21. EXTRAÑAR

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Ni bien llegar al último escalón, colisionó fuertemente con otro cuerpo.

—¡Whou! ¡Epa! —por inercia, la agarró de los brazos y, al descubrir quién era, la miró con preocupación.

Ella permaneció allí, toda agitada.

—¿Estás bien? ¿Por qué vienes así? —le puso una mano en el cachete.

—Todo bien.

Era absolutamente improbable que le contara que había ido a seguir a “su querida madrastra” a metros de metros lejos de la hacienda, para ser testigo de su encuentro con Dante y cómo estuvo a nada de ser atrapada por ella.

—¿Cómo así sigues acá a estas horas? —en el fondo de su corazón, esa inminente respuesta la tenía bastante ilusionada.

Como se estaba poniendo incómodo, las pupilas de Diego “bailaron” un poco.

—Natalia.

—Ya…—esa sonrisa, que estaba conteniendo con todas sus fuerzas para que no se escapara, se desvaneció. —Por supuesto. Tenía que ser. Qué bruta. —sin mirarlo, se burló de sí misma y negó con la cabeza.

—No, no digas así. —la detuvo justo antes de que siguiera su camino. —Pasó que se sintió mal cuando estuvo fuera hoy día, tuvo un desmayo y se le desgarró el tendón.

—¡Dios mío! ¿Pero cómo está el bebé?

—Gracias a Dios, bien. Le marcó a Ana Rosa para que la acompañara al hospital, le hicieron dos ultrasonidos y dijeron que todo estaba bien. Qué raro que nunca nos encontramos. —pensó en voz alta. —Y, bueno, me quedé por si se sentía mal y necesitaba algo.

—No necesitas darme explicaciones. —cuando pasó por su lado, él la detuvo agarrándola delicadamente de la mano, causando que se girara a mirarlo.

—Hey… la verdad, sí estoy por Natalia, pero me quedé hasta esta hora porque estaba esperándote a ti.

—¿Para qué? —se encogió de hombros.

—Porque también… también quería verte. Te extraño con el alma, princesa, y en verdad no sabes cuánto daría por que todo pudiera ser diferente.

—Igual que yo.

Diego bajó la mirada a sus manos unidas, para después dar un paso hacia ella y acercarse despacio a sus labios.

Arya estuvo a nada de cerrar los ojos y dejarse llevar, pero terminó dando una abrupta media vuelta, queriendo subir. De pronto, cerró los ojos, regresó a tomarle la cara y darle un beso en la frente.

—Que duermas bien, Diego. —dicho esto, se fue corriendo escaleras arriba.

Con una pequeña sonrisa en los labios, el ingeniero soltó un suspiro de resignación.

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DÍA SIGUIENTE

—Buen día, nanita. —un poco más animada, entró en la cocina.

—Hola, mi amor.

Arya se percató de cómo intentaba ocultar la cara, por lo que su sonrisa se desvaneció y fue a su lado.

—Nanita, ¿qué tienes? ¿Por qué estás llorando?

—No es nada. Son tonteras mías. No te preocupes. —se sorbió fuerte la nariz y se pasó un pañuelo por los ojos.

—¿Cómo no te voy a hacer caso? Mira na más cómo estás. —le tomó la cara con delicadeza. —Ven, vamos por acá, sentémonos…—la condujo al comedor de la cocina y la ayudó a sentarse antes de hacer lo propio a su lado —y cuéntame qué está pasando.

Impropia PielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora