9. Acercamiento

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Me lleva hasta la cama y me tumba, empieza a quitarme la camiseta, pero ahí es cuando se me disparan todas las alarmas. Yo no estoy preparada para hacerlo, ¿por qué no me respeta? Si tanto me quiere, ¿por qué está haciendo esto?

Automáticamente, mis manos le empujan para que pueda salir de la cama. Me pongo bien la camiseta y voy a salir por la puerta cuando me dice:

–¿Dónde vas?

–¡No estoy preparada, me estás presionando!

–¿Cuál es tu problema? Nos queremos.

–Ese no es el punto, tendrías que respetar mi decisión.

–¿Y todo lo que he hecho por ti no cuenta? Te he regalado un futuro, mi padre expondrá tus pinturas en su galería, ¿y así me lo pagas?

–¿Qué estás diciendo? Se supone que lo hiciste porque me querías, no porque quisieras conseguir nada a cambio.

–Lo sé, perdona –se acerca a mí–. Te quiero.

Me da un beso en la mejilla y luego continúa por el cuello. Otra vez no, por favor. Le aparto y me voy de esa habitación sin mirar atrás mientras él grita mi nombre.

Limpio las lágrimas que se escapan de mis ojos a toda prisa, no entiendo por qué ha hecho eso. Parecía dispuesto a seguir con su cometido sin importar lo que yo pensara.

Me siento mareada y no quiero estar aquí, me pongo el abrigo y salgo de la casa. Como Liam y yo somos vecinos vivimos al lado, pero ahora mismo no me siento preparada para enfrentar a mis padres.

Hago lo único que se me ocurre en ese momento y, por suerte, él contesta al primer tono.

–Laia, ¿estás bien? –me pregunta Dani.

¿Cómo sabe que algo va mal? Parece que me conozca a la perfección. Estoy intentando contener mis sollozos, pero ya no aguanto más.

–Laia, ¿dónde estás? ¡Por favor, contesta!

–Estoy en casa de Liam, necesito irme de aquí –respondo llorando.

Me están entrando náuseas recordando lo que casi pasa con Matthew en esa habitación.

–Mándame la ubicación.

Se la mando por whatsapp y en menos de cinco minutos aparece un audi negro. Dani sale del coche a toda prisa, lleva una camiseta blanca de manga corta, se debe de estar pelando de frío. Cuando llega hasta mí me abraza.

–¿Qué ha pasado? ¿Quién te ha hecho daño?

–Vámonos, por favor –pronuncio.

Él me limpia las lágrimas y me acompaña hasta su coche, me abre la puerta del copiloto y me pone el cinturón. Conduce sin decir nada hasta que decido hablar:

–¿Podemos parar en algún lado?

–Donde tú me digas.

Me doy cuenta que no me saca la vista de encima.

–Mira a la carretera, es de noche –le advierto.

–¿Te preocupas por mí? Tú eres lo importante aquí.

Mi corazón no puede evitar dar un vuelco cuando pronuncia esas palabras, intento respirar hondo y calmarme.

Él aparca justo al lado de Daisy's que ya está cerrada y apaga el motor. Se saca el cinturón y me mira.

–¿A quién tengo que patearle el trasero?

Me río porque no esperaba que dijera eso.

–Ya extrañaba tu sonrisa –me dice con sus ojos clavados en los míos.

SIEMPRE FUISTE TÚDonde viven las historias. Descúbrelo ahora