Cerró la ventana de la habitación. Las noches se le estaban haciendo más heladas, y su sudadera favorita estaba en el cesto de la ropa sucia. Con sus calcetines, pans y la sabana, esperaba no congerlase por hoy.
Mikasa entró a la habitación con un pans simple, y una camiseta cualquiera, como si el frío no le afectase para nada.
Miró a Annie meterse entre las sábanas y taparse. Enrollandose, como si fuece un sushi humano.
La azabache al ver eso sonrió, se acercó a la cama y se sentó a su lado para hacerle algo de cosquillas, que no fueron muchas al no llegar del todo a su cuerpo, pero si le sacó algunos espasmos y algunas risas.
—¿Tienes frío?
Asintió. Mikasa se acercó a los cajones del ropero, y buscó algo. Cuando lo encontró, se acercó a ella.
—Ten. Es mi vieja sudadera de la universidad.—Le ayudó a colocarsela.—Está calientita.
Si a Mikasa le quedaba algo grande, a Annie le quedaba casi de vestido.
Tocó la tela. Suave, y abrigadora.
—¿Te aprieta?—Preguntó burlona y sarcástica la azabache.
Annie le miró de que a ella no le hacía gracia.
—Estoy bajita. Ya sé.—Se acostó.
Mikasa la abrazó por la espalda y besó su mejilla.
—No te enojes.—Se rió.
Annie apagó la luz, y se acurrucó entre la sabana, y la sudadera. Causándole la calidez que tanto anhelaba sentir.
Suspiró. Con paz.
Sintió a Mikasa acercarse un poco más a ella y a su oído.
—¿Si te enojaste?—Murmuró. Algo preocupada al ver que ya no le respondió.
Annie negó con una sonrisa y se dió la vuelta para quedar frente a frente.
—No, tranquila.—La abrazó.—Esta es mi cara todo el tiempo...ya deberías saberlo.
Mikasa la miró a los ojos.
—Me encanta...
Annie le miró sonrojada, sin poder evitar sonreír un poco.
—Esa también me encanta.—Sonrió aún más.
—Ya duérmete.—Escondió la cabeza en su cuello.—Descansa...
—Descansa...
[...]
Historia y Annie charlaban un poco de manera casual acerca de como estuvo su fin de semana. La rubia más baja era quien más le solía hacer charla pero Annie le seguía el paso.
Resulta que Historia, o bueno, todos sus compañeros estudiaban cuando no trabajaban.
Le daba pereza el solo hecho de pensar en eso. Lo abrumador y cansado que debía ser todo para ellos, y el esfuerzo que hacían día a día para llevar ambos roles.
—¿Serás maestra?—Preguntó Annie.
Historia asintió con una sonrisa.
—Bueno. Esa es la meta.—Encogió los hombros.—Pero si. De hecho llegando a mi casa tengo que hacer tarea.—Suspiró.—¿Y...qué hay de ti? Si se puede saber.
—Uh, realmente no estudio. No lo sé, no es algo que tenga pensado hacer de nuevo.—Murmuró.
Terminar la preparatoria está bien, la universidad ya es avaricia.