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—¿Tienes algo más para decir?—Cuestionó a viva voz, presentando ante los espectadores esa imagen firme e imperturbable que se adhería a él como una máscara—. ¿Algún otro vergonzoso intento de difamarnos?

El gran oso de segundo año soltó un retumbante gruñido que compungió mi corazón, y se marchó, dejando esta sensación de miles de ladrillos sobre mi pecho.

—Eso creí...—Louis fruncía el ceño y su mirada se detuvo sobre mí.

Y yo... esperaba silenciosamente, admirando sus ojos whiskys, tan solo esperando... sin saber qué esperaba.

—¡Vuelvan a sus asuntos!—Vociferó—. No hay nada que ver aquí.

Este era el momento para actuar con naturalidad, para sentarme junto a Louis y pretender tranquilidad. Pero no podía hacerlo. La presión en mi pecho y las náuseas que azotaban mi estómago me torturaban. Sentía las arcadas y el vómito subir por mi garganta mientras el gran comedor daba vueltas a mi alrededor, o tal vez era yo quien daba vueltas. Lo único que sabía era que no podría soportarlo por mucho tiempo.

—Terminemos el desayuno—propuso caminando hacia la mesa, pero no pude seguirlo.

—Ve. Recordé que debo hacer unas cosas...

Lo dejé con la palabra en la boca y abandoné el lugar, a un paso sereno, cabeza alta, sin ningún temor o vergüenza. O así podía ser descrita por otros, pero en mi interior, estaba aguantando el vómito en mi garganta.

Cerré las puertas del comedor y no existía vuelta atrás, ni cosa tan absurda como la serenidad o siquiera, la realidad.

Cursé los pasillos y los muros se tambaleaban, amenazando con caer sobre mí. Atravesaba pasillos que se alargaban, torcían y descendían en linea recta hacia el infierno, donde me esperaba la bruma: humo negro que me impedía respirar y envenenaba mis pulmones, con la misma atmosfera lúgubre que habitaba en mis pesadillas.

No estaba lista. No estaba preparada para esto, para el cambio. Me aterrorizaba el cambio, no quería que nada cambiara, ¿por qué siquiera tenía que pasar? ¡¿Por qué mi realidad tenía que caerse a pedazos cada vez que creía tener un buen día?!

Parecía no existir tal cosa como la sensatez. ¿Cuánta presión puede aguantar un ser, hasta quebrarse por completo? ¿Cuál era el límite donde el dolor se volvía insoportable? ¿Cuál era el límite, la capacidad máxima, de la mente animal? ¿Cuándo sería suficiente? ¿En qué instante dirían "Está rota por completo"? Y... ¿Qué me separa de todo eso?

Si tan solo quería un día tranquilo, ¿eso era mucho pedir? Un día sin escándalos ni peleas, sin problemas y dolencias. Pero el universo jamás te da lo que quieres.

No supe en qué instante, qué momento, me refugié en el mismo lugar de siempre: en el baño. Encerrada en un cubículo, respirando fuertemente, temblando, intentando no dejar caer mi teléfono mientras buscaba el nombre de Gouhin entre los contactos.

Y con los ojos empapados, teniendo miedo de mí misma, vergüenza y asco, escuché pasos dentro del baño. Muchos pasos, un total de cuatro pares.

—¿El ciervo rojo de Cherryton y una fea osa pardo?

—¡Por favor! Ni loco Louis estaría con una criatura como ella. Los carnívoros no tienen clase, grandes bestias con poco cerebro que lo compensan con mucha fuerza.

Reconocía esas voces tan agudas y mezquinas... Había convivido con ellas muchas veces... Eran parte del club que manejaba el diario escolar; hembras sedientas de algún chisme o escándalo que publicar, y en ese momento, yo... era uno.

—Sin duda será un evento de primera plana—era la jefa del club—. El primer escándalo en que Louis se ve envuelto y es tan jugoso... Magnífico.

—Jefa... ¿No están siendo muy crueles?—¡Joshie! Olvidé que también estaba en ese club—. Solo es una acusación sin fundamento...

Not Like You | BeastarsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora