Narrador.
Muy pocas veces se había detenido a cuestionarse acerca de sus emociones y sentimientos realmente. Sobre qué sentía, qué pensaba y por qué lo pensaba.
Últimamente con las terapias a logrado descifrar de poco en poco lo que sentía, y de dónde exactamente salían estos pensamientos, estos sentimientos que han surgido hace poco y desde hace mucho.
Si bien aún le faltaba mucho por entender, y tenía bastante en que trabajar, lo que le confesó a Mikasa en el consultorio era verdad.
De verdad había notado un pequeño cambio en ella. Y que, aunque no pareciera mucho para otros, esto era todo un logro personal.
Y ella le ayudó.
[...]
Frunció las cejas con molestia, y pasó saliva para aclarar su garganta, la cual comenzó a picar de forma muy incomoda, porque sabía que en cualquier momento su voz rompería del llanto, y no quería eso.
No quería que la mire, no de esta de forma tan vulnerable y destrozada...porque no era la primera vez, y le calaba lo que la azabache podría llegar a pensar de su debilidad emocional cuando hablaba de ciertos temas.
Mikasa se acercó a ella y le ofreció un pañuelo. Annie negó, y limpió de forma rápida su cara. Hiperventilando levemente algunas veces.
Mikasa bajó la mirada.
—¿Por qué te reprimes...?
Annie torció la boca.
—Porque ya lloré bastante...—Murmuró.
La azabache seguía tendiendole el pañuelo, y Annie seguía cruzada de brazos.
—¿Alguna vez te negué el derecho a llorar?—La miró.
—No...—Murmuró.
—¿Por qué no te permites llorar?
—Ya no quiero llorar...Ya no quiero ser débil. Deje de mirarme por favor.—Habló molesta.
La escuchó suspirar, y se levantó de su asiento.
—Lo siento.
—...yo lo siento. Solo no quiero que me tome por débil...aunque quizá eso soy.
Mikasa la miró en silencio.
—¿Débil? —Murmuró.—¿Crees qué eso lo que pienso de ti...?
Suspiró.
—Annie, no tienes porque reprimirte. Llorar es un proceso de liberación...
Guardó sus lentes en el bolsillo de su bata.
—¿Por qué crees que eso es lo que pienso yo, de ti?
La vió apretar los labios. Su rostro levemente rojo, claramente denotaba rabia. Sus ojos vidriosos, una tristeza inmensa y desolación.
—¿Así es cómo te vez?—Indagó. Su voz sonó más gruesa de la que le hubiese gustado usar en ella.—¿Así es cómo te persives a ti?...¿débil? —Hizo una pausa.—Annie...
La gente débil es la que no llora.—Volvió a tenderle el pañuelo.—Y yo sé...que no eres débil.Finalmente la miró.
—¿O si...?
La escuchó sollozar. Hiperventilar algunas veces incluso, y finalmente le aceptó el pañuelo.