11. CAMBIO DE PLANES

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—Mira, María, dentro de nuestra casa, no hay espacio, lastimosamente. Pero sí tenemos lugar en la tienda; en el cuarto de atrás, acomodamos todo, tiramos colchones y no les va a faltar nada.

—Suena muy bien, pero, ¿dónde vamos a guardar los muebles? —preguntó Milagros, la mamá de María.

—Pues... seguramente, el Padre Tadeo no tendrá problema con guardarles una parte en la bodega de la iglesia. —dijo Elías, abrazando a Silvana.

—¡Acá estamos! —exclamó Arya de pronto. —Eh... hola a todos.

—Hola. —continuó Diego, haciendo un gesto con la cabeza como saludando también.

—Hola, chavos. —Elías y Silvana hablaron al unísono.

—María...—la castaña se acercó a abrazarla.

—Jovencita, por favor, ayúdenos. —suplicó con los ojos cristalizados.

—Ellos son Anthony y Milly, ¿verdad? —al mirar a los menores, su mirada se llenó de ternura y más impotencia aún por el daño que les estaban causando.

—S... sí. —dijo Milly con la voz quebrada, notando que su hermano solo podía asentir. —Y ella es nuestra abuelita Milagros.

—¿Cómo le va, señora? Chicos, quédense tranquilos, que cuentan con mi ayuda... Aún no sé cómo, pero les aseguro que todo va a mejorar. ¿Los puedo acariciar? —cuando ambos asintieron tímidamente, ella les hizo una delicada caricia en el cachete.

—Nosotros también supimos de esto cuando Conchita nos llamó y fuimos a buscar al Padre Tadeo, pero nos dijeron que salió a hacer un trámite y no ha regresado. —informó Silvana.

—Bueno, yo voy a acercar la camioneta. Así, empezamos a levantar las cosas para que no estén acá afuera. Después les buscamos un lugar.

—Sí, señor Elías. Eso lo arreglamos en otro momento.—recién ahí, notó la presencia de alguien que se "escondía" detrás del matrimonio Riobueno Arteaga, y le ofreció una bonita sonrisa.

—No sé si te acuerdes, pero él es Valentín, nuestro tercer hijo. —la mamá de los hermanos Riobueno Arteaga lo abrazó.

—¿Cómo estás? Tu hermano Andrés siempre me está hablando de ti, y se quedó corto. Eres el pirata más bonito que he visto, Valentín.

Este le devolvió la sonrisa de golpe, llenando de ternura a sus padres.

—Silvana nos está ofreciendo quedarnos en el cuarto de atrás de su tienda un tiempo, pero, ¿después qué? ¿Cómo vamos a salir de esta, jovencita?

Arya volteó a verla de golpe, buscando opciones.

—Bueno... quizás en la casa de mi papá unos días, de ahí a mi cabaña...—intentó proponer, mirándose con ella.

—No, no, Diego, tampoco creo que convenga que estén de nómadas y de un ambiente desconocido a otro todavía más desconocido. —pensativa. —¡Ya! Creo que se me ocurrió algo. A ver, primero, a embarcar todo esto entre la camioneta de Don Elías y... de Miguel. —añadió al ver que también se encontraba presente.

—Así será, Mathilda. —El hijo de Conchita no tardó en empezar a levantar diferentes tipos de objetos.

—¿Podemos usar la tuya también?

—Por supuesto. —sin dudar, Diego se puso a recoger también.

—¿Pero a dónde te los vas a llevar, mija? —preguntó Silvana.

—A Roca Milagrosa.

El grupo entero se paralizó enseguida.

—¿Es neta, Mathilda? ¿Estás segura de lo que quieres hacer?

Impropia PielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora