Especial: San Valentín

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If you wantend to, we could cross that line.

—Cariño, ¿has hecho un honmei choco para hoy? —Mamá hablaba picarona al otro lado de la línea—. Seguro tendrás muchos pretendientes. 

—¡Mamá, basta! —Mis mejillas ardían en vergüenza—. No hice ninguno, ¿si? 

—Oh, que pena.

—No, no, está bien. Pasaré el día con las chicas, será divertido —dije restándole importancia, no había nada de malo en pasar un día tranquilo con amigas.

En San Valentín se daban cinco tipos de chocolates: honmei choco, giri choco, choo giri choco, tomo choco y jibun choco. Cada uno tenía un significado, como el giri choco que se entregaba a familiares y compañeros, pero los honmei choco eran destinados a parejas y pretendientes como una confesión de amor. 

—No daré ninguno, pero estaré feliz de compartir con las chicas —en cierta parte era una mentira.

—De acuerdo, cariño. ¡Diviértanse! Tengo que volver al trabajo. Hablamos luego.

—Adiós, mamá.

Mentí. Sí tenía uno. Era la confesión más cliché del mundo, pero esperaba que funcionara.

Recorría los pasillos viendo a las hembras agitadas corriendo a sus aulas con cajas en mano. Era un día muy estresante y sin duda sería agotador, algunos tendrían su final feliz y otros no. Esperaba ser afortunada.

Cuando entré al aula pensaba dejar el regalo en el lugar de Louis y pasar desapercibida. ¡Solo iba a dejar la caja y no habría problema!

—Maldición...

Sí habría problema... El asiento de Louis estaba repleto de regalos. No había espacio por todas las cajas amontonadas una sobre la otra como un elaborado tetris, peluches que se asomaban de entre la pila y cartas por doquier.

—¿Por qué maldices? —¡¿Cuándo llegó?! 

Giré sobre mis talones y ahí estaba, observándome con brillantes ojos curiosos y una sonrisa burlesca. Se veía diferente, tal vez era la manera en cómo sus ojos brillaban o la forma en que el chaleco azul se ceñía a su cintura, o el rojo de su corbata que resaltaba con su pelaje.

—Oh, bueno... Vaya botín, ¿no?

Él miró la pila en su escritorio y no estaba muy sorprendido, como algo que de tanto presenciarlo no era emocionante. Y yo, aunque podía mirarlo a diario, siempre encontraba algo en él que me hacía observarlo como una tonta, como si fuera lo único que quería ver.

—Igual que el año anterior —mencionó arreglando su corbata roja—. ¿Podrías ayudarme a guardarlos en mi dormitorio más tarde?

—Sí, no hay problema.

Esto no sería tan fácil como esperaba. Desde que entró en el club de Teatro empezó a destacar y con ello las herbívoras comenzaron a volverse locas por él, ahora en cada San Valentín recibía chocolates sin falta, algunos amistosos pero también algunas confesiones de amor. Me preguntaba si la mía sería otra de esas que él no aceptaría...

—Olvidaste el pañuelo.

En algún momento me perdí y él me regresó a la Tierra. Mi rostro ardía por quedar como una tonta.

—Oh... Lo olvidé. No es tan importante.

—Siempre eres tan descuidada —pronunció a modo de reproche pero pude ver una ligera sonrisa, sacó un pañuelo rojo de su chaleco y lo pasó alrededor de mi cuello—. No es exactamente un pañuelo de cuello pero nadie lo notará. 

Not Like You | BeastarsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora