Unas semanas después.
Tomó su blusa más decente para ir al trabajo, es decir, la única más o menos blanca y sin estampado. Y la menos holgada por así decirlo.
Hace mucho no la usaba, así que pensó utilizarla hoy.
Caminó hasta el baño con ella, y se miró al espejo. Cuando bajó la blusa, hubo un pequeño problema, uno que, al principio pensó negar, pero ya era una realidad.
Estaba...demasiado ajustada.
Se miró al espejo de nuevo, y miró su vientre de lado, algo ya abultado. Casi nada la verdad, pero la causa de esto también podía estarse dando por su dieta, que tenía como objetivo hacerla subir de peso, y que a tratado de cumplir al pie de la letra para mejores resultados aunque de verdad le cueste mucho.
Ahora que lo recordaba, si notaba algo ajustadas sus prendas. Solo un poco...y eso no le gustaba.
Era una incomodidad desesperante sentir como ese trozo de tela se le adheria al cuerpo, y le hacía sentir hasta asfixia. Calor. Mucho calor.
Tomó el borde de la blusa, y trató de quitársela, pero por más fuerza que hizo no lograba salir. ¿Cómo carajos entró en primer lugar?
Suspiró, frustrada y volvió a tirar mientras se paseaba por el baño.
Unos golpecitos en la puerta le hicieron girar.—¿Annie? ¿Todo bien?
—Uh, eso...creo...—Murmuró, y volvió a intentar quitársela pero no pudo.—¡Agh!
—¿Segura?
—...No.—Suspiró.
—¿Pasa algo?—Se escuchó preocupada, así que abrió la puerta, y miró a Annie frente al espejo, pero no se veía herida.—¿Qué ocurre?
—No logro quitarme la blusa.—Se talló los ojos. Esto era muy vergonzoso.
Mikasa soltó una pequeña risita.
—¿Está ajustada?—Se acercó.
Asintió.
—¿Me ayudas...?
La azabache asintió, Annie le dió la espalda y levantó los brazos. Mikasa tomó la parte de abajo de la blusa y se la subió de poco en poco hasta quitársela, y dejarla únicamente en sostén. Al estar frente al espejo, por supuesto logró ver algo de piel. Mikasa algo acalorada le dió la blusa, y Annie la tomó con las mejillas super rojas, para después cubrirse con la blusa.
—Gracias...
—De nada...
Se detuvo en el marco de la puerta y la miró.
—Estaré...estaré abajo preparando el desayuno, ¿si?
—Uh, si, si.
—¿Quieres...quieres llevarte mi sudadera al trabajo o...?
A Annie le brillaron los ojos.
—¿Puedo?
Mikasa asintió con una sonrisa.
—Claro, creo que tengo una sudadera más chica, para que estés cómoda y no te estorbe.
Annie asintió, con los ojos en el suelo. Aún cubriéndose.
Mikasa le dió la sudadera y salió.
Cerró la puerta y luego de un rato, Annie bajó también.[My psychologist.]
Semanas después.