Una señora con el pelo castaño abre la puerta y enseguida nos sonríe, me transmite la tranquilidad que no tenía cuando conocí al padre de Dani.
–¡Bienvenidos! –exclama con una sonrisa– Tú debes de ser Laia, mi marido ya me ha puesto al día.
–Encantada, señora Miller.
Nos damos dos besos y ella contesta:
–Llámame Diane. Pasad.
Yo asiento y mi chico del café me cede el paso, la entrada es preciosa. Delante están las escaleras de color blanco que suben al piso de arriba y, a la derecha, se ve un amplio salón con una chimenea al lado de una televisión.
–Puedes dejar tus cosas aquí mismo –me indica ella.
Las cuelgo en un perchero de metal muy elegante que hay en la entrada y Diane abre la puerta de al lado y la seguimos. Es una cocina negra y blanca, igual de moderna que el salón. Y al lado hay una larga mesa ya decorada con platos y aperitivos.
Siento que ahora mismo estoy flotando en una nube, está todo impoluto y no hay ni una sola mancha ni rasguño en ninguna pared, como si la casa la acabaran de comprar.
–Es hermosa vuestra casa, sin duda.
–Muchas gracias Laia, qué amable eres.
Dani aún no ha dicho nada y me empiezo a preocupar por él, sé que no quiere estar aquí. Noto lo incómodo que se siente porque no se lleva muy bien con su padre y, al parecer, con su madre tampoco porque no la ha saludado.
–La cena ya está lista –dice Diane.
Saca un pollo asado del horno que hace buenísima pinta y me relamo los labios sin que nadie se dé cuenta. De repente, oigo unos pasos apresurados hasta que alguien me abraza.
–¡Ollie! –exclamo contenta.
Le devuelvo el abrazo y le doy un beso en la mejilla.
–¡Qué bien que hayas venido, Lali! ¿Te puedo enseñar mi cuarto?
–Oliver, no molestes a nuestra invitada –dice su padre apareciendo por la puerta–. Bienvenida a nuestra humilde morada, Laia.
De humilde esto no tiene nada, pero eso no lo digo.
–Gracias por invitarme, señor Miller.
–Vamos a sentarnos a la mesa, mi esposa nos servirá.
Genial, encima es de los que deciden que la mujer lo tiene que hacer todo. Eso me enfada.
Oliver no me dice nada más, sino que va silenciosamente a sentarse. James se coloca a la cabeza de la mesa y yo no sé dónde ponerme. Por suerte, Dani me toma de la cintura y me indica que me siente a su lado. Él se coloca a la izquierda de su padre, Diane viene con el pollo y se sienta a la derecha de su marido.
Oliver está enfrente mío así que intento hacer contacto visual con él, pero tiene agachada la cabeza y está mirando fijamente al plato. ¿Qué le pasa?
–Tiene todo buenísima pinta –digo para romper el silencio sepulcral.
–Gracias Laia, el pollo es mi especialidad y...
–Pues comencemos –la interrumpe James.
De acuerdo, es muy grosero de su parte lo que acaba de hacer. Veo de reojo como Diane se concentra en su plato y no vuelve a pronunciar palabra, así que la incomodidad vuelve a la mesa.
James corta un trozo de pollo y señala mi plato, yo se lo tiendo y me lo pone con un poco de salsa por encima.
–Gracias –pronuncio.
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SIEMPRE FUISTE TÚ
RomanceLaia vive en Camden, un pequeño pueblo del estado de Maine, donde todos se conocen. Empieza su último año de instituto junto a su grupo de amigos antes de marchar a la universidad, donde quiere ejercer de artista y abrir su propia galería. Pero tend...