–Buenos días –pronuncio somnolienta.
Acabo de sentarme en la mesa del comedor y ya están todos acabando de desayunar. De repente, veo a mi hermana que me está mirando como si me fuera a asesinar en cualquier momento.
–¿Te pasa algo, Clarita? –pregunto.
–¡Te has olvidado! –se queja.
–¿De qué?
Ella se cruza de brazos y yo sonrío, aún quiero torturarla un poco más antes de decírselo.
–¿Se puede saber qué le has hecho? –me riñe mi madre.
Yo la ignoro y me centro en mi hermana.
–Tengo la bolsa arriba –digo–, sólo falta pasar por Daisy's para recoger el postre y estaremos listas.
Clara exclama un grito de alegría y se levanta para abrazarme.
–Te dije que no se me olvidaría nunca más.
–Pero, ¿qué pasa? ¿Dónde vais a ir? –pregunta mi madre impaciente.
–¿No te acuerdas, cariño? Antes de empezar las clases siempre tienen un día de playa juntas –le explica mi padre.
Así es, es una de las muchas tradiciones que tengo con mi hermana, son planes solo nuestros y los disfrutamos un montón. El año pasado no me acordé y, por eso, Clara estaba preocupada por si se me había vuelto a olvidar.
Yo me suelo acordar de todas las fechas importantes, pero ese caso fue una excepción, ya que el verano pasado, en Barcelona, nos enteramos de que a mi prima le habían diagnosticado depresión. Esa noticia me sentó como si me hubieran clavado una aguja en el corazón. Es mi prima favorita y, aunque solo tenga quince años, siempre hemos estado muy unidas y la considero una hermana más.
–Vamos a cambiarnos –dice Clara subiendo las escaleras toda emocionada.
–Laia, ¿te puedo pedir que vayáis con cuidado? –pregunta mi madre.
–Es la playa del pueblo, conocemos a todo el mundo –explico–. Además, siempre la cuido muy bien.
Este pueblo no solo me encanta por las tiendas y festividades que ofrece, sino porque es un pueblo de costa y caminando desde Daisy's, a unos diez minutos, tenemos la playa. Tengo muchas ganas de darme un último chapuzón antes de empezar segundo de bachillerato, sabiendo que será muy duro.
Me pongo mi bikini lila y cojo el bolso de playa que contiene nuestras toallas, la crema de sol y unos snacks porque sé que a Clara le entra hambre enseguida. Me pongo un vestido blanco y la espero en la escalera. Está tardando demasiado así que decido picar a su puerta para meterle prisa.
–¿Todo bien, Clarita?
–Me va pequeño –dice desde el otro lado.
Abro la puerta para ver qué le ocurre y veo que el bañador que se está intentando poner ya no le cabe. Mi hermana se está haciendo mayor.
–¿He engordado? –pregunta.
¿Cómo puede pensar así de su físico? Solo es una niña y ni siquiera está gorda. Necesito sacar esos pensamientos tan negativos de su cabeza.
–Pero, ¿qué dices? Estás estupenda –digo.
Busco en su armario y encuentro otro bañador, le ayudo a ponérselo y le va a la perfección.
–Listo, pero escúchame un momento –le comento–. Solo estás creciendo, estás cada día más alta. ¡Este año ya pasas a secundaria!
–¡Sí, es verdad! Aunque... tengo miedo.
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SIEMPRE FUISTE TÚ
RomanceLaia vive en Camden, un pequeño pueblo del estado de Maine, donde todos se conocen. Empieza su último año de instituto junto a su grupo de amigos antes de marchar a la universidad, donde quiere ejercer de artista y abrir su propia galería. Pero tend...