10. La pelea

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En la arena hay tendidas unas toallas alrededor de una pequeña mesa con aperitivos y fresas con chocolate, alrededor se encuentran colgadas unas guirnaldas de luces. Es lo más romántico que nadie ha hecho por mí, a parte de los regalos anónimos que me manda, claro.

–¿Cómo has...? –me quedo sin palabras.

–Lo he preparado todo esta mañana, pensé que te gustaría.

Caminamos hasta sentarnos en las toallas, observo que hay mucha comida y las fresas tienen una pinta riquísima.

–Quería demostrarte que soy el mismo chico del que te enamoraste –añade.

–Gracias –pronuncio maravillada.

Comemos un poco de todo mientras hablamos. Él, en más de una ocasión, me hace reír y estoy muy contenta de haber dado una segunda oportunidad a lo nuestro.

Un par de horas después, estamos sentados en la orilla con los pies mojados por la espuma del mar que nos invade. Yo apoyo mi cabeza en su hombro.

–¿Cuántos hijos quieres tener? –me pregunta de golpe.

Yo alzo la mirada sorprendida.

–Pensaba que no querías tener hijos.

–Contigo sí.

Siento que el corazón me va a mil por hora.

–Quiero tener dos hijos, una niña y un niño –digo.

–Pues entonces yo también, ¿cómo te gustaría llamarlos?

–Si es niño lo llamaré Marc, y si es niña Laura.

–¿Por qué esos nombres? –me pregunta curioso.

–Porque, como toda mi familia y yo somos de Barcelona, quiero ponerles nombres de ahí.

–No están mal, pero los nombres americanos son mejores –sonríe.

–¡Eso es mentira!

Le pego suavemente en el hombro y él, riéndose, me coge de la cintura y me levanta. Empieza a correr hasta el mar y nos sumergimos.


Me acompaña hasta mi casa estando empapados. Oímos que alguien se acerca a la puerta y no nos da tiempo a reaccionar, es mi padre. Al principio frunce el ceño, pero luego comprueba dentro que no haya nadie y me dice:

–Será mejor que entres, antes de que tu madre te pille. Está haciendo la siesta, pero no tardará en despertarse.

–Gracias, papi –respondo.

Le doy un beso en la mejilla a mi novio y entro en casa, oigo como mi padre y Matt hablan.

–Encantado de conocerle, señor Pons.

–Lo mismo digo, pásate a cenar la semana que viene.

Uau, parece que a mi padre le ha caído muy bien, si no le hubiera echado a patadas. Por lo visto aún no lo ha hecho, eso es buena señal.

–De acuerdo, muchas gracias.

Dicho esto, mi padre entra en casa y cierra la puerta.

–¿Estás enamorada? –me pregunta.

–Sí.

Él sonríe y se va escaleras arriba. Yo aprovecho para ducharme y secarme el pelo. Más tarde, decido ir a casa de mi mejor amigo.

Pico a la puerta y enseguida Liam me abre, me abraza y me da un beso en la frente.

–Pasa, guapa.

Nos sentamos en su sofá y le explico lo que pasó con Matthew, siempre nos contamos todo así que tiene derecho a saberlo.

SIEMPRE FUISTE TÚDonde viven las historias. Descúbrelo ahora