|CAPÍTULO 1|

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ADVERSIDADES

|La vida es un lugar inhóspito, cruel, atribulado y repleto de adversidades. Problemas grandes que trasforman cada paso en una barricada impresionante.|

Kirishima se murmuraba aquellas palabras cada que podía, recordándose de a momentos la triste realidad que su existencia se vio obligada a vivir. Con una de sus garras trazó el último detalle en aquel tronco para finalizar el retrato de su querida madre. Sonrió. No le gustaba vanagloriarse en lo absoluto, pero, era un increíble artista. Sus rojizos ojos miraron el tronco con embeleso y sacudió sus manos con total orgullo. Absolutamente todo el árbol yacía adornado con diferentes rostros de su madre, todos finamente detallados en la madera gracias a sus fabulosas garras.

Kirishima Eijirou era un ser fascinante, su cuerpo albergaba células de dragón, células humanas, era un hibrido hecho y derecho. Un alma realmente bondadosa y humilde, un alma perdida en aquel inhóspito mundo. Un joven que deseaba su felicidad, para él, y para su pequeña familia.

Kirishima era un buen chico.

Sin embargo.

─¡Ei! ¿Tienes la madera que te encargué? La necesito, es hora de comer.

Una bella mujer adulta apareció a unos cuantos metros de distancia, su piel era morena y su figura esculpía una delicada fuerza. Traía consigo unas ropas desgastadas, sus manos, justo como las de Eijirou, mostraban unas abundantes garras acompañadas de variadas cicatrices por toda la palma. Su expresión estaba mallugada por el cansancio y unas ojeras bajo sus ojos representaban una apariencia extenuada.

Aquel no era un buen mundo.

─¡Sí mamá! ¡Ya la llevo!

Kirishima observó por última vez su obra de arte antes de tomar los restos de madera que había dejado descansar en el césped un buen rato. Con una sonrisa corrió hasta su madre para ayudarle con alguna otra cosa.

Eijirou y su madre vivían solos, a una lejanía irracional de la demás población, tenían una humilde cabaña donde Ei había vivido todos sus diecisiete años de vida junto a ella. No podían acercarse a la civilización. No podían.

No debían

Desde que Kirishima tenía conciencia, su madre siempre le explicó las reglas del mundo, el precepto de la humanidad. Su hogar siempre fue la naturaleza misma, su raza era una de las últimas que quedaban. Los híbridos dragón empezaban a extinguirse al pasar de los años. Por culpa de la misma humanidad.

Su sola existencia era considerada tan rara que, con cada cierto tiempo, la gente dejaba de mostrarles respeto y sobre todo interés. Aquel sentimiento se fue trasformando en un odio irracional. En aquel mundo, los humanos odiaban cualquier cosa que fuese diferente, cualquier ser que fuese diferente. La población era mundana, obsoleta, dirigida por un reinado adulterado.
La madre de Kirishima trataba de justificar los actos viles de las personas, cada día, enseñándole a su hijo que los pueblerinos no comprendían lo suficiente, cualquier cosa que fuese rara o no entendible les generaba miedo, molestia.

Kirishima sólo tenía a su madre, su papá había fallecido ya hace algunos años, un complot de cazadores le habían arrebatado la vida injustamente, una madrugada, mientras regresaba de conseguir algo de comida. Ei no conocía a algún otro dragón como él o su madre, por eso mismo la mujer era su centro de existencia, la respetaba y todos los días le decía cuánto la quería. No se imaginaba un mundo sin ella, jamás pensó en enfrentar a la sociedad sin ella. Por supuesto que hubo ocasiones donde Eijirou cuestionaba a su progenitora qué pasaría si trataban de hacer algún contacto con la población, pero su madre siempre le negaba con la cabeza, sin poder mirarle a los ojos. Y le decía lo mismo, una, y otra vez.

TIEMPO DE ADVERSIDADES |KiriBaku|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora