8. La fiesta de disfraces

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El lunes llego a clase y veo a mis amigas hablando en un pupitre. Es la primera vez que salgo desde que me quedé retenida en casa todo el fin de semana. Sigo molesta con mi madre y ella conmigo, aunque tarde o temprano tendremos que solucionarlo.

Voy directa hacia mis amigas para arreglar las cosas. Siento que estoy a punto de vomitar, demasiadas emociones llevo estos días.

–Abbs, ¿podemos hablar? –pregunto.

–Después.

Dice esto sin mirarme y oigo que la profe acaba de entrar. Al parecer, mi disculpa tendrá que esperar.

–Vale, cuando a ti te vaya bien –respondo.

Me voy a otro sitio porque el mío lo ha ocupado Brooke, me siento cada vez peor con toda esta situación.

Al terminar la clase, mis amigas se quedan esperándome en sus mesas. Yo me levanto, cojo una silla y me siento delante de ellas.

–Chicas, lo siento mucho –comienzo a explicar–. Mi comportamiento no tiene excusa, pero quiero contaros lo que pasó. Iba a ir a ayudarte, Abbs, de verdad. Pero, de repente, Matthew me dijo que estaba siendo egoísta porque lo estaba abandonando cuando aún celebrábamos nuestro aniversario. Sé que no es excusa, pero me quedé con él porque estaba a punto de llorar –alzan la mirada hacia mí y continúo–: Después, nos quedamos dormidos y no os pude avisar, tampoco a mis padres, los cuales me castigaron todo el fin de semana sin salir. Por eso no pude ir a verte hasta hoy Abbs, mi madre me lo había prohibido.

A continuación, me limpio una lágrima que baja por mi mejilla y sigo:

–Lo siento tanto, todo el finde me he sentido como una mierda. Lo que he hecho no ha estado nada bien, ni siquiera lo pensé todo con claridad porque Matthew se puso así de repente y no supe qué hacer, no podía dejarlo solo porque no quería discutir con él.

Me quedo en silencio para ver si alguna dice algo, se miran entre ellas y se levantan. Soy horrible, me he quedado sin amigas. Pero lo que hacen a continuación me sorprende, me abrazan entre las dos y yo lloro sin poder contenerme.

–Lo siento tanto, no os merezco –pronuncio.

Me limpian las lágrimas entre las dos y se vuelven a sentar.

–Lia, lo entiendo, de verdad –me dice Abby–. Tuviste miedo de perder a Matthew e hiciste lo que creías correcto. Aunque me dolió al principio porque te necesitaba, pero ahora que me lo has explicado te comprendo.

Yo sonrío y Brooke añade:

–Tía, perdón por los mensajes tan bordes que te mandé. Estaba enfadada contigo sin saber lo que te había pasado. Pero aún así, no entiendo la reacción de Matthew, ¿no crees que estuvo mal?

–No lo sé, fue raro –respondo–. Puede que solo tuviera miedo de que le fuera a dejar o algo.

–Deberías hablarlo con él –comenta Abby–, porque no es muy normal lo que hizo.

–Bueno, pero yo entiendo que no me podía ir en ese momento porque estábamos celebrando nuestro aniversario y se lo había currado mucho.

–Por mucho que se haya esforzado, eso no le da derecho a llamarte egoísta –opina Brooke–. Tu mejor amiga te necesitaba y él se hizo la víctima.

–Puede que tengas razón... hablaré con él.

–De acuerdo, entonces problema resuelto –contesta Brooke.

–Pero, ¿qué te pasó, Abbs? ¿Ahora estás mejor? –pregunto preocupada.

Se miran las dos y sé que me van a contar algo que no me va a gustar.

SIEMPRE FUISTE TÚDonde viven las historias. Descúbrelo ahora