La canción The Heart Wants What It Wants de Selena Gomez suena en mis auriculares a todo volumen mientras lloro en mi cama tapada con la manta. Me gusta escuchar canciones tristes para desahogarme, aunque me hagan sentir peor.
Siento un nudo en el estómago que me impide respirar con normalidad. Sin duda el nuevo año no está empezando como me esperaba, todo está saliendo mal. No sé si podré recuperarme de tantas cosas de golpe, ya que ahora mismo siento que no soy suficiente.
Me he dado cuenta que estoy enamorada de mi chico del café. Empecé a sentirme así cuando lo empecé a conocer mejor y, cuando acabé mi relación con Matthew, los sentimientos que tenía escondidos hacia Dani afloraron del todo.
He imaginado incluso un futuro a su lado que me parecía muy real, hasta que Dani vino anoche y me dejó el corazón hecho añicos.
De repente, oigo que pican a mi puerta, pero no tengo fuerzas para levantarme. Así que dejo que suene hasta que se canse la persona que me está molestando. Pero, a continuación, se abre la puerta y oigo unos tacones; lo que me faltaba, mi madre.
–¿Cariño? Ya está la comida. ¿Estás bien?
Oigo que se acerca y no quiero que dé ni un paso más.
–Vete.
Se lo he dicho bastante borde y no quiero enfadarme con ella, así que añado:
–Por favor.
–De acuerdo, pero cuando quieras hablar yo siempre estaré disponible.
Camina hacia la puerta y la cierra detrás de sí. ¿Ahora qué hago? No me apetece bajar con mi familia, lo único que quiero es zamparme un buen donut o una tarrina de helado bien grande.
Ahora que lo pienso es entre semana y Dani trabaja por las tardes, no llega a Daisy's hasta después de comer así que tengo que aprovechar para ir antes.
Me quito la manta de encima y toda la luz de la ventana me ciega. Cierro los ojos, los cuales están cansados de tanto llorar, y apago la música. Me hago una coleta alta, me pongo una sudadera con unos pantalones de chándal y bajo las escaleras rápidamente. Me pongo el abrigo y mi gorro en la entrada para que mis padres no vean mis ojos rojos.
–¿Dónde vas, Laia? –grita mi madre desde el comedor.
–Con mis amigas –miento.
Salgo de casa a toda prisa y voy caminando hasta llegar a Daisy's, compruebo desde fuera que esté todo despejado y entro. Cojo un donut de la bandeja y busco en el mostrador un envoltorio para llevármelo a casa.
–Laia, ¿qué haces? –me pregunta Daisy saliendo de la cocina.
–Oh, solo estoy cogiendo un donut para llevar.
–Pero siempre te lo comes aquí, ¿te preparo también un batido?
–No, gracias. Tengo prisa.
–Laia –se acerca a mí y yo agacho la cabeza–, ¿qué te pasa?
–Nada...
–Cuando quieras hablar puedes venir a mí siempre que quieras, ¿o prefieres que llame a Dani? Puede venir antes.
–¡No!
Mi reacción hace que Daisy se dé cuenta que algo no va bien entre nosotros.
–Quiero decir... –pienso algo convincente, pero no se me ocurre nada– Que no te preocupes. Tengo prisa, nada más.
–Como quieras...
No me ha creído, pero yo me voy rápidamente de allí para que no me haga más preguntas, o por si Dani aparece antes. Sé que no le podré esquivar por mucho tiempo más porque vivimos en el mismo pueblo y él casi siempre está en Daisy's, igual que yo, pero aún no estoy preparada para enfrentarme a él.
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SIEMPRE FUISTE TÚ
RomanceLaia vive en Camden, un pequeño pueblo del estado de Maine, donde todos se conocen. Empieza su último año de instituto junto a su grupo de amigos antes de marchar a la universidad, donde quiere ejercer de artista y abrir su propia galería. Pero tend...