Unas pisaditas muy conocidas y que tanto amaban escuchar por toda la casa se adentró en la habitación.
Sus zapatitos con luces se iluminaban y pitaban a medida que avanzaba, por lo que era más fácil saber que se acercaba a la habitación. (Cosa que les salvó muchas veces.)
Annie no abrió los ojos. Sabía de quién se trataba.
Sintió un pequeño peso subir en el colchón, y después en ella mientras reía.
Annie sonrió, y miró a la azabache de tres añitos sobre ella. Siempre despertaba con una energía contagiosa.
Era una niña hermosa, sana y feliz.
Annie se sentó en la cama y extendió sus brazos para abrazar a Amber quien se lanzó a ella sin dudarlo.
—Buenos días.—Besó su mejilla.—¿como amaneciste?
—Ben.*—Jugó con los tirantes de su blusa.
—¿Bien? Que bueno.—Se rió.
Miró el reloj, y abrió los ojos con sorpresa. De verdad que no entendía como una persona tan floja y procastinadora como ella pudo tener a una pequeña tan juguetona y madrugadora.
—Despierta a mami, ¿si? —Le miró cómplice, con una sonrisa.
Mikasa seguía dormida. Amber se dejó caer sobre ella como un luchador y eso por fin la despertó.
Mikada abrió los ojos y miró a su al rededor, asustada.
—Arriba.—Se rió. Bajándose de la cama.
—Amber, sabes que no me gusta que me despiertes así.—Se levantó de la cama con aparente molestia.—¡Ven aqui!
La cargó, y le hizo cosquillas. Amber se retorcía entre sus brazos mientras soltaba carcajadas.
Annie rió al ver la escena, y también se levantó de la cama.
Estaba por dirigirse al baño cuando Mikasa tiró de ella y la empujó a la cama.—¿A dónde vas, eh? ¡Tu también!—Le hizo cosquillas a ambas y al final solo se tiró enmedio de ellas mientras también reía.
Annie miró a la azabache con las mejillas rojas y la respiración agitada mientras dejaban de reír poco a poco.
Era un momento mágico.
—Me hice pipí.—Dijo Amber.
Era.
Mikasa y Annie le miraron.
—Ou, lo siento.—Dijo Mikasa.
—Creo que esas fueron demasiadas cosquillas.—Dijo Annie, levantándose de la cama.
—Eso parece...ven, Amber.—La dejó en el suelo y quitó el forro de la cama para lavarlo. Con suerte, no llegó al colchón.
—Ire a preparar el desayuno.—Dijo Annie desde el pasillo.
Con suerte, fué pipí y no otra cosa.
Luego de lavar las sábanas, desayunar, tomar una ducha, y darle una ducha a Amber, cada quien se dirigió al trabajo.
Mikasa al consultorio, y Annie a un restaurante donde trabajaba de mesera y aveces de cocinera. Quizá a simple vista no parezca mucho, pero es que no era cualquier restaurante, la paga y el horario era más que perfecto. Fué casi un golpe de suerte el ver que necesitaban personal un día cualquiera. No dudó en hacer la entrevista de trabajo, y al final la aceptaron sin problema.
Amber asistía a una guardería bastante exclusiva, porque...lo mejor para ella, ¿no?