12. ¿ÉL SABE?

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Ni bien llegar al hospital, Diego comenzó a mirar hacia todos lados, buscando a cierta administradora, considerando que ya podría encontrarse ahí. En cuestión de segundos, sintió su celular vibrar en el bolsillo trasero de sus jeans y lo sacó rápidamente para contestarle.

Su expresión no tardó en transformarse cuando vio la pantalla y descubrió que no era precisamente ella. Suspiró con hartazgo y lo guardó de vuelta, dejando que siguiese sonando.

—¿Se puede saber quién es Val? —soltó, haciendo que prácticamente pegara un brinco, pues olvidó que estaba acompañado.

—Nadie importante. —respondió sin mirarla, pues se acababa de poner a buscar a quien realmente le importaba de nuevo.

—Ay... solamente pregunté porque ayer te marcó también cuando te fuiste a meter en la regadera. Vi su nombre y como que me parece muy insistente. Quiero saber quién es y ya.

—Natalia, ¿qué te importa? D...

—¡Hermano! —exclamó Andrés, acercándose seguido de alguien más.

—¡Dante! ¿Cómo te va? Qué gusto verte de nuevo.

—Pos... pos, me va bien. ¿Y a ti, Nat?

—Todo MÁS que bien. Gracias.

—Él es Andrés, Natalia. Andrés, ella es Natalia. —los presentó sin más.

—Ay, ay, ay. ¿Entonces tú eres el otro famoso mejor amigo del que Diego nunca paró de hablarme? Qué bueno poder ponerte una cara por fin. —sonriente, se acercó a darle un beso en el cachete y un abrazo.

—Eh... lo mismo digo, Natalia. —saludó de vuelta, ofreciéndole una sonrisa diplomática. —Y sí, bueno, es que cuando estábamos en la U, casi ni con Diego podíamos vernos. Imagínate.

—Entiendo, pero ya por fin pudimos coincidir.

—Este... bueno, vino conmigo porque insistió en ver a mi viejo.

—Pues, hace varias horas despertó, pero ahora mismo nada más puedes pasar tú, Diego. Dependiendo de cómo pase las próximas horas, a lo mejor pueda autorizar que entres a verlo también, Natalia.

—No te preocupes. El médico eres tú y sabrás por qué lo dispones así. Tú na más me avisas. —levantó su dedo gordo.

Para Andrés, estaba siendo complicado mantener la conversación, considerando que notaba perfectamente las distintas expresiones de pocos amigos que se le estaban quedando a cierto ingeniero. Simplemente, tampoco tenía la intención de ser maleducado o “cortante” por unos temas de pareja que no le incumbían.

—Eh... si me disculpan, tengo que ir a firmar unos papeles. —se excusó y se alejó.

Dante fue detrás de él.

—Okay, Diego, voy por un café y al baño, aprovecha ahorita para ir a ver a Felipe.

—Vale.

Ni bien hacerle una caricia en el hombro, Natalia notó su reacción fría y distante, por lo que suspiró resignada.

Viendo de reojo, los mejores amigos del ingeniero solo volvieron a acercarse cuando estuvo solo.

—Diego... no es por metiche, pero, ¿qué pedo? ¿Regresaste con ella? —sorprendido, arqueó una ceja. —Casi que aposté que primero volaba un elefante antes que eso.

Nada más lejos que lo que dijiste. Solo que pasó algo bien serio y... bueno, necesitamos estar cerca; pero... también necesito que conversemos de algo que es muy importante para mí, güey. —se inclinó un poco, diciéndolo en confidencia.

Impropia PielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora