadie me anda metiendo presión para nada. Sé muy bien cómo manejar mi dinero. El mismo que estoy pensando SERIAMENTE invertir en “esa mamada”. Otra cosa: no quiero volver a escucharte decir que no eres nadie. Usted es mi mano derecha, alumno Diego; y cualquier consulta, opinión o comentario tuyo, lo voy a tener en cuenta.

—Te agradezco muchísimo tus palabras, en verdad. Pero cuando conversamos de esto, tú quisiste seguir adelante con el proyecto para hacer feliz a Natalia.

—No, no, ahí te equivocas. Esto se trata de ti ahora; te voy a ayudar porque lo sucedido entre ustedes me dejó con una sensación que no me gusta. Aparte, esto ayudaría al área de mi empresa en la que apoyo negocios en quiebra para levantarlos y después venderlos a un precio mejor.

—Ya... Pasa que vender no es nuestra intención. Acá necesitamos SALVAR Roca Milagrosa por nosotros y por la gente que contribuyó a que fuera lo que fue alguna vez.

—Sí, también me lo dijiste. Precisamente eso es lo que ando revisando y viendo nuevos números, para así hacer una nueva propuesta. Eso sí, necesito esperar que Natalia vuelva de su viaje antes de llevarla a cabo y que se lo tome como una traición.

—Sí, sí, sí, entiendo perfectamente tu parte. Tampoco pretendo crear problemas o un distanciamiento entre ustedes.

Espero que eso no pase y pueda ayudarte.

—Profe... en verdad, gracias, gracias y, un millón de veces más, gracias. Neta, eres un tipazo y si esto se logra, voy a estar eternamente en deuda contigo.

—Velázquez, estás haciendo que me ponga sentimental, y eso es algo que DETESTO. Así que, solo por hoy, me voy a permitir decirte algo que JAMÁS le diría a nadie a diario... Te quiero. Y como te quiero, quiero que tu gente y tú estén bien. Es más...—sentado frente a su computador, hizo una pausa, bajó la cabeza y suspiró —si la vida y el de arriba, me hubiesen dado la fortuna y la bendición de tener un hijo... querría que fueses tú.

—De corazón, se aprecian sus palabras, Profesor Gallardo. —sonrió melancólico.

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—Isma, discúlpame, ya sé que te dije una hora nomás, pero...—Valentina intentó excusarse mientras entraba a toda velocidad a la tienda. Cuando alguien salió a recibirla, no pudo continuar.

—Te felicito, eh, qué buen trabajo. ¿Dónde andabas?

—Ay... ma, pensé que lo de Valentín te tomaría más tiempo.

—Fíjate que no fue así. Ya me las olía y por eso le pedí a tu papá que se encargara. No soy tan estúpida como tú me quisiste ver la cara.

—No empieces. Me fui porque tenía algo que hacer, pero tampoco es que dejé la tienda desatendida, se la dejé a Ismael un momento.

—Este no es el trabajo de Ismael, hija. Él tiene el suyo. —mirándola decepcionada, negó con la cabeza. —Mira, Valentina, si no tienes el menor sentido de la responsabilidad, te pido que al menos no seas cínica.

Impropia PielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora