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Se había acostumbrado al amargo sabor de las pastillas, y a tomar varios medicamentos de un solo bocado desde hace ya bastante tiempo.

No a desayunado, pero siente que con tomar el medicamento ya a cumplido. Y espera sobrevivir el resto del día con un vaso de agua.

Tiene una fatiga enorme por culpa de los constantes desvelos que sufre, y al subir el coche, se recuesta de inmediato en los asientos de atrás mientras llegan al consultorio. Una media hora o menos si evitaban el tráfico.

Somnolienta, miró pasar a través de la ventana a los edificios, autos y ocasionales árboles de la ciudad, mientras trataba de adivinar en qué parte se encontraban. Si estaban lejos o cerca.

La sombra de un árbol cubrió el auto. Significa que han llegado, y que su padre a detenido el coche.

Se incorporó con pereza del asiento y lo miró de reojo por el retrovisor. Antes de salir él llamó su atención.

—¿Desayunaste antes de venir?

—Si.

Y de nuevo, volvió a creérselo. Está tan ocupado en su mundo y en su trabajo que no se a dado cuenta de sus mentiras. Por una parte, se a evitado el ser descubierta, por  otra, de nuevo su padre le a demostrado no estar al pendiente de ella.

Shit.

Abrió la puerta y bajó.

Pensó en despedirse, pero cuando se dió la vuelta el carro ya se había alejado considerablemente de ella a toda prisa.

Suspiró, deseando poder haber comido algo en casa realmente.

Las puertas del consultorio se abrieron automáticamente a medida que caminó hacia ellas, y se dirigió hasta la sala de espera, pero la chica castaña al verla le permitió el acceso en seguida.

—Buen día, Annie. Pasa, por favor. La doctora Mikasa te está esperando.—Dijo la recepcionista, con un gafete en su blusa blanca, de nombre; Sasha Blause.

La habitación ahora se encontraba a temperatura ambiente. Mikasa estaba sentada en el escritorio, con la mirada fija en el celular, parecía divertirle lo que veía, pues la vió sonreír levemente y mover sus dedos para teclear.

Al sentir su presencia, alzó la mirada y lo guardó en su bolsillo mientras se quitaba los lentes. Recibiendola de nuevo con esa linda sonrisa suya.

—Llegas tarde.

Pero voz severa.

Annie se acercó a ella con la mirada baja. Sabía que llegó a destiempo.

—No escuché la alarma.

Y pasaron cosas.

—Ya veo.—Tomó asiento.—¿Cómo estás, Annie?

—Bien.—Se sentó frente a ella.

Había papeles, y plumas regadas, que para ser sinceros contradecían un poco el orden que la azabache buscaba arreglar en ella, pero bueno, y de hecho se disculpó por eso. Al parecer, antes de ella atendió a un niño, un tanto inquieto que quiso jugar y dibujar mientras llevaban a cabo su respectiva sesión.

Tambien...había una apetitosa caja de donas en el escritorio, y Annie no pudo evitar mirarlas de reojo. Su estómago a estado gruñendo y gruñendo desde hace horas.

—¿Gustas?

Negó. Claramente contradiciendo a su cuerpo. No tanto porque no quisiera tomar una, sino que le apenaba hacerlo.

—¿Segura?—Insistió la azabache, acercando la caja hacia ella.

Annie la miró de reojo y estiró la mano para tomar una. Estaba tibia, suave y deliciosa, como si la hubiesen horneado hace poco. Definitivamente lo que necesitaba.

My psychologist. [Mikannie] G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora