—Eso sería todo por hoy, Annie.—Dijo Ymir.—Llevamos un excelente ritmo.
La rubia se levantó del asiento y caminó a su lado hasta la puerta. Eso era muy bueno, sin duda.
No a descuidado su alimentación, su ciclo del sueño, (porque no tenía celular), ni sus terapias.
—Gracias.
—Recuerda lo que hablamos, y veremos el resto la próxima sesión. Hasta luego.
Asintió, y caminó hasta la recepción para esperar a que Mikasa terminara su turno, cosa para la que no faltaba mucho honestamente.
Cuando llegó, se le hizo un poco extraño no ver a Sasha como era de costumbre el dia de hoy, pero no indagó mas, y solo se sentó.
Unos pocos segundos después la puerta se abrió, y de ahí salió una mujer, que sinceramente nunca antes había visto, pero no le dió nada de buena espina.
Esa...no era Sasha. No era la carismática y glotona castaña que ya conocía.
La mujer pelinegra de las coletas miró a Annie y sonrió, pero eso lejos de calmarle, solo le inquietó más, y no sabría explicar por qué.
—¿Puedo ayudarte?
—No.—Murmuró.—Solo estoy esperando.
—¿Eres paciente de la señorita Ackerman?—Arqueó la ceja.
—...Un poco más que eso...
La mujer pelinegra quitó su sonrisa.
La puerta se abrió una vez más atrás de ella, y de ahí salió la azabache, quién al ver a Annie sonrió, pero cuando Annie la vió a ella no le respondió de la misma forma, tan solo se levantó.
—¿Ya nos vamos?
Mikasa asintió.
—Si, dame un momento. Mina, ¿puedes darle esto a Hange? Por favor.—Le entregó una carpeta.
Mina asintió y le sonrió a la azabache de una forma que, si bien aparentemente no fué mala, y no hubo nada raro en ella, hizo que el estómago se le resolviera a Annie.
¿Qué mierdas era esto?
Este enojo y estas náuseas. No le gustaban para nada.
—Claro, señorita Ackerman.
—Gracias. Ten lindo día.
Cerró la puerta y se quitó la bata para colgarsela en el hombro.
Tomó la mano de Annie, pero esta se safó y solo se fué caminando hacia la salida a un paso algo rápido.
Mikasa la vió extrañada, y caminó un poco más rápido hasta alcanzarla.
—Annie.—La llamó.—¿Qué pasa?
—Nada. Tengo sueño.—Murmuró.
—Oh.—Arqueó la ceja.—Entiendo, pero, primero debes comer. Recuerda que no debes descuidar tu dieta.
—Si ya lo sé.
Quitó el seguro del auto, y Annie se subió al copiloto.
Le vió tomar el cinturón de seguridad, colocarselo, mirar hacia el frente y solo cruzarse de brazos en silencio.
Mikasa le vió preocupada.
—¿Segura estás bien?
—Si.—Murmuró.
Mikasa la miró en silencio y arrancó el auto para irse. Durante el camino le notó bastante callada y seria, pero no dijo más. Supuso podría ser que lo tratado en terapia la puso así, por lo que ya no indagó más.