Le han dado una dieta especial para aumentar de peso, pequeñas actividades sin mucho esfuerzo por cuestión del embarazo, y un horario para hacerlo.
Sinceramente lo más difícil hasta ahora ah sido eso. Más que nada, porque debía ganar peso, y ella no era de comer mucho sinceramente, pero esto ya era algo obligatorio.
Estubo vomitando mucho y sintiendo constantes mareos por la cuestión del bebé, lo que era normal las primeras semanas, pero eso solo hacía un poco más difícil las cosas.
Suspiró. Limpió y enjuagó su boca una vez bajó de la cadena.
Vomitar era asqueroso.
Quería dirigirse al cuarto nuevamente, pero unos golpecitos en la puerta principal llamaron su atención.
Esa no era Mikasa, porque, uno, era muy temprano aún, y dos, si fuera Mikasa por obviedad hubiera escuchado el auto, y ella misma hubiera abierto con las llaves.
Bajó, extrañada.
Miró por el pequeño orificio de la puerta a quien se encontraba del otro lado.
Abrió, y miró sorprendida a una castaña de lentes ya conocida.
—Hola, Annie.—Sonrió.
—Hola...Hange.
—¿Cómo estás?
—Bien...uh, ¿y usted?
Hange arqueó la ceja con una sonrisa. Por supuesto era mucho más mayor que Annie, incluso más que la azabache, pero honestamente el término de "usted" nunca le terminó por agradar.
—Me alegra, yo estoy bien, gracias.—Ladeó la cabeza.—¿Se encuentra Mikasa? Tengo que hablar con ella.
—Está trabajado. Creo que dijo tardaría en llegar hoy...
Suspiró. Debió suponer que estaría en el consultorio, pero tenía la esperanza de encontrarla por aquí, para no tener que desviarse tanto, pero si ese era el caso, entonces hablaría con ella después.
—Disculpa, ¿te interrumpí?
—No realmente.—Murmuró.
De nuevo, no es como que esté haciendo mucho. De hecho estos días a estado un poco más perezosa, y de cierta forma algo agotada emocionalmente por todo. Este cambio tan drástico en su vida, el asunto de su padre, y el embarazo...
Hange la miró un momento en silencio, y pensó. Sabía que la situación de Annie en estos momentos no estaba siendo de lo mejor.
—¿Quieres venir conmigo?
No para hacerle olvidar los malos ratos...sino para tener a alguien con quien pasar el mal rato mientras la azabache se encontraba trabajando.
Al ver a Annie un poco indecisa e insegura decidió explicar.
—Ya sabes, para que despejes la mente, y no estés aquí sola todo el día.—Señaló su auto.—Trabajo en una oficina cercana por aquí. Si dices que no, está bien.
Luego de pensar de forma muy superficial el asunto, asintió despacio.
—Pero, no quisiera interrumpir.
—Nada de eso.—Se encogió de hombros para restar importancia.—Entonces, ¿vienes?
Si, si a ese mínimo escape de la rutina. Si a ese pequeño respiro de sus invasivos pensamientos. Aquellos que, desgraciadamente han regresado.
—Bien.—Se rió.—Adelante, sube. Le avisaré a Mikasa que estarás conmigo un rato.
Le vió sacar el celular y hacer una llamada. El camino a la dichosa oficina fué tranquilo, de vez en cuando Hange comentaba algo, o le hacía platica de lo que sea, a lo que Annie respondía sin querer un poco seca. No porque respondiera de mala forma ni nada, pero sus respuestas eran demasiado breves.