19. Beso de Año Nuevo

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Llega el día de año nuevo y mi familia y yo nos preparamos para irnos a Daisy's, donde cada año nos reunimos con gente del pueblo para celebrarlo. Me pongo mi vestido negro floral y me maquillo con mi pintalabios color burdeos. Seguidamente, voy a la habitación de mi hermana y veo que lleva un vestido de color verde oscuro que le sienta de maravilla.

–¡Qué guapa estás! –exclamo dándole un beso en la mejilla.

–Tú también, me gusta mucho tu vestido.

–Te lo dejaré cuando seas mayor, ¿trato hecho?

Ella sonríe y me abraza. Le pongo unas horquillas para recoger un poco su pelo castaño y nos vamos. Entramos en el coche bien abrigadas, donde nos esperan nuestros padres para ir a la cafetería.

–Qué hijas más preciosas tenemos, Marc.

–Ya te digo, serán el centro de atención durante toda la noche.

–Papis, basta, qué vergüenza estoy pasando... –digo mirando por la ventana.

Sigue todo nevado y el pueblo está precioso con las luces de navidad encendidas.

Llegamos a Daisy's y aparcamos justo en la puerta, ya hay muchos otros coches en la calle y oímos música a todo volumen que viene del interior del establecimiento. Entramos y la mayoría de gente está charlando animadamente de pie con copas de champán en la mano, mientras otros disfrutan de unos batidos con pancakes.

Me siento en la barra mientras mis padres van a saludar a sus amigos, cojo dos donuts y uno se lo doy a Clara. Nos los comemos muy contentas y, de pronto, veo a mi chico del café con una camisa blanca y pantalones de traje. Está muy guapo esta noche, mucho más que otras veces.

Está hablando con Daisy, y parece que la está ayudando con los pedidos, ya que ella no da a basto con tanta gente. De repente, alguien me abraza por detrás y mi hermana exclama un grito de alegría, es Oliver, quien abraza a mi hermana a continuación.

–¡Ollie! ¿Qué haces aquí? –pregunto emocionada– Nunca venís para año nuevo.

–He convencido a mis padres, ¿no es genial?

–¿Tus padres han venido?

–No... Pero ¡yo sí!

–¡Qué bien! –exclama Clara.

Los dos se van a sentar en una mesa de la esquina con unos juguetes que ha traído Oliver, me encanta que sean tan amigos, como Dani y yo.

Alguien deposita delante mío un batido de chocolate y alzo la mirada; mi chico del café me está mirando con una sonrisa de oreja a oreja.

–Vaya vaya, ¡mirad quién se ha dignado a venir! –le digo.

–Tenía que ayudar a Daisy.

–Mmm, eso es una media mentira –respondo–. También querías verme, ¿a que sí?

Él se ríe mientras baja la cabeza.

–Me lo tomaré como un sí –sonrío–. Por cierto, estás muy guapo.

Él me mira y noto que sus mejillas se tornan rojas. Yo me limito a sonreírle, ya que me encanta causar ese efecto en él.

–Tú sí que eres guapa –dice.

Ostras, eso me ha pillado por sorpresa y ahora soy yo la que se sonroja. Él sonríe sabiendo que ha conseguido lo que quería provocar en mí y añade:

–Luego nos vemos Pequis, tengo que acabar de ayudar a Daisy.

Yo asiento porque me he quedado sin palabras y él, antes de irse, me guiña un ojo. Maldito chico del café, está aprendiendo y muy rápido.

SIEMPRE FUISTE TÚDonde viven las historias. Descúbrelo ahora