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La tiene el Shishigumi.

La tiene el Shishigumi.

La tiene el Shishigumi.

Mi cabeza daba vueltas, o tal vez era ese angosto pasillo oscuro a mitad de la noche, girando y girando a mi alrededor como un carrusel. Fue como un balde de agua fría, o una soga en mi garganta, tirando de mí, arrastrándome hacia el pánico.

El Shishigumi era una organización conformada por treinta y cinco leones que no dejaban ir las viejas costumbres, cazando herbívoros para sus comidas y luchando con otras organizaciones por el control sobre el Mercado Negro.

Viví en el Mercado casi toda mi infancia, aprendiendo por supervivencia, obligada a saber cómo todo funcionaba dentro de ese lugar que apestaba a muerte. Lo más importante que aprendí fue a ocultarme de los Gumi's. Porque hasta los depredadores son cazados para que algún maníaco compre sus pieles, garras y colmillos.

—¿Cómo lo sabes? —Pregunté con la tensión almacenada en mis músculos, en cada fibra de mi cuerpo.

—Tu lobo sospechoso quiere cometer suicidio para salvar a esa coneja —refunfuñó y pude escuchar el sonido de autos transitando en el fondo—. No puedo dejarle ir solo por su cuenta a la boca del león.

—¡Están dementes! Eso es un suicidio.

Haru era otro animal pequeño en manos de una de tantas mafias que habitaban la zona. Sería una víctima más de la naturaleza, pero Legoshi no aceptaría eso, y arrastraba con su estupidez a una misión suicida a ese panda al que le debo la vida.

—Dejarlo hacer esto solo no sería correcto; aunque sea estúpido, es solo un niño. Hará esto conmigo o sin mí.

—A veces eres demasiado moralista —gruñí entrando a la habitación y tomando unas cosas de mi armario.

—Igual que tú.

Salí por la ventana, observando por última vez a Tilly mirándome desde su cama. Ella no dijo nada, pero sus ojos dijeron mucho. No pude despedirme, tampoco contarle, pero con mucha suerte de por medio podría verla mañana.

—Esa es la razón por la que sabes que iré a cuidarte la espalda. Voy en camino.

Colgué sin pensarlo, corriendo por las escaleras de emergencia. No paré de correr, incluso cuando salí de Cherryton. Me preguntaba si sería la última vez que vería ese lugar, o si saldría con vida para volver a mi angustiosa rutina de dramas adolescentes.

Haru era un animal pequeño y frágil, comida para los más fuertes, y que eventualmente moriría entre los colmillos de algún carnívoro, como Tem, como cientos, miles de otros animales. No todos los herbívoros tenían la suerte de morir dormidos en su cama después de una larga vida, a menos de que tuvieran el suficiente dinero para ello. 

Si ella moría o no esa noche me daba igual. No era esa la razón por la que me había sumado a tal ridículo acontecimiento. Esa razón tampoco era Legoshi, pues él no era mi problema. Pero ese panda lo significaba todo para mí, le debía mi vida y era momento de regresarle el favor. Sin embargo, me preguntaba, si sentiría culpabilidad ante la muerte de Haru.

Adentrarme al Mercado trajo consigo muchos recuerdos, unos más claros que otros, pero la mayoría teñidos en desesperación. Aborrecía ese sitio, una sensación de angustia y miedo crecía en mi pecho, escarbando desde mis retorcidas memorias. 

El Mercado era el lugar que me vio nacer, el inicio desafortunado de mi vida y el comienzo de la nueva. Siempre estaría atada al pasado, pero con el paso de los años las vivencias se hacían más opacas; aunque Gouhin decía que el pasado jamás desaparece por completo, yo esperaba que lo hiciera.

Not Like You | BeastarsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora